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Viktor Orban, el controvertido primer ministro que complica a la UE con sus posiciones cada vez más duras


PARÍS.- Como la mayoría de las grandes familias, la familia europea cuenta con una oveja negra: el primer ministro de Hungría, Viktor Orban. Los otros 26 miembros del bloque deben lidiar con ese ultranacionalista que se opone a todo, por principio, y que, desde la reelección de Donald Trump en Estados Unidos, ha endurecido aún más sus posiciones.

Ahora rechaza todo apoyo a Ucrania, hizo votar el retiro de Hungría de la Corte Penal Internacional (CPI) y apoyó al candidato de extrema derecha en las elecciones presidenciales rumanas. También se lo sospecha de haber espiado a la Comisión Europea (CE), mientras que, cuando se trata de ampliar la Unión Europea (UE), la confrontación alcanza la estratósfera.

“Viktor Orban no quiere salir de la Unión Europea, sin la cual no podría sobrevivir. Dice que quiere cambiarla desde dentro”, afirma Jean-Dominique Giuliani, presidente de la Fundación Robert Schuman.

Y los castigos parecen resbalarle. En 2018, el Parlamento Europeo decidió activar contra Hungría el “artículo 7″ del Tratado, que puede llevar a la suspensión del derecho a voto en el Consejo. Sin embargo, desde entonces, el premier húngaro no volvió a alinearse.

El primer ministro húngaro, Viktor Orban, se dirige a sus partidarios frente al Parlamento húngaro en Budapest, Hungría, el 23 de octubre de 2025, al final de una «Marcha por la Paz» y durante una manifestación para conmemorar el 69.º aniversario del levantamiento húngaro contra la ocupación soviéticaFERENC ISZA – AFP

Orban multiplica las provocaciones y parece conocer solo un método: el “no”. Tras arduas negociaciones sobre la política migratoria o el pacto verde, el principal motivo de parálisis hoy es la adhesión de Ucrania a la UE. Y cada vez, los europeos saben que, para salir del estancamiento, tendrán que mostrar creatividad, ya que el visto bueno de los 27 es necesario para abrir capítulos de negociación. Por eso, tras el receso estival, el presidente del Consejo Europeo, António Costa, tuvo una idea: ¿y si esta decisión se tomara por mayoría calificada, en lugar de por unanimidad?

En septiembre, el portugués visitó las capitales. El 10 de septiembre estuvo en Budapest, el 15 en Roma, el 16 en París… De regreso a Bruselas, estaba convencido de que su idea marcharía: pensaba haber encontrado la solución para superar el bloqueo. Pero en Copenhague, a principios de octubre, sus esperanzas se desvanecieron: frente a los primeros ministros y presidentes del bloque, Viktor Orban se opuso frontalmente a esa opción que no había descartado días antes.

“António Costa se equivocó, Orban se burló de él”, resume un diplomático.

Viktor Orban y Donald Trump durante una reciente cumbre en Egipto por la guerra de Gaza EVAN VUCCI – POOL

Una fuente diplomática de Bruselas describe al primer ministro húngaro como “un estratega que sabe cómo lograr sus fines”. En la escena nacional, critica duramente a la UE y llama a su destrucción. En Bruselas, pone palos en las ruedas a sus colegas.

“Viktor Orban está en todos los bloqueos. Cada vez que se trata de la ampliación, de sanciones dirigidas a Rusia y del préstamo de reparación a Ucrania, pone su veto. ¡Está peor que nunca!“, se alarma el eurodiputado ecologista Daniel Freund.

Peor aún, Hungría parece haber montado, entre 2012 y 2018, una red de espionaje dentro de las instituciones europeas. Esa actividad fue revelada el 9 de octubre por varios medios europeos, incluido el sitio húngaro de investigación Direkt 36. Orban presionaba a funcionarios húngaros que trabajaban en las instituciones para obtener información, parte de la cual habría llegado a Moscú. El escándalo causó un inmenso revuelo en Bruselas y dañó aún más la imagen del premier húngaro.

“El gobierno húngaro juega a fondo la carta de la obstrucción en la mesa del Consejo. En las discusiones sobre migración y asilo, siempre podía avanzar y luego no implementar las reglas. Para la ampliación, es diferente: sabe que su decisión afecta a toda la estructura de la Unión. De modo que tiene más margen de maniobra”, resume Giuliani.

Viktor Orban junto a Vladimir Putin en una reunión en el Kremlin de julio de 2024Vivien Cher Benko/HO – MTI

Esta semana, los dirigentes europeos se reunieron en cumbre en Bruselas para estudiar, justamente, la posibilidad de utilizar los fondos rusos congelados en Europa, convirtiéndolos en un préstamo para Ucrania, que debería devolverlos en caso de que, llegado el momento, Rusia pagara una indemnización de guerra. Y si bien no se tomó ninguna decisión debido a la oposición de varios países por diversas razones, Orban estaba listo para activar “su modus operandi habitual: extorsionar hasta obtener algo a cambio“, analiza un diplomático holandés.

