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Francisco Cerúndolo avanza en Indian Wells, pero ¿es crack?

Transcurrían los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro y el seleccionado de voleibol acababa de terminar la primera fase en el Maracanazinho para quedar en el primer lugar del grupo B tras las victorias frente a Irán, Rusia, Cuba y Egipto. Julio Velasco, el célebre entrenador platense y conductor de aquel equipo, se quedó conversando de una manera informal con un grupo de periodistas y les lanzó una sentencia cuando alguien le dijo que Argentina podía aspirar a una medalla por la cantidad de «cracks» que tenía aquel equipo. Esa sentencia se convirtió en toda una enseñanza. «Los argentinos nos equivocamos cuando definimos como ‘crack’ a cualquiera que se destaque en un deporte. Ser ‘crack’ es otra cosa y esta Selección no tiene cracks», disparó.

En la riquísima historia del tenis argentino no abundan los cracks entre los hombres. En ese rótulo pueden ubicarse apenas Guillermo Vilas, David Nalbandian y Juan Martín del Potro. Alguno podría sumar a Guillermo Coria a ese grupo. Y no estaría mal. Pero ahí se debe terminar la lista. Argentina tuvo -y tiene- muy buenos jugadores. Y aunque muchos de ellos llegaron incluso hasta ser top ten o ganaron o fueron finalistas de torneos de Grand Slam, aquel rótulo les queda grande.

Sin cracks, entonces, ¿puede algún argentino de los actuales llegar al top ten o definir uno de los cuatro torneos que marcan la historia? Parece difícil sino imposible encontrar algún nombre que alcance semejantes logros. Ni Francisco Cerúndolo, Sebastián Báez, Tomás Etcheverry, Camilo Ugo Carabelli, Mariano Navone o Francisco Comesaña -por nombrar los top 100 del presente- son cracks. Hacen las cosas muy bien, son súper profesionales y les sacan el jugo a sus virtudes pero para estar bien arriba les falta.

Hoy el tenis está muy parejo y meterse dentro de los diez mejores no parece tan complicado como, por ejemplo, lo era en un pasado no muy lejano. Porque hoy, entre el octavo y el 16° del mundo por ejemplo, no hay casi diferencias. Si se dan ciertos factores como que algún top ten esté afuera del circuito por unos meses por una lesión o que algunos cuadros importantes se abran, puede darse el ingreso a la elite. Para eso también es indispensable sumar en los torneos grandes y, en cuanto al juego, tener más «picos» de rendimiento durante la temporada.

Entre los argentinos el que más chances tiene de saltar la última barrera -ya fue 19° del mundo- es Francisco Cerúndolo. Se dijo en este espacio: el número 1 argentino se potencia en los grandes torneos y ante los mejores adversarios y eso le da un plus a su juego que no tiene el resto de sus compatriotas. Indian Wells, esta semana, es un ejemplo de ello. Cerúndolo está trabajando en un primer saque más pesado, en una devolución del segundo servicio más ganador, en trabajar lo que se llama «pelota de mínima» que es mantenerse en el punto y en valorarse más en una superficie como el cemento en la que ya consiguió muy buenos resultados.

El estadounidense Brad Gilbert dijo alguna vez que en un partido de tenis hay un 5 por ciento de puntos geniales propios, un 5 por ciento de puntos brillantes del adversario y un 90 por ciento de puntos más «terrenales» en los que cualquiera puede imponerse. En eso también trabaja Cerúndolo. Ese que difícilmente sea crack pero al que le alcanza para ser top ten. O, al menos, intentarlo.

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