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Boca frenó los silbidos gracias a un blooper de Centurión: le ganó a Independiente Rivadavia y se desahogó en la Bombonera

La Bombonera es un cóctel de emociones. De los silbidos y el “huevo, huevo, huevo” que se grita en el entretiempo, los hinchas hacen un pogo azul y oro y cantan que están “bailando de la cabeza”. En definitiva, es un fiel reflejo de un equipo que esta vez gana, pero no termina de convencer. Los resultados mandan, lógicamente. Y los tres puntos contra Independiente Rivadavia de Mendoza eran mucho más que una necesidad después de haber perdido el clásico con Racing. La victoria por 2-0, gracias a los goles de Merentiel -por un blooper del arquero visitante Centurión- y Zeballos se disfruta, claro. En el análisis, Fernando Gago deberá buscar mejores alternativas para sentar las bases que le permitan dar un salto de calidad.

A fin de cuentas, el gol llegó por un error no forzado, cuando nada le había salido a Boca en el primer tiempo y tampoco en el arranque del complemento. Pero un pase largo y malo de Milton Giménez que no logró alcanzar Miguel Merentiel se encontró con el escurridizo resbalón de Ezequiel Centurión, quien perdió la pelota inexplicablemente en la cobertura de Sheyko Studer. El uruguayo no lo desaprovechó.

Los mendocinos lamentarán su falta de contundencia. Tuvieron dos posibilidades muy claras para lograr el empate, pero Williams Alarcón le puso la rodilla a un tiro de Mauricio Cardillo y Marchesín -con ayuda del travesaño- se interpuso ante Studer. Ambas situaciones se dieron en el corazón del área chica, muy a pesar del buen partido de Ayrton Costa.

Lo mejor de Boca estuvo cuando ingresó Exequiel Zeballos. El Changuito es explosivo con espacios. Y con Independiente Rivadavia regalado en la búsqueda del empate, aprovechó cada contra. Avisó con un remate que manoteó Centurión y pegó en el travesaño. No falló después de otra diagonal desde la izquierda -donde mejor juega- y un deficiente rebote del arquero tras una bomba de Giménez.

Foto MARCELO CARROLL – CLARIN

Fue el desenlace de una noche que había comenzado con zozobras. Y tiene que ver el momento que vive Boca. Los rivales llegan a orillas del Riachuelo y se plantan sin inhibiciones. No tienen respeto reverencial por la camiseta. Al contrario, juegan en campo ajeno y complican con su estrategia. Y La Doce alienta, pero desde los costados empiezan a llegar los murmullos.

Boca no jugó nada bien en el primer tiempo. Le faltó peso en el medio, donde Independiente Rivadavia no tuvo dificultades, y creatividad. Sus armas más inquietantes para la defensa mendocina estuvieron en las bandas. Especialmente, por la derecha, donde Juan Barinaga se lanzó al ataque con decisión. Por el otro sector, fluyó Marcelo Saracchi, aunque con menor protagonismo. Sin embargo, fue muy pobre el funcionamiento colectivo. Y todo derivó en desbordes y centros para Milton Giménez, que bajó unos cuantos, pero ninguno generó peligro. Solo uno, que encontró a Miguel Merentiel de frente al arco, en una inmejorable posición, pero su disparo chocó contra las firmes manos de Centurión.

Independiente Rivadavia tuvo un mejor circuito de juego. A bordo de un 4-3-1-2 en el que Luis Sequeira fue la punta del rombo invertido, pero tuvo una buena sintonía con los volantes. Los laterales fueron ofensivos, pero sobre todo se destacó Sebastián Villa en su regreso a Brandsen 805.

El colombiano arrancó por la derecha, pero no se estacionó sobre ese sector. Fue demandante para la última línea azul y oro porque se movió por todo el frente de ataque. Por izquierda encontró un terreno fértil para meter la diagonal. El equipo mendocino fue atrevido, pero a excepción del remate mordido de Sequeira que Agustín Marchesín tapó con esfuerzo en el inicio del partido, tampoco generó muchas situaciones en el área local.

Foto MARCELO CARROLL - CLARIN Foto MARCELO CARROLL – CLARIN

A Boca le costó horrores construir fútbol porque Alan Velasco, esta vez suelto como enganche ante la ausencia de Carlos Palacios, estuvo atado y debió retroceder demasiado. Williams Alarcón, uno de los volantes más aptos para el armado, fue muy discontinuo. Más tarde, cuando se lesionó Tomás Belmonte, se sumó Rodrigo Battaglia a la zona neurálgica, pero siempre hubo superioridad numérica de los mendocinos producto de su presión.

Tan flojo fue el nivel de Boca que hubo una estruendosa silbatina camino a los vestuarios y se pidió garra. El error de Centurión le abrió el camino al éxito, Zeballos lo liquidó y los hinchas se fueron contentos, más allá de tantos desniveles.

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