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San Lorenzo no pudo llegar a la punta en el silencio de Mendoza

Los partidos a puertas cerradas tienen ese no sé qué. Será el silencio de los ausentes que amplifica todo lo que dicen los jugadores y cuerpo técnico que revela lo que pocas veces se escucha. Nada del otro mundo, pero es divertido escuchar que más de la mitad de las indicaciones son los mismos ruegos que se pueden escuchar de un hincha bien metido con lo que está pasando en el campo de juego. Eso, básicamente, fue lo más entretenido del partido entre Godoy Cruz y San Lorenzo, que terminó sin goles.

Por eso cada una de las situaciones que no terminaron en gol, las divididas y cualquier otra no estuvieron completas sin sus indicaciones desde el banco: ¡pegale, arriba-arriba, ahí nomás, dale, dale, dale!. En cada grito una palabra clave para conectar con lo practicado en la semana. El Ciclón trabajó para llevarse los tres puntos que fue a disputar a Mendoza. Valían para imponer las condiciones en el inicio de a fecha 10, pero con el empate que consiguió debió conformarse con mantener su posición en la tabla: con sus 18 puntos se asegura el cuarto lugar en la Zona B.

El equipo de Miguel Angel Russo hilvanó algunas ideas que le permitieron estar frente al arco que defendió Franco Petroli y, a duras penas, probarlo. Estuvo más cerca la visita, con un ping pong a favor de 4 a 2 en el primer tiempo y tablas en el segundo. El arquero respondió en algunas y la falta de definición terminaron de explicar la falta de goles.

Lo que parecía atractivo al comienzo, eso de escuchar todo lo que se dice en una cancha vacía, perdió el encanto con el correr de los minutos. Ni goles ni frases celébres para pasar el rato. A diferencia de la primera parte, en la segunda se sucedieron las faltas. Se abrió el partido, pero no por capacidad sino por la sensación de que si uno de los dos hacía lo que parecía imposible, un gol, se quedaría con la victoria.

Así como el Ciclón dominó las situaciones al comienzo, el final fue del Tomba. No tanto mano a mano frente a Orlando Gil, sino por tener la pelota e intentar con desbordes sobre los costados.

Con el correr de los minutos, sobre todo cuando el final quedaba más cerca, San Lorenzo pareció acotar su ambición al punto que tenía desde el comienzo. Volver con algo a Buenos Aires era más negocio que hacerlo con las manos vacías. Dejó de arriesgar, se cuidó y le dio al local la responsabilidad de hacer algo con la pelota.

El partido se planchó, ni el VAR se impuso -tampoco hubo jugadas que lo reclamaran- para, con una polémica, avivar la noche. Solamente en la última, un desesperado Jhohan Romaña le reclamó al árbitro Luis Lobo Medina un penal. “Mírala, mírala”, rogó sin éxito. Muchos gritos, poco fútbol.

El negocio fue para el Ciclón, por haber quedado anclado en la tabla y no para el equipo mendocino, que desde que un adolescente le tiró un caño a un árbitro asisntente juega a puertas cerradas, paga multas y, además, le descontarán tres puntos cuando termine el campeonato. Necesita sumar, pero mucho. Cada vez que empata, en la cuenta que hacen los hinchas faltan puntos para saldar los del castigo.

Pero sin patear al arco, dificilmente logre una buena cosecha: en la segunda parte el Tomba solo se apuntó con una situación. Tampoco fue más el Ciclón, pero el plan era otro. Como si Russo supiese que este punto puede ser fundamental al final de las cuentas. El empate, fue lo más lógico en una noche de gritos y susurros.

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