Cuando se puso en marcha la acción de la temporada 2024, en los últimos días de diciembre del año pasado, muy pocos sabían quién era Joao Fonseca. Hoy el mundo del tenis no deja de hablar del brasileño, uno de los talentos jóvenes más brillantes del circuito, quien en apenas doce meses deslumbró con su tenis agresivo, su madurez y su fortaleza mental y es señalado por muchos como una de las grandes estrellas del futuro y un jugador destinado a darle más de un dolor de cabeza a los nuevos «reyes» de la ATP, Jannik Sinner y Carlos Alcaraz.
Nacido en Río de Janeiro en agosto de 2006, en apenas su segunda campaña como profesional pegó un enorme salto de calidad y de posiciones y este domingo le puso el broche de oro al mejor año de su corta y prometedora carrera al coronarse campeón invicto en las Next Gen Finals, el Masters de los tenistas sub 21 que se disputó en Jeddah. El triunfo en la final por 2-4, 4-3 (10-8), 4-0 y 4-2, con una gran remontada ante el estadounidense Learner Tie, lo transformó en el primer sudamericano en levantar ese trofeo y en el segundo ganador más joven de la historia del certamen.
Con 18 años y 3 meses, quedó detrás de Sinner, que era un mes más chico cuando celebró en 2019, y por delante de Alcaraz, que tenía 18 y 6 meses cuando lo hizo en 2021. Los tres son los únicos en alcanzar el duelo decisivo del torneo antes de cumplir los 19.
«Estaba muy nervioso antes del partido, sabía que iba a ser difícil, mental y físicamente», reconoció Fonseca, que recibió un premio de más de 525 mil dólares, casi el doble de los 278 mil que llevaba ganados hasta ahora. «Honestamente, no sé cómo lo hice en el segundo set, porque no estaba jugando mi mejor tenis en el arranque del partido, pero creo que desde el tercer set apareció otro Joao, más agresivo».
«Cuando voy a un torneo, necesito creer que puedo ganar. Ahora que he ganado, me cuesta creerlo. Estoy muy orgulloso de lo que he logrado», agregó el brasileño, que se dio el gusto de festejar la victoria con un choque de manos con un invitado muy especial, Rafael Nadal, uno de los grandes responsables de que haya elegido el tenis.
Fonseca nació en una familia amante del deporte y sus habilidades atléticas no tardaron en aparecer. Su papá Cristiano se dio cuenta que el pequeño Joao era diferente observándolo jugar con una pelota cuando tenía apenas dos años. «Sus reflejos y su coordinación eran superiores a los de otros chicos de su edad», contó su padre en una charla con ATPTour.com.
El carioca probó con varios deportes y a los cuatro agarró por primera vez una raqueta, con la que jugaba breves «partidos» con Cristiano en su casa. Y en 2014, cuando tenía solo ocho años, se terminó de enamorar del tenis cuando vio a Nadal coronarse campeón en la primera edición del ATP 500 de Río de Janeiro. Sentado en las tribunas del Jockey Club Brasileiro, sede del certamen y ubicado a apenas diez minutos de la casa donde creció, el pequeño Joao le dijo a su padre: «Quiero ser como ellos».
En los siguientes años, el tenis se convirtió en una obsesión para Fonseca, que empezó a idolatrar también a Guga Kuerten, «un ídolo no solo del tenis si no también de la cultura brasileña y una gran persona», a quien conoció en febrero del año pasado, durante una serie de Copa Davis.
La hora diaria de práctica en el club no era suficiente para él y pasaba mucho tiempo peloteando contra las paredes de su casa y hasta pasaba sus vacaciones afinando su técnica. Cuando tenía 12, finalmente comenzó a entrenar más en serio con Guilherme Teixeira.
Ex doblista que apenas llegó a estar 1.668 en el ranking mundial de esa especialidad, Teixeira se convirtió en más que su entrenador. Según Joao es «como un segundo padre», que lo empuja a leer libros, lo aconseja y con quien comparte largas partidas de cartas y muchas charlas durante los viajes.
Como junior, el brasileño llegó a ser número uno y ganó un Grand Slam, el US Open del año pasado, en el que derrotó en la final, curiosamente, también a Tien. Esa consagración lo generó un click en la cabeza.
