Como hizo el martes 24 en la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, el Papa golpeó con los nudillos la Puerta Santa que él estableció en la cárcel romana de Rebibbia En buen estado físico, caminando apoyado en su bastón, el argentino Jorge Bergoglio, de 88 años, cruzó la Puerta y entró.
El pontífice estaba acompañado por el obispo auxiliar de Roma, Benoni Ambarus. Adentro esperaban alrededor de trescientos reclusos y personal de la policía penitenciario.
El Papa explicó más tarde que “la primera Puerta Santa la abrí en San Pedro, pero he querido que la Segunda Puerta Santa fuera aquí en una cárcel. He querido que cada uno de nosotros todos que estamos aquí, dentro y fuera, tuviéramos la posibilidad de atravesar las puertas del corazón y comprender que la esperanza no desilusiona”.
La ceremonia de este jueves dio inicio al Jubileo de la Esperanza del año 2025.
Vestido con los paramentos rojos, delante de la puerta en bronce en el lado derecho de la Iglesia del Padre Nuestro, dentro de la cárcel de Rebibbia, Francisco se puso de pie y por seis veces golpeo con los nudos de su mano derecha. Se abrió la puerta. Por primera vez un pontífice abre una Puerta Santa no en una basílica sino en el interior de un penitenciario.
Las otras tres Puertas Santas de Roma se abrirán el 29 de diciembre en San Juan de Letrán, el 1 de enero en Santa María la Mayor, y el domingo 5 de enero en San Pablo Extramuros. El Papa no estará presente.
Estas tres tres Puertas Santas se cerrarán el 28 de diciembre de 2025 y el Jubileo concluirá oficialmente el 6 de enero de 2026 con el cierre de la Puerta Santa de San Pedro, en la basílica vaticana.
El pontífice ha querido recordar que “el signo peculiar e identificativo del Año Jubilar, como se ha trasmitido desde el primer Jubileo del año 1300, es la indulgencia que “quiere expresar la plenitud del perdón de Dios y no conoce confines”, a través del Sacramento de la Penitencia y los signos de caridad y esperanza”.
El Papa se mostró fuerte y de buen humor. Saludó uno por uno a los reclusos, hombres y mujeres, y al personal penitenciario reunidos en la Iglesia del Padre Nuestro.
La liturgia fue sobria. La celebración fue sencilla y ordenada. El Papa había estado en 2015. Cuando llegó la homilía, Jorge Mario Bergoglio dejó de lado el texto e improvisó.
“Es un bello gesto abrir de par en par. Lo más importante es que significa abrir el corazón. Corazones abiertos. Esto es lo que hace la fraternidad.
“Los corazones cerrados, eso duros, no nos ayudan a vivir. Por esto la gracia de un Jubileo es abrir de par en par los corazones a la esperanza.
“¡La esperanza no delude jamás!»
“¡La esperanza no delude jamás! Es como un ancla. Piensen bien a esto. También yo lo pensaba ,porque en los momentos malos uno piensa que todo esta terminado, que no se resuelve nada. Pero la esperanza no desilusiona jamas. Está allí, como un ancla y nosotros en la tierra, con la soga o la cadena que nos lleva a la orilla. Siempre hay algo nuevo, siempre hay algo que hacer adelante”.
El Papa auguró a todos a “vivir un gran Jubileo”. “El corazón cerrado se olvida de la ternura. También en las situaciones más difíciles, cada uno de nosotros. Mi augurio es de desearlas mucha paz, mucha paz, Y todos los días rezo por ustedes. En serio. No es un modo de decir. Pienso en ustedes y rezo por ustedes. Y ustedes recen por mí. Gracias”.
Dos reclusos, una mujer y un hombre, junto con dos educadores, llevaron los dones al ofertorio. De la administración penitenciara, un cuadro de Cristo con las manos hacia adelante. Otro don es un cesto de productos agrícolas producidos por las detenidas de Rebebibbia femenina.
El Papa recambio con una reproducción de la Puerta Santa y un pergamino en memoria de esta celebración única en el mundo. “Como signo de esperanza para recuperar confianza en sí mismos y reencontrar la estima y la solidad de la sociedad”, se lee en la motivación escrita por Francisco.
Después la conclusión. El Papa sentado saludó a todos. Con algunos intercambio unas palabras, otros, la mayoría le besaron las manos. Todos estaban muy emocionados. Todos recibieron de manos de Jorge Bergoglio un rosario.
El Papa agradeció y confirmó una doble invitación: “Agarrarse a las cadenas de la esperanza, agarrarse al ancla. Nunca dejarla. Abrir los corazones. Corazones abiertos. Que el Señor nos ayude a todo esto. Gracias”.