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El inesperado “efecto Trump” que impulsa a los líderes de centro y desencaja a los populistas de derecha


LONDRES.- En Gran Bretaña, un apagado primer ministro de pronto es un gran estadista, mientras que su prometedor rival populista quedó de rodillas. En Canadá, el gobernante Partido Liberal tiene una chance de ganar una elección que durante mucho tiempo les pareció inalcanzable. En Alemania, el entrante canciller centroderechista domina la agenda pública tras una elección que muchos temen haya sido un salto trascendental para la ultraderecha europea.

A medida que la estrategia de “conmoción y pavor” de Donald Trump se irradia por todo el mundo, la política global se empieza a reconfigurar de maneras inesperadas.

Su andanada arancelaria y sus amenazas contra la alianza transatlántica lograron resucitar a líderes centristas que están recuperando popularidad por estar dispuestos a plantarse frente al presidente norteamericano. El choque de Trump con Ucrania y su giro a favor de Rusia lograron desencajar a los populistas de derecha desde Gran Bretaña hasta Alemania, coartando por el momento su intento de capitalizar el regreso de Trump a la Casa Blanca.

“La gran ironía es que Trump termina siendo el gran unificador de Europa”, dice Constanze Stelzenüller, experta en relaciones transatlánticas de la Brookings Institution. “No hay palabras para describir el shock de los europeos con lo que está pasando”.

El líder liberal Mark Carney sonríe al pronunciar su discurso de victoria durante el anuncio del liderazgo liberal en Ottawa, Ontario, el domingo 9 de marzo de 2025Adrian Wyld – The Canadian Press

Pero las consecuencias del “efecto Trump” van más allá de Europa. En México, la presidenta Claudia Sheinbaum sumó elogios —y astronómicos números a favor en las encuestas— por haber manejado con la cabeza fría el asunto de los aranceles con Trump. Mark Carney, un banquero central, fue catapultado al liderazgo del Partido Liberal canadiense con un apabullante 86% de los votos de un electorado convencido de su capacidad para manejar una guerra comercial con Estados Unidos.

El partido de Carney, que durante los gobiernos de Trudeau quedaba a la zaga de los conservadores por dos dígitos, ahora acortó distancia y coloca a los llamados liberales (progresistas) a un paso del triunfo en unas elecciones que Carney seguramente convocará muy pronto. Al líder conservador, Pierre Poilievre, le está costando recuperar impulso, y los liberales no tardaron en pintarlo como un Trump canadiense.

En Europa, que ha sido vulnerable a la misma marea populista que aupó a Trump de nuevo al poder, las políticas del presidente norteamericano han estabilizado a los gobiernos de líderes tradicionales que venían con problemas de estancamiento económico y malestar generalizado de la población. Plantarse frente a los aranceles norteamericanos y unirse para enfrentar a un aliado que se comporta más como un adversario ha demostrado ser una buena estrategia política.

El vértigo diplomático del primer ministro Keir Starmer —que trata de reunir una fuerza europea de paz para Ucrania y al mismo tiempo intenta salvar la alianza con Washington— ha recibido elogios de todo el espectro político británico. Y después de sus desalentadores primeros seis meses de gobierno, las cifras de Starmer en las encuestas se han recuperado, aunque su índice de aprobación neta sigue estando por debajo de lo esperado.

“Necesitaba desesperadamente algo, y ese algo llegó”, dice Tim Bale, profesor de ciencias políticas de la Universidad Queen Mary, Londres. “No es poca cosa que un primer ministro tenga un buen desempeño en el plano global”.

También es muy significativo que Nigel Farage, el líder populista del partido insurgente y antiinmigración Reform UK, haya caído por primera vez desde que ganó las elecciones al Parlamento británico, en julio pasado.

