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River mostró un flojo nivel, pero lo rescató Montiel sobre el final para festejar ante Instituto

El Monumental estaba preparado para ser una fiesta pero era una caldera. Colmado nuevamente con 85 mil personas en una noche de enero, estrenaba un nuevo chiche: las pantallas led en las cuatro tribunas. Se desplegaron pancartas para los campeones del mundo Armani, Pezzella, Montiel y Acuña y el bicampeón de América Martínez Quarta. Y hubo cotillón para recibir a los jugadores en el primer partido oficial del 2025 en Núñez. Sin embargo, en las tribunas se sufría porque el equipo de Marcelo Gallardo no jugaba bien y no podía hacerle un gol a Instituto.

El partido tenía destino de 0 a 0. Y apareció la exigencia en forma de grito de guerra. “Movete, River, movete, movete dejá de joder”, sonó con fuerza. “Y ponga huevo River ponga huevo”, tronó. Hasta que de una pelota parada se encontró el desahogo. La ejecutó el Huevo Acuña, cabeceó Paulo Díaz, dio en el palo y Gonzalo Montiel se tiró de palomita. Explotó el estadio. Del grito de gol al “Cachete, Cachete”. El hombre que con su penal le dio la tercera Copa del Mundo a la Selección en Qatar 2022 hacía delirar al Monumental en el primer partido oficial en Núñez tras su regreso.

Si alguien iba a hacer gritar esta noche a los hinchas de River, ese iba a hacer Montiel. De los jugadores de campo fue el único que se había salvado por ser el de mejor criterio y el que empujó en todo momento.

Es que River no tuvo una buena noche. A tal punto que no mereció ganar el partido. Algo no anda bien en Udaondo y Figueroa Alcorta. Y no tiene que ver con los problemas que afectaron a la transmisión oficial y el VAR con un corte que detuvo el partido durante 9 minutos, sino con el juego del equipo del Muñeco.

El Millonario todavía no pudo cambiar de año en el campo de juego. Más allá de que las energías se renovaron, y de los siete refuerzos traídos, todavía se arrastran viejo problemas del 2024. Y los inconvenientes están en el funcionamiento. No hay generación de juego.

Si el esquema será el 4-3-1-2, River parece depender mucho de lo que haga su conductor de juego o eventualmente quien lo escolta en esa función. Pero Manuel Lanzini estuvo casi media prácticamente sin tocar la pelota. Y Maxi Meza se despertó tarde y cuando lo hizo se lesionó. Un rato antes de que dejara la cancha y le pusieran hielo en la rodilla izquierda, el correntino había armado una interesante jugada con Manu, que tras las intervenciones de Colidio, Montiel y Borja terminó con la pelota en la red pero el colombiano estaba adelantado. Después, en la primera parte, River no generó otra jugada de riesgo. Galoppo, otro de los que tenía que generar, no entró en acción y salió en el entretiempo.

Instituto se sentía cómodo en el Monumental. El equipo de Pedro Troglio venía de una gran presentación en la primera fecha, en la que goleó a Gimnasia y jugó sin inhibiciones en Núñez. De hecho, atacó en los primeros minutos, en los que llegó al gol tras una gran jugada armada entre Lodico, Luna, Puebla y Suárez, pero el centrodelantero estaba en offside.

Esos primeros minutos fueron de desorden para River. A tal punto que los dos marcadores centrales recibieron la amarilla en menos de 20 minutos. Pezzella no la pasó bien y no salió a jugar el segundo tiempo. Y Enzo Pérez iba de un lado para otro para tratar de agarrar a los jugadores de Instituto. Más allá de la experiencia del mendocino, cabe una vez más la pregunta: ¿está para jugar como único “5”?

La primera parte, además, se hizo muy cortada por la gran cantidad de infracciones. Hubo 19 en un solo tiempo. Para dimensionarlo basta con revisar las estadísticas de un par de partidos de Champions en Europa: en el empate del Barcelona y Atalanta se cometieron 20 faltas en los 90 minutos. Y en la victoria del Manchester City al Brujas hubo solo cinco en todo el encuentro.

En el segundo tiempo, el juego fluyó más porque River arrancó con otro ímpetu y con tres atacantes, dado el ingreso de Gonzalo Tapia. Pero el chileno, en la primera que tocó, se perdió un gol increíble luego de que Roffo se tirara para sacar un remate a Acuña.

Esa acción fue otro espejismo. River no logró generación de juego y, por lo tanto, careció de llegadas. Gallardo mandó a la cancha a Driussi para tener más presencia ofensiva aunque en su vuelta a Núñez se notó la inactividad de tres meses del delantero. Probó también con Matías Rojas, el salvador en Vicente López, pero le costó entrar en juego. Para el último tramo apareció otro rival para River: el cansancio. Sobre todo, en los más grandes. Pero quedaba una bola más. Y River fue por ella. Y Montiel la transformó en grito de gol.

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