BERLÍN.– En 12 años, el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) se impuso como la segunda fuerza política de Alemania, con más de 20% de intención de voto para las legislativas de este domingo. Sus ideas sobre la inmigración pesan cada vez más en el debate político del país, obligando a los partidos tradicionales a asumir parte de sus banderas.
Alemania vivió las últimas horas de una campaña legislativa tensa, donde el dinamismo de la extrema derecha consiguió imponer sus temas de predilección. Los conservadores de la democracia-cristiana (CDU) son ampliamente favoritos, mientras que los social-demócratas (SPD) del actual canciller Olaf Scholz deberían retroceder, según las encuestas. Pero es sobre todo el resultado de la AfD que tanto los alemanes como los europeos mirarán con lupa y con inquietud.
En Cottbus, ciudad de 100.000 habitantes situada a 120 kilómetros al sudeste de Berlín, la extrema derecha obtuvo uno de sus mejores escores en las últimas legislativas de 2021. Este sábado, el partido neonazi organizó su último mitín en una plaza del centro.
“El terror puede llegar en cualquier momento a nuestra ciudad”, advierte desde la tarima René Springer, diputado AfD saliente del Brandeburgo, en campaña para su reelección, aludiendo a los ataques islamistas de los últimos meses, que costaron la vida a numerosas personas.
Varios centenares de simpatizantes lo escuchan con atención. Punto central de la reunión: la candidata a la cancillería y líder de la formación, Alice Weidel, debe enviar un mensaje por videoconferencia. Cuando aparece, vestida con un pullover de cuello alto blanco y su tradicional blazer azul marino, es acogida con una auténtica ovación. El eslogan “Alice für Deutschland” (”Alice para Alemania”) —que recuerda extrañamente al eslogan nazi “Alles für Deutschland” (Todo por Alemania), es cantado a coro por la asistencia, mientras que las mujeres lanzan “¡Alice, te queremos!”.
Otros videos difundidos por las dos pantallas instaladas en la sala calientan el ambiente. Uno de ellos parodia La Guerra de las Galaxias: de un lado el “imperio wokista” representado por los líderes de los partidos tradicionales, del otro la “rebelión democrática” de la AfD. Todo con Elon Musk haciendo transportar por soldados en color turquesa —el color del partido— una Angela Merkel derrotada. En la sala, es una explosión de risas y aplausos.
La extrema derecha es actualmente un actor de primer orden de la vida política alemana. Los sondeos la colocan por encima de los 20% de intenciones de voto, lo que la convierte en la segunda fuerza política del país. En las últimas legislativas de 2021, había llegado al 10%. Pero, en 12 años de existencia, ese partido libertario, creado por disidentes de la derecha clásica, consiguió extender su influencia mucho más allá de los Lander de la ex Alemania del este (RDA), sus primeros bastiones.
“En la sociología de los electores de la AfD, hay actualmente personas que estuvieron muy a la izquierda y que giran hacia la extrema derecha. O decepcionados de la política para quienes la AfD es el único partido que nunca probaron. Estos están dispuestos a hacer tábula rasa. Entre ellos hay verdaderos neonazis, pero también muchos alemanes de la pequeña clase media”, analiza Jacques-Pierre Gougeon, director del observatorio de Alemania en el Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRSI).
En la sala de Cottbus, todas las edades y condiciones sociales están representadas. Pero los temas son recurrentes: inseguridad, derrumbe económico y ese eterno “tsunami” migratorio, para satisfacción de Springer.
“Cada vez que la AfD organiza una reunión se nota nuestro avance”, asegura con entusiasmo.
Springer confía más que nunca en los resultados de este domingo: en Cottbus, la AfD llegó en segunda posición hace cuatro años con poco menos de 26% de los votos. Esta vez debería llegar en primer lugar.
“La AfD es el único partido que puede salvar a Alemania”, explica Otto, 25 años, adherente desde hace un mes.
“Las fronteras están abiertas, la economía va mal, los impuestos son demasiado altos y, en mi escuela, yo era el único verdadero alemán”, este empleado de una empresa de mudanza, con una hija pequeña, que se declara inquieto por su situación personal. “Será muy difícil vivir como mis padres, con el mismo nivel de confort. Y será todavía más difícil para mi hija”, agrega. Un argumento que acompaña a todos los jóvenes simpatizantes de las extremas derechas a través de Europa.