Farage, aliado histórico de Trump, le está costando defenderse de quienes lo acusan de simpatizar con el presidente ruso, Vladimir Putin. Criticó al presidente Volodimir Zelensky por no ir de traje a su reunión con Trump en la Casa Blanca, incluso cuando ya era claro que la mayoría de la opinión pública británica se había alineado con el líder ucraniano en su enfrentamiento con el presidente estadounidense.

El presidente estadounidense Donald Trump escucha a Nigel Farage (der.) hablar durante un mitin de Make America Great Again en el Aeropuerto Phoenix Goodyear, Arizona, el 28 de octubre de 2020BRENDAN SMIALOWSKI – AFP

Según los analistas, Farage podría sentirse amedrentado porque Elon Musk, el aliado megamillonario de Trump, elogió a Lowe en enero, mientras que le retiró su respaldo a Farage, diciendo que “no tiene lo que hace falta”. En una reciente entrevista en un diario, Lowe se quejó de que bajo el liderazgo de Farage, Reform UK se había convertido “en un partido de protesta liderado por un mesías”.

Vincular a Farage con Putin, según los analistas, es más efectivo que atacarlo como enemigo del sistema político, ya que al igual que otros políticos populistas, Farage se nutre de las críticas del establishment.

“La estrategia que no ha funcionado es apuntar con el dedo a los populistas diciendo que son el enemigo”, señala Ben Ansell, profesor de instituciones democráticas comparadas de la Universidad de Oxford. “Lo que funciona mucho mejor es señalar a un enemigo externo e intentar vincularlos con él”.

Para Farage, su alianza con Trump también se está convirtiendo en una carga, apunta Ansell, y no solo porque el norteamericano es impopular en Gran Bretaña, sino también porque su caótica estrategia de gobierno priva a sus aliados extranjeros de éxitos notables —en inmigración, por ejemplo, o en política económica— que puedan destacar.

A pesar de los triunfos electorales de la extrema derecha en Alemania, los Países Bajos, Polonia y Austria, afirma Ansell, es posible que Europa haya superado su momento de “máximo populismo”. En Austria, a pesar de obtener la mayoría de los votos, el ultraderechista Partido de la Libertad quedó fuera del gobierno cuando tres partidos tradicionales formaran una coalición alternativa.

Friedrich Merz, líder de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), habla durante una conferencia de prensa en la sede del partido en Berlín, Alemania, el lunes 24 de febrero de 2025Martin Meissner – AP

En Alemania, en las elecciones del mes pasado, el ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) se alzó como el segundo partido más grande, solo detrás de los Demócratas Cristianos, liderados por Friedrich Merz, el futuro canciller. Sin embargo, muchos analistas esperaban que AfD tuviera un desempeño incluso mejor, dado el respaldo público que tuvo de parte de Elon Musk y del vicepresidente norteamericano, J. D. Vance.

“Que el 20% de la gente votara por un partido antisistema y prorruso ya es lo suficientemente malo”, dice Stelzenmüller, “pero está claro que todo lo que hicieron Musk y Vance para ayudarlos no sirvió para nada”.

Tanto en Gran Bretaña como en Alemania, los analistas dicen que el panorama político podría cambiar de nuevo. Señalan que la promesa de Starmer de aumentar el gasto militar obligará al Partido Laborista a compensarlo dolorosamente con impuestos y recorte del gasto, posibles medidas que ya generan divisiones internas. Y el reciente éxito de Starmer a nivel global podría resultar efímero si no logra revertir la situación económica de su país y mejorar los servicios públicos.

En ese sentido, el gobierno de altibajos de Starmer tiene un punto en común con el de Trump, aunque el caótico debut del norteamericano hasta ahora haya beneficiado al primer ministro y a otros mandatarios de centro.

El resplandor de las primeras semanas de Trump se ha apagado rotundamente, y tanto en política exterior como en resultados económicos, el panorama se ha vuelto muy sombrío”, concluye Ansell.

Por Mark Landler

Traducción de Jaime Arrambide

The New York Times

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