El alto al fuego entre Hamas e Israel es un logro considerable. Hace tiempo que debía haberse alcanzado —desde mayo del año pasado había versiones del acuerdo sobre la mesa— pero las partes se venían culpando mutuamente por los retrasos.
La respuesta de Israel a los ataques de Hamas del 7 de octubre de 2023, en los que murieron unas 1200 personas, en su mayoría civiles israelíes, dejó Gaza en ruinas. La mayor parte de la población de Gaza, de más de dos millones de habitantes, fue desplazada.
Según el Ministerio de Salud de Gaza, los ataques israelíes han matado a casi 50.000 personas, tanto combatientes como civiles, pero un estudio reciente de la revista médica The Lancet afirma que esa cifra podría estar muy por debajo de la realidad.
El primer gran reto es garantizar que el alto el fuego se mantenga. Hay diplomáticos occidentales de alto nivel que temen que tras la primera tregua de 42 días se pueda reanudar la guerra.
La guerra en Gaza ha tenido enormes consecuencias en todo Medio Oriente.
No ha desembocado, como muchos temían, en una guerra general en la región —la administración Biden se ha atribuido el mérito de ello—, pero sí ha provocado una convulsión geoestratégica.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y su ex ministro de Defensa fueron sido acusados de crímenes de guerra por la Corte Penal Internacional.
Además, la Corte Internacional de Justicia está investigando un caso presentado por Sudáfrica en el que se acusa a Israel de genocidio.
Después de que el grupo libanés Hezbollah interviniera en la guerra, fue aplastado en una ofensiva israelí.
Y ese fue un factor que llevó al colapso del régimen de Bashar al Assad en Siria.
Irán e Israel intercambiaron ataques directos, lo que debilitó a Teherán. Su red de aliados, el llamado el Eje de la Resistencia, ha quedado paralizada.
Los hutíes en Yemen detuvieron gran parte del transporte marítimo entre Europa y Asia que pasa por el Mar Rojo. Queda por ver si mantendrán su promesa de detener los ataques ahora que hay un alto al fuego en Gaza.
En cuanto al largo conflicto entre Israel y los palestinos, sigue siendo tan amargo como siempre.
Con suerte, el alto el fuego puede poner fin a las muertes y devolver a los rehenes israelíes y a los prisioneros palestinos a sus familias.
Pero no pone fin a un conflicto que tiene más de un siglo.
No está claro si este cese al fuego significará el fin definitivo de la guerra.
Uno de los principales objetivos de guerra de Israel era destruir la capacidad militar y de gobierno de Hamas. Y aunque Israel la ha dañado gravemente, Hamas aún tiene cierta capacidad para operar y reagruparse.
Tampoco está claro si los rehenes están vivos o muertos, ni si Hamas conoce el paradero de todos.
Por su parte, Hamas ha exigido la liberación de algunos prisioneros que Israel dice que no liberará, como los que participaron en los ataques del 7 de octubre.
Tampoco se sabe si Israel aceptará retirarse del todo de la Franja de Gaza en una fecha concreta o si su presencia allí será indefinida.
Por lo tanto, cualquier alto el fuego es frágil.
En guerras anteriores, los altos al fuego entre Israel y Hamas han acabado por romperse por riñas menores.
Los tiempos y la complejidad de este alto al fuego hacen que incluso un pequeño incidente pueda convertirse en una gran amenaza para la paz.