Unos metros más lejos, Hanna, 31 años, madre de dos niñas, también votará por la AfD. “Tengo miedo por mis hijas. El país cambió. Ya no se puede salir sin temor. La AfD es el único partido que piensa en nosotros”, dice.
La AfD coloca en el centro de su discurso el rechazo a la inmigración y la defensa de una política de seguridad. Y el partido se ha visto justificado con la multiplicación de los atentados, como el del 13 de febrero en Múnich, cuando un afgano a quien se le había negado el asilo lanzó su vehículo contra la gente, dando muerte a una madre y su hija e hiriendo a otras 36 personas.
El partido conoció sus primeros sucesos electorales después de 2015, cuando Angela Merkel decidió abrir las puertas a cerca de un millón de refugiados sirios e iraquíes. Desde entonces, la extrema derecha alemana no cesó de endurecer su discurso contra los migrantes. Alice Weidel, la candidata a la cancillería, ha hecho campaña predicando el restablecimiento de los controles permanentes en las fronteras y las expulsiones masivas.
“Lo digo tres honestamente, si esto debe llamarse ‘remigración’, pues será ‘remigración’”, lanzó en el congreso del partido en Risa, el 12 de enero.
Los partidos tradicionales mantienen sus distancias: respetan el sacrosanto brandmauer o “cordón sanitario” (en español) entre ellos y la AfD. Tanto, que la extrema derecha no tiene ninguna responsabilidad a nivel nacional o incluso regional. El candidato conservador y favorito de este domingo, Friedrich Merz, asegura que no formará coalición de gobierno con la AfD. No obstante, recuperó en su campaña buena parte de su programa. Merz defiende la detención sistemática de extranjeros sin documento de residencia en las fronteras, e incluso provocó una auténtica agitación popular aceptando el apoyo de la AfD en el Bundestag (parlamento) sobre la política migratoria.
La AfD también hace campaña por la defensa de los valores familiares. Pretende que Alemania salga del euro, deje la Unión Europea y levante las sanciones contra Rusia.
Durante la campaña, Weidel recibió el apoyo inesperado de Elon Musk a través de una tribuna en su red X. Y el viernes 14 de febrero, fue recibida por el vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance, hecho que consternó no solo de los alemanes, que no olvidan los padecimientos provocados por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, sino al resto de Europa.
Esos episodios provocaron una masiva reacción de buena parte de la sociedad alemana, que salió a las calles a manifestarse en contra de la AfD. Cerca de 40.000 personas desfilaron en Berlín el 16 de febrero para denunciar los propósitos de Vance. El 8 de febrero fueron 250000 en Munich, mientras que entre 160.000 y 250.000 habían desfilado el 2 de febrero en la capital alemana contra la posibilidad de que la formación neonazi llegue al poder bajo el lema “(Todos) de la mano, somos el cordón sanitario”.
Si la AfD es hoy la principal fuerza política entre los jóvenes de 18-29 años, es porque la formación controla muy bien su comunicación a través de las redes sociales.
“La AfD lanzó su estrategia numérica mucho antes que los otros partidos democráticos y se profesionaliza cada vez más”, comenta Xavier Degraux, experto en redes sociales. “La AfD se distingue por su gran capacidad de adaptación a los ‘públicos-target’, a los cuales propone contenidos precisos. Esto concierne a los hombres, a los jóvenes, y a las mujeres, con un contenido ‘romantizado’ del ama de casa. Pero también —y es una novedad—, a los electores de origen turco”, agrega.
Varias veces, la formación neonazi estuvo a punto de ser prohibida. Incluso fue colocada bajo vigilancia de la Oficina de Protección de la Constitución. Pero la Corte Constitucional, única que puede excluirla, jamás se decidió a dar ese paso. Y hoy es demasiado tarde
“El problema es que la ausencia de prohibición dio una forma de legitimidad al discurso de la AfD, mostrando que es posible lanzar impunemente propósitos extremistas”, lamenta Degraux.
Con 10% de votos en las últimas elecciones de 2021, la AfD instaló 78 diputados sobre los 709 de la Cámara Baja. En octubre de 2023, el partido de Weidel avanzó en los Lander del oeste, obteniendo 14,6% de las boletas en las elecciones regionales de Baviera. En 2024, en las regionales de los Lander del este del país de Sajonia y Turingia, la AfD obtuvo respectivamente 30,6% y 32,8% de votos.