«Cuando tenía 15 o 16 años, mis entrenador me decía que yo realmente tenía mucho potencial, pero cuando recién me di cuenta que sí era bueno fue cuando gané ese torneo», reconoció quien antes de ese certamen eliminó de su celular las apps de todas las redes sociales y nunca más las volvió a instalar.
«Me quedé solo con WhatsApp, para estar en contacto con mi familia y la gente más cercana a mí. No puedo estar pendiente de Instagram antes y después de cada partido», explicó y aseguró que desde ese cambio, vio una mejora en sus resultados.
A finales del año pasado se dio el gusto de codearse con los mejores cuando fue invitado como sparring a las ATP Finals. Allí pudo entrenar y charla con Alcaraz, Daniil Medvedev y con Sinner, un jugador con el que se identifica.
«Me gusta mucho cómo compite y su juego agresivo. Técnicamente, su forma de jugar agresiva es realmente parecida a la mía. Mentalmente, es un poco más tranquilo. Es un tipo tímido y no es demasiado expresivo, así que se parece más a mí», comentó Joao, de perfil muy bajo fuera de la cancha, pero con una personalidad fuerte a la hora de competir.
Y reveló que el italiano, número uno del mundo, le dio un consejo sobre su futuro: «El año pasado, en Turín, peloteamos el primer y el segundo día y es muy agradable. Yo estaba pensando en ir a la universidad y él me dijo ‘Sos demasiado bueno para esto, tirate al profesionalismo’. Fue algo muy bonito. Pensé que me estaba tomando el pelo. Era la primera vez que entrenaba con él y fue muy amable, al igual que sus entrenadores».
Sinner, igual, no convenció a Fonseca de cambiar sus planes de aventurarse en el tenis universitario de Estados Unidos. Aunque el brasileño terminó desechando esa idea eventualmente, cuando vivió la semana más linda de su carrera -al menos hasta ese momento- en su propia casa.
Cargado con más confianza que nunca, Joao arrancó el 2024 en el Challenger Tour y en el 730° escalón del ranking; y con la meta de seguir mejorando sin apuntar demasiado alto. Pero la segunda semana de febrero, una wild card revolucionó su vida y su carrera.
El brasileño -por entonces de 17 años y 655° del ranking- entró como invitado al cuadro principal del Rio Open -el mismo en el que había visto ganar a Nadal hace una década y en el que había pasado varias ediciones como ball boy- y fue la gran sorpresa del certamen.
En primera ronda le ganó al francés Arthur Fils, 36° del mundo, y celebró su primera victoria ATP. Y en la segunda, al chileno Cristian Garín, 88°, para meterse en cuartos de final y convertirse en el jugador local más joven en llegar a esa instancia, en la que perdió con Mariano Navone. Y escaló de un día para el otro más de 300 posiciones en la clasificación.
«Nos habíamos puesto algunos objetivos antes del empezar el año, pero después de Río, hicimos algunos cambios. Hasta ese momento todavía estaba pensando en ir a la universidad. Ya estaba comprometido con la de Virginia. Pero después de ese torneo, no le pude decir que no al circuito profesional», afirmó.
Lo que vino después fue una temporada de constante y muy rápido crecimiento. En abril, llegó a los cuartos del 250 de Bucarest, en el que sorprendió en su debut ante el italiano Lorenzo Sonego, sexto favorito. En julio, conquistó su primer título en un Challenger al ganar el torneo de Lexington, Estados Unidos, que había ganado en 2019 el propio Sinner. Y llegó a fines del mes pasado al 145° del ranking -un ascenso de 585 lugares-, su ubicación actual y la mejor de su carrera.
Y no solo consiguió clasificarse al Masters de la Next Gen, como soñaba a principios de año, si no que terminó levantando el trofeo en Jeddah.
«Mi entrenador siempre me dice que con talento y trabajo duro, el cielo es el límite», recordó en los últimos días Fonseca, que parece haberse tomado esa frase como un desafío y está decidido a comprobarlo.
«Es increíble cómo he mejorado física y mentalmente. He sido muy fuerte mentalmente, ganando partidos contra jugadores del top 50 y del top 20. Estoy orgulloso de mí mismo, pero esto es solo el comienzo. Por supuesto quiero más. Mi sueño es llegar a ser número 1», cerró.