Europa no sabe cómo responder a los golpes del próximo presidente estadounidense. El silencio de las instituciones de la Unión Europea y la debilidad de las reacciones ante los ataques lanzados por un líder supuestamente aliado y amigo contra las democracias europeas y la inviolabilidad de las fronteras no lo esperaba nadie entre los diplomáticos y las cancillerías de la región.
Los europeos estaban preparados para las turbulencias si Donald Trump volvía a la Casa Blanca, pero esperaban que el enfrentamiento se produjera en el terreno de la economía y el comercio. Esperaban una guerra comercial, pero una política y diplomática. La Unión Europea no tiene ni los mecanismos ni la voluntad política para una lucha de poder y las capitales nacionales están divididas porque algunos gobiernos, como el italiano, el húngaro y el eslovaco, aplauden a Trump.
El próximo presidente estadounidense nunca tuvo estima por los europeos. Estos lo ven como vengativo y proteccionista y esperaban un choque comercial. Pero ahora descubren a un líder con tentaciones imperialistas. Creen que vuelve con una carga revanchista que Europa pagará. La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen (en cama con neumonía desde hace días) se había alegrado públicamente en 2020 cuando Trump fue derrotado.
Diplomáticos europeos consultados en los últimos días concuerdan en que Trump cumple lo que promete. Y eso ahora abre un escenario catastrófico por su intención de anexionarse Canadá y Groenlandia (territorio de Dinamarca), además de tomar el control del Canal de Panamá. Trump no descarta ni siquiera una intervención armada para lograr sus objetivos.
«País canalla»
El presidente electo desconcierta a los europeos porque no arremete contra los supuestos o reales enemigos de Estados Unidos, sino contra países aliados desde hace más de un siglo, como Canadá o Dinamarca. Temen, cuentan fuentes europeas, que Trump intente hacer que Estados Unidos se convierta en un país “canalla”, poco respetuoso de los mecanismos democráticos y de las leyes internacionales y adepto a tomar lo que quiera, por las buenas o por las malas. Consideran que es sagrada la inviolabilidad de las fronteras establecidas en la Carta de Naciones Unidas tras la Segunda Guerra Mundial.
Voces muy escuchadas en los salones nobles europeos, como la del historiador británico Timothy Garton Ash, advierten: “Europa tiene que despertar y entender que a Trump no le importa Ucrania y que estaría más que encantado de sentarse con Putin, Xi y otros para repartirse el mundo entre grandes potencias. Putin se quedaría con Ucrania, Trump con Groenlandia y Canadá y Xi con Taiwán”. El francés Gilles Gressani, director de la revista de geopolítica ‘Le Grand Continent’ asegura que la vuelta de Trump supone la del concepto del “espacio vital”, el lebensraum de los nazis.
La Comisión Europea sigue la táctica del avestruz: “Ha habido muchas amenazas que no se han materializado”, dijo una portavoz el miércoles. Bruselas considera que es mejor callar y no provocar, con la idea de que es sólo ruido para marcar la agenda política internacional y que Trump no irá tan lejos como promete. Es la misma idea que llevó a muchos dirigentes europeos a caminar sonámbulos negando que Rusia fuera a atacar a Ucrania hasta que vieron los tanques rusos atravesando la frontera.
Kaja Kallas, nueva canciller europea en sustitución del hispano-argentino Josep Borrell, no ha dicho nada al respecto. Las únicas reacciones en Bruselas son de eurodiputados. Aunque en las capitales empiezan a levantarse voces. Las dos declaraciones más claras llegaron estos días desde París y Madrid. El canciller francés Jean-Noël Barrot dijo que “Groenlandia, territorio autónomo perteneciente a Dinamarca, es un territorio de la Unión Europea. No se trata de que la UE permita a otras naciones del mundo, sean quienes sean, atacar sus fronteras soberanas”.
El presidente español, Pedro Sánchez, dijo el miércoles que “los valores y los regímenes autocráticos están avanzando. El fascismo que creíamos dejar atrás es ya la tercera fuerza política en Europa. Y la internacional ultraderechista, liderada por el hombre más rico del planeta (en referencia a Elon Musk), ataca abiertamente a nuestras instituciones, azuza el odio y llama a apoyar a los herederos del nazismo en Alemania. Es un desafío que debería interpelarnos a todos los que creemos en la democracia. La libertad nunca se conquista de forma permanente. Se puede perder. Puede volver a ocurrir».
Europa mira a sus herramientas. El artículo 5 del Tratado de la OTAN es inútil porque Estados Unidos es parte de la organización. En cambio, el artículo 42.7 del Tratado de la Unión Europea asegura que todos los Estados miembros deben ayudar, con todos los medios disponibles, también los militares, a cualquiera de ellos que reciba un ataque externo. Todos miran a la gran isla de hielo. Si Estados Unidos atacara finalmente Groenlandia, todos los países de la UE deberían acudir en ayuda de Dinamarca. De discutir si Trump ayudaría a los europeos en Ucrania en dos meses la diplomacia europea está discutiendo si Trump atacará a los europeos.