River y Boca ganaron más finales que ningún otro. Por eso, y por los millones de fanáticos que alientan por sus colores, son los clubes más grandes del país. El fútbol también vibra en playones bajo techo, en su mayoría de chapa, con una térmica que ahoga más en verano y congela en invierno. Se llama futsal y la pasión por la redonda es la misma que se respira en el Monumental o en la Bombonera.
Acá, la «traviesa» apenas llega a los 60 centímetros de circunferencia y pesa 300 gramos. Una pelota que se paraliza por segundos (quizás con mayor frecuencia que en la mayoría de los otros deportes), bajo las suelas de los diez jugadores, incluidos los arqueros que suelen saber tanto con los pies como sus compañeros.
River (y Boca) nunca olvidarán lo que pasó en Madrid. El 17 de Agosto tampoco borrará lo que pasó este viernes en Parque Avellaneda. Ante su histórico rival, Pinocho, este club de barrio que homenajea al padre de la patria se consagró campeón en una finalísima, eterna e indeleble.
Hubo de todo: tribunas repletas, tensión, emociones y un golazo descomunal que destrabó el partido, que venía empatado 1 a 1. Fue una obra de arte. No tanto en la definición de Lucas Martínez Rivera, uno de los más grandes del plantel, sino en cómo logró quedar frente al arco: deteniendo la pelota para, en cámara lenta, acariciarla por debajo de las piernas de su defensor. Una joyita en el mejor momento de Pinocho.
Tras el grito de Lukita, nada pareció ser igual. El Ratón (como le dicen al flamante campeón) ganó volumen, recuperó juego y movilidad. También convicción. Vinieron otros dos goles que pudieron ser más. Terminó 4 a 1. Además de Martínez RIvera, convirtieron Mati Soñer y los Lucas Suárez y Francini. En el primer chico, el Agosto de Villa Pueyrredón se había impuesto 2 a 1, de visitante en Villa Urquiza.
Cuesta respirar por la emoción. Delirio, llanto, gritos, abrazos y besos. Cabezas que se funden con otras cabezas. Y los jugadores que van en andas con sus brazos extendidos y puños aún más altos. Lágrimas de campeón. Fueron 75 años de historia sin nunca ser el mejor de todos. Ahora sí lo son.
Un plantel de soñadores que entre trabajo y estudio (varios ya son padres), se rompieron el lomo en cada entrenamiento. Sacrificio y sueños. Nadie se salva jugando al futsal. Estos deportistas no lo hacen por la plata, aunque cobren un sueldo que los ayude. Salen a la cancha por el honor. Y la gloria.
Por lo menos eso es lo que parece transmitirse en el vestuario. Se contagia en las charlas de su técnico Juancito Llorens. Son jugadores que se convirtieron en artesanos. Labraron el título de campeón, partido a partido. Y en cada partido, minuto a minuto. Lejos estuvieron de ser considerados favoritos. Salvo por su gente, como Fernando Unchalo, padre de Lolo, jugador de la Cuarta, en una institución donde el básquet y los bolos también supieron brillar.
El poderoso Pinocho de Urquiza sí es palabra mayor en futsal. Pero la historia está hecha para romperse. Y al destino se lo moldea. Los chicos del Ratón creyeron que podían y trabajaron para empoderarse. No fue magia.
El 17 de Agosto no siempre fue el 17 de Agosto, aunque para sus socios sí siempre lo haya sido. Tampoco estuvo en el mismo lugar. Se fundó en el esplendor del peronismo, que sin dudas fueron sus primeros cuatro o cinco años. Nació como Defensores Argentinos, en marzo de 1949. Como casi todo en aquellos años, en 1951 se rebautizó Barrio 17 de Octubre, tributo al Día de la Lealtad. Luego, durante la última dictadura militar, volvió a cambiar de nombre y se eligió el 17 de Agosto, día del fallecimiento del General San Martín.
«Este es un grupo de soñadores que juegan por amor al juego y al escudo que llevan en su pecho. Lo dan todo, el 100% y a veces más, aunque suene imposible. El corazón y hambre de gloria los llevaron a ganar este título», recita Llorens ante Clarín, tratando de elegir las palabras aunque quizás no lleguen a transmitir semejante orgullo.
El camino del campeón fue algo extraño. Llorens llegó al club recién en la fecha 9. Agosto clasificó séptimo, en la última fecha al playoff. Pinocho en cambio, accedió tercero, con mejor fútbol y diferencia de gol. Para jugar la final, dejaron en el camino a Independiente y Ferro, respectivamente. La seria estaba pactada a tres encuentros con ventaja de localía para los de Urquiza.
«Jugamos partidos importantes. Tuvimos adversidades y siempre nos propusimos cosas importantes. Y creo que fuimos los que mejor nos adaptamos. Hubo varios lesionados y chicos que por diferentes razones estaban algo disminuidos. Pero es un premio al esfuerzo de este grupo maravillo de personas que se brindan hasta lo que no tienen. En lo personal, estoy feliz por mi familia y por esta posibilidad de devolver todo el cariño, respeto y acompañamiento de la gente de este hermoso club»; remata el capitán y figura del 17 de Agosto, Juan Cruz Freijo Riveras.
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Los hinchas del 17 de Agosto adelantaron el carnaval al primer día de este verano para celebrar el título de futsaL
Nada de todo esto ya importa demasiado. La Liga del Futsal de la AFA tiene nuevo dueño y la copa quedará, para siempre, en Albarellos al 2900, casi esquina Nazca, a metros de los Yompas y un poco más allá, La Plaza del colegio Luján. Villa Pueyrredón arrancó el verano adelantando el carnaval.