Marcelo Gallardo terminó el año sin hacer declaraciones. Después de la derrota de River con Racing en el Cilindro por la última fecha de la Liga Profesional, el Muñeco suspendió la conferencia de prensa. Aún golpeado por el fallecimiento de su padre, el entrenador buscará dar vuelta la página en 2025 tras un 2024 difícil en lo personal y profesional.
Al igual que River, Marcelo Gallardo tiene que reinventarse en 2025. O sea, el Muñeco buscará darle otra imagen a su plantel de la mano de su reactivación. Es que la expectativa e ilusión que se había generado por su regreso se fue apagando con el andar irregular del equipo, que no cumplió los objetivos y solo tuvo que conformarse con el premio consuelo de clasificación a la Copa Libertadores, algo que es obligación en Núñez.
River jugará su undécima Libertadores consecutiva y salvo una y media, el resto las disputó todas con el Muñeco en la última década. Y los cañones volverán a estar apuntados al máximo torneo continental, más allá de la ilusión por competir y hacer un buen Mundial de Clubes a mitad de año.
Pero para ello, antes deberá haber una renovación del plantel. Y de eso se empezará a ocupar el Muñeco en poco tiempo luego de unos días de descanso, que lo tienen, por ejemplo, jugando al pádel, uno de sus deportes favoritos, para despejar la mente.
Cuando Gallardo se reúna con Jorge Brito y le dé la lista de los nombres a buscar, se pondrá en marcha el mercado de pases para River y también un nuevo desafío para el hombre de la estatua: el de recuperar el ojo clínico en la elección de los futbolistas.
También, se hablará de las salidas de jugadores. Es que el objetivo del laureado entrenador es reconstruir el plantel para ir en búsqueda de nuevas historias por contar y que queden guardadas en los libros como pasó en su primer ciclo. Y por más que desde su regreso al club, en estos cuatro meses no se haya visto lo mejor suyo, los hinchas confían a pleno en él. Y el Muñeco también en ellos. Es recíproco.
Lo que se vio en esta última parte del año fue una confirmación de que este River no fue un equipo de Gallardo, que ni siquiera lo fue con Gallardo sentado en el banco. Incluso, tal vez, el propio Gallardo aún no sea Gallardo, un entrenador que es mucho más que un DT; es un superhéroe para los hinchas. Pero no terminó de activar todavía sus poderes. Es que no logró mejorar al equipo, que en algunos aspectos hasta involucionó.
Por ejemplo, por citar algunas cuestiones, de recuperar fortaleza en la última línea con la llegada de Fabricio Bustos, Germán Pezzella y Marcos Acuña, terminó con los mismos problemas defensivos que había cuando asumió.
No pudo encontrar un mediocampo que le dé buen funcionamiento al equipo; no dio con el “5”, un puesto que siempre fue clave en sus equipos y rotó con los tres que tiene (Matías Kranevitter, Rodrigo Villagra y Nicolás Fonseca); los cambios no modificaron escenarios en la mayoría de los partidos y Miguel Borja pasó de hacer goles de todos los colores a entrar en sequía y bajar su rendimiento. Y no pudo explotar el potencial de los juveniles Claudio Echeverri y Franco Mastantuono. Eso sí, también hay que marcar que la gran cantidad de lesiones (hubo 20) complicaron el armado del equipo.
Entre lo positivo, en tanto, Franco Armani volvió a ser el de siempre; la defensa hasta antes de las lesiones se había fortalecido; se recuperó a Pity Martínez que volvió en buen nivel, y volvió a entrar en pista Pablo Solari, un delantero que estaba relegado. También, hubo algunos buenos partidos de Maxi Meza en su nueva posición de volante interno. Pero, claro, resulta muy poco, sobre todo si el técnicos es Gallardo.
El Muñeco sabe mejor que nadie que la vara en River es alta para todos. Incluso él busca elevarla permanentemente. Por eso, hace poco dejó un mensaje claro y contundente: “Me crié, nací en el club y la exigente de la gente siempre existió, fue así toda la vida. Si no aceptás la exigencia del club, no podés estar. Mi mentalidad ha sido aceptar pertenecer a este club porque ye pone la vara alta, es exigente y a mí me me encanta”.
Más de una vez Gallardo vio en este semestre cómo jugadores del actual plantel de River no están aptos para soportar esa exigencia. Y también observó que hubo rendimientos que no dieron la talla. Pero jamás expondrá públicamente a sus jugadores. Todo lo que se hable queda entre las paredes del vestuario.
Si bien el Muñeco asumió su responsabilidad desde el momento en que volvió a calzarse el saco de DT, lo cierto es que tuvo un margen de maniobra menor al que a él le habría gustado para pilotear la pesada herencia del ciclo de Martín Demichelis, que dejó un equipo disminuido futbolísticamente y un vestuario desanimado.
El Muñeco se subió a un tren en movimiento, tal como describió él mismo, y lo condujo a las semifinales de la Copa Libertadores cuando parecía tener destino de chocar en octavos de final. Aunque, en su rol como maquinista no pudo terminar de encarrilar la formación y eso es lo que buscará hacer desde los primeros instantes de 2025. «No soy mago», afirmó, a poco de volver, en una visión analítica y lógica.
Gallardo necesitaba que terminara este año. Así lo expresó en una de sus últimas conferencias de prensa. Un 2024 que lo golpeó no solo por la muerte de su papá, Máximo, sino también por la de Juan Berros, su representante y amigo. Y en lo profesional tuvo una traumática salida de su aventura árabe.
Pero el 2024 sí le dio la posibilidad de regresar al club que ama. Y desde enero intentará renovarse para revitalizar al plantel y que en 2025 su equipo sea el equipo de Gallardo y el vuelva a ser el Muñeco de siempre.