DAMASCO.- El presidente sirio, Ahmed al-Sharaa, pidió el domingo “unidad nacional” después de tres días de enfrentamientos que derivaron en la oleada de violencia más mortífera en 13 años de guerra civil, que enfrenta a los leales del depuesto presidente Bashar al-Assad con los nuevos gobernantes islamistas del país y dejaron más de mil muertos, en su mayoría civiles alauitas.
Los enfrentamientos continuaban por cuarto día consecutivo en la región costera del oeste de Siria, densamente poblada por miembros de la minoría alauita. El máximo comandante de un grupo armado kurdo sirio, cuyas fuerzas libran una batalla separada con Turquía, culpó a las facciones islamistas respaldadas por el gobierno de Ankara de algunos de los actos de violencia más inquietantes: las supuestas ejecuciones de civiles pertenecientes a la secta alauita de Al-Assad. Turquía no respondió inmediatamente a la acusación.
La oficina del presidente interino Al-Sharaa dijo que estaba formando un comité independiente para investigar los enfrentamientos y los asesinatos cometidos por ambos bandos. Los sirios han difundido vídeos gráficos de ejecuciones a manos de combatientes.
La violencia empezó con un ataque el jueves de los partidarios de Al-Assad contra las fuerzas de seguridad en la ciudad de Jablé, en la gobernación de Latakia, en el oeste. Esta región es la cuna de la comunidad musulmana alauita de la que proviene el clan Al-Assad. Según la ONG Observatorio de los Derechos Humanos (OSDH), que cuenta con una amplia red de fuentes de información en Siria, desde el jueves 745 civiles alauitas murieron en las regiones de la costa y las montañas de Latakia a manos de las fuerzas de seguridad y de grupos afiliados.
Una fuente de seguridad siria dijo que el ritmo de los combates se había ralentizado en torno a las ciudades de Latakia, Jablé y Baniyas, mientras las fuerzas buscaban en las zonas montañosas circundantes, donde se calcula que se escondían unos 5000 insurgentes pro-Assad.
“Más de 50 personas, familiares y amigos, han sido asesinados”, dijo un habitante alautia de Jablé que no quiso identificarse.
Al-Sharaa, que se enfrenta al reto de gobernar un país plagado de tensiones entre facciones, instó a los sirios a no dejar que las tensiones sectarias desestabilicen aún más el país. ”Tenemos que preservar la unidad nacional y la paz interna, podemos vivir juntos”, dijo el líder en una mezquita del barrio de Mazzah, en Damasco, donde pasó su infancia.
”Tengan la seguridad sobre Siria, este país tiene las características para sobrevivir (…). Lo que está ocurriendo actualmente en Siria está dentro de los desafíos esperados”, agregó.
Tras el ataque del jueves, el Ministerio del Interior anunció el envío de “refuerzos adicionales” para “restablecer la calma” en Qadmus, un pueblo de la provincia de Tartús, donde “buscan a los últimos hombres leales al antiguo régimen”.
La agencia oficial siria Sana informó de “enfrentamientos violentos” en Taanita, un pueblo en la montaña de esta misma provincia, donde se refugiaron “numerosos criminales de guerra afiliados al régimen derrocado y grupos de hombres leales a Al-Assad que los protegen”.
Los rebeldes liderados por el grupo islamista sunita Hayat Tahrir al-Sham de Al-Sharaa derrocaron al gobierno de Al-Assad en diciembre. Al-Assad huyó a Rusia, dejando atrás a algunos de sus asesores y partidarios más cercanos, mientras que el grupo rebelde encabezó el nombramiento de un gobierno interino y asumió el control de las fuerzas armadas de Siria.
El derrocamiento de Al-Assad puso fin a décadas de gobiernos dinásticos marcados por una severa represión y una devastadora guerra civil que comenzó como un levantamiento pacífico en 2011. La guerra -en la que los países occidentales, los Estados árabes y Turquía apoyaron a los rebeldes, mientras que Rusia, Irán y las milicias leales a Teherán respaldaron a Al-Assad- se convirtió en un teatro de conflictos por poder entre un caleidoscopio de facciones armadas con lealtades y agendas diferentes.
Cientos de miles de personas han muerto y millones de sirios han sido desplazados.
Desde el derrocamiento de Al-Assad, los grupos apoyados por Turquía se han enfrentado a las fuerzas kurdas que controlan gran parte del noreste de Siria. Israel ha atacado por separado instalaciones militares en Siria y está presionando a Estados Unidos para que mantenga a Siria débil, según han declarado fuentes a Reuters.
Mientras tanto, la infraestructura de Siria está diezmada por la guerra y las sanciones estadounidenses de la era de Al-Assad siguen en vigor, lo que agrava el reto de estabilizar el país.
Estados Unidos instó a las autoridades sirias a exigir responsabilidades a los “terroristas islámicos radicales” que han matado a personas y dijo que apoya a las minorías religiosas y étnicas del país. El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Turk, también pidió a los líderes interinos que exijan responsabilidades a los perpetradores.
Agencias Reuters y AFP