WASHINGTON.- La última vez que Donald Trump habló en un rally en Washington fue el 6 de enero de 2021, y terminó en el asalto al Congreso, el peor ataque a la democracia norteamericana desde la Guerra Civil. Trump volverá a reunir a su público este domingo en un estadio en la capital, un día antes de su jura en la Rotonda del Congreso, el mismo lugar donde sus seguidores chocaron violentamente con la policía. Ambas escenas, separadas apenas por cuatro años y unos días, cierran el círculo de una resurrección política jamás vista, y dejan un testimonio del cambio de época en Estados Unidos.
Trump, que se fue de Washington como un paria político y fue tildado de “fascista”, una amenaza para la democracia y el planeta, regresa al Salón Oval con un aura de legitimidad que no tenía haca ocho años. A diferencia de su primera presidencia, Trump ahora es una figura menos resistida, por la gente, en su propio partido, entre los empresarios, en la prensa, incluso hasta por los demócratas, que aún parecen desmoralizados y desorientados por la paliza electoral. Trump era un novato en su primer gobierno, un experimento caótico sin un plan nítido; ahora parece un hombre con una misión, empoderado, con más espalda, un gabinete de leales, un plan para desmantelar “el Estado profundo”, desregular la economía, barrer con la cultura “woke”, y una ambición que traspasa las fronteras y mira a Groenlandia, Canadá y el canal de Panamá.
Antes y después de la victoria de Trump en la última elección presidencial, Estados Unidos ofreció un goteo de señales, algunas sutiles, casi anecdóticas, y otras mucho más significativas, que dan cuenta cómo el país se corrió hacia Trump.
La “Resistencia”, que recibió a Trump en 2017 con la Marcha de las Mujeres, la manifestación más grande hasta ese momento en la historia del país, reunió ahora muchísima menos gente para la “Marcha del Pueblo”, este sábado, dos días antes de la jura. Ya sea por apatía, resignación, frustración o simplemente agotamiento, la furia popular aparece ahora adormecida. Vanessa Wruble, una de las organizadoras de la marcha original, ausente este año, le dijo a Politico que “ya pasó el momento de expresar indignación de esa forma”, y se mostró decepcionada por la “completa canibalización” de la izquierda.
Bajo una lluvia tenue pero incesante, miles de personas marcharon igual hacia el memorial de Abraham Lincoln el Mall de Washington. Como antaño, muchas mujeres usaron gorros rosas de lana. “Feministas vs. Fascistas”, fue una de las consignas más vistas en carteles y remeras. Aunque la protesta cubrió varias cuadras camino al Mall, fue una heredera pálida y devaluada de la marcha original. Los organizadores esperaban alrededor de 50.000 personas, y la policía calculó que fueron alrededor de 25.000. Hace ocho años, la Marcha de las Mujeres convocó a medio millón de personas.
“Creo que mucha gente tenía miedo de venir”, dijo a LA NACION Judy Vanwyk, una socióloga de 62 años que viajó desde Rhode Island. Theresa Tierney, una maestra preescolar que viajó desde Oregon, dijo además que la gente todavía está procesando el desenlace de la elección. “Creo que la gente está un poco más frustrada y enojada esta vez. No nos dimos cuenta de cuánta gente lo apoyaría”, afirmó.
En 2020, Victor Willis, uno de los miembros fundadores de The Village People, le había pedido a Trump que dejara de usar la canción “YMCA” en sus rallies. “Perdón, pero ya no puedo mirar para otro lado”, dijo Willis en una emotiva publicación en Facebook. Ahora, The Village People cantará en el acto de Trump antes de la jura. “Es hora de unir al país”, justificó la banda. Jugadores de fútbol americano de la NFL, donde nació la icónica protesta de arrodillarse con una pierna para protestar contra el racismo, ahora festejan los puntos con el mismo baile que popularizó Trump en sus actos de campaña al ritmo de “YMCA”.
Desde su triunfo, Trump ha recibido en Mar-a-Lago a una cadena de personalidades que han hecho la procesión a Florida para besar el anillo. Notables multimillonarios como Mark Zuckerberg, Jeff Bezos y Bill Gates viajaron Palm Beach para compartir cenas con el presidente electo. Microsoft, Google, Meta, Boeing o Uber, entre otras, empresas hicieron donaciones millonarias para su inauguración, según The Washington Post.
Zuckerberg, antaño uno de los críticos de Trump, siguió los pasos de Elon Musk –virtual presidente en las sombras y asesor todoterreno de Trump–, y dio un giro drástico al eliminar el programa de verificación de contenidos en las plataformas de Meta, una movida que fue ampliamente como un acto de reverencia a Trump. Bezos frenó un respaldo formal de The Washington Post a la vicepresidenta y rival de Trump, Kamala Harris. Gates dijo que se quedó “impresionado” con Trump luego de una larga cena en su residencia. Varios titanes del mundo tecnológico, además de Zuckerberg y Bezos, fueron invitados a la inauguración.
Además de empresarios, Trump recibió en su residencia sureña a la pareja más famosa del mundo periodístico en Estados Unidos, Joe Scarborough y Mika Brzezinski, anfitriones del programa “Morning Joe”, el favorito del presidente Joe Biden. Críticos acérrimos de Trump, ambos anunciaron en su programa matutino por la cadena MSNBC que habían viajado a Mar-a-Lago para ver al presidente electo y “reiniciar comunicaciones”. Su audiencia, ferozmente progresista, se desplomó tras la revelación.
La cabena ABC acordó pagarle a Trump 15 millones de dólares para cerrar una demanda iniciada por Trump por difamación. Otra cadena, CBS, deliberaba tomar el mismo camino. CNN planea mover a una de sus estrellas, Jim Acosta, que ganó notoriedad en la primera administración de Trump por sus confrontaciones con el presidente, a la medianoche, un “exilio” que fue visto como una capitulación a la nueva administración.
Una imagen se robó el funeral de Estado en Washington de Jimmy Carter, el presidente con la moral más intachable en la historia moderna de Estados Unidos: sentados juntos en primera fila, Trump y Barack Obama tuvieron una charla aparentemente cálida, simpática, y cruzaron sonrisas y gestos como si fueran dos amigos. Los Obama, en particular Michelle Obama, tienen un encono singular con Trump desde que sugirió que Obama no había nacido en Hawaii. Michelle Obama, una de las figuras más populares de los demócratas, dijo en su discurso en la convención en Chicago que Trump “hizo todo en su poder para hacer que la gente nos tema”, destrozó su visión “limitada, estrecha”, y lo acusó de redoblar sus “mentiras desagradables, misóginas y racistas”.
“Sí se veía muy amigable, debo decir”, dijo Trump, al hablar de su charla con Obama, al día siguiente del funeral, ya de regreso en Mar-a-Lago.
“No me di cuenta de lo amigable que se veía. Lo vi hace un rato antes de entrar y dije: ‘Vaya, parecen dos personas que se caen bien’. Y probablemente así sea”, afirmó.