En 2022, cansada del incumplimiento del Estado de derecho en Hungría, la Comisión bloqueó 22.000 millones de euros de fondos asignados a Budapest. Pero en 2023, 10.000 millones de euros fueron “descongelados”, a cambio de que Hungría levantara su veto sobre la decisión de abrir las negociaciones de adhesión de Ucrania. En 2024, cuando la UE acordó un paquete de 50.000 millones de euros a Kiev, “Viktor Orban se fue al baño”, recuerda una fuente diplomática francesa. Así, la decisión pudo ser adoptada en su ausencia. Pero el premier húngaro ya está amenazando con oponerse al presupuesto 2028-2034 de la UE si el resto de los fondos suspendidos no se desbloquea.

En el Parlamento Europeo, algunos miembros recuerdan que solo el 55% de los fondos que pueden ser congelados en el marco de la política de cohesión, lo están.

“Si Hungría sigue abusando de su veto, se podrá aumentar ese porcentaje”, advierte el diputado. En cuanto a la adhesión de Ucrania, es difícil imaginar un cambio en las reglas: acabar con la unanimidad requerida requiere una decisión… por unanimidad.

“Una expresión inglesa dice que es como si los pavos votaran a favor de la Navidad. Viktor Orban nunca levantará su veto”, predice la misma fuente.

Viktor Orban a su llegada a una cumbre de la UE en Bruselas, donde suele desplegar su táctica de bloqueos y vetos CONSEJO EUROPEO – CONSEJO EUROPEO

El gran problema es que Orban, aun estando jaqueado en su propio país, sabe muy bien aprovechar la desorientación actual de las sociedades europeas.

El 18 de mayo, miles de manifestantes recorrían las calles de Budapest para protestar contra una propuesta de ley que ponía en peligro a las ONG y a los medios de comunicación, acusados de “amenazar la soberanía del país”. Vale la pena mencionar ese texto, porque refleja el giro represivo emprendido por Orban desde hace 15 años.

La razón de ese giro político de la opinión pública húngara es que su partido, la Alianza de Jóvenes Demócratas (Fidesz), ya no simboliza ni la juventud ni la democracia. En vísperas de las elecciones legislativas, en la primavera boreal de 2026, Budapest es regularmente escenario de concentraciones de opositores a un poder cada vez más personalista. La corrupción es familiar y clánica. La dirección del partido está organizada alrededor de fieles del líder que acaparan poder y capitales.

Los manifestantes de mayo pasado se oponían a una ley particularmente liberticida, copia de una ley rusa de 2012, que calificaba como agente extranjero a toda organización que recibiera apoyo externo, con una batería de medidas de control y represión. Y si bien, bajo la presión europea y la oposición interna, la ley quedó finalmente en proyecto, a partir la instauración de la Autoridad para la Protección de la Soberanía en 2023, Orban trata de imponer el miedo, reducir tanto la vida asociativa, la disidencia, como el periodismo de investigación.

La Marcha del Orgullo de junio pasado en BudapestPETER KOHALMI – AFP

Se trata de salvar el Sistema de Cooperación Nacional: “trabajo, hogar, familia, salud, orden”. Lanzado el 22 de mayo de 2010, ese programa afirmaba el fin de las contradicciones sociales. ¡Viva la unidad nacional bajo la dirección del gobierno! Desde entonces el líder húngaro solo anuncia victorias. Por lo tanto, la “Hungría orbanista” sigue la vía del comunismo estalinista: más anuncios de éxitos, más represión —sin que, sin embargo, corra sangre— y una sucesión de campañas negativas (contra el financista George Soros, contra Bruselas, contra las migraciones, contra Ucrania…).

Ese “sistema”, anunciado como omnisciente, terminó prohibiendo el “gay pride” en nombre de la defensa de los niños y la familia y modificando la Constitución, vigente desde el primero de enero de 2012. Y como Orban vela por implicar a las Iglesias cristianas en la vida política y en su diplomacia, éstas lo pagan siendo víctimas de un desapego progresivo.

Así, las Iglesias católicas polaca y húngara se han transformado en los últimos años en las más conservadoras dentro del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa. Un fenómeno que refuerza el eje de cooperación con el patriarcado ortodoxo de Moscú, en nombre de la lucha por los valores cristianos. Mujeres reducidas a procreadoras, homosexualidad asociada a la pedofilia, esta visión de la lucha civilizacional también fundamenta la relación con Donald Trump, a quien el primer ministro húngaro apoyó en todas las circunstancias desde su primer mandato en 2017.

“Como en Estados Unidos, la radicalización es patente. Desde enero de 2024, está claro que los discursos y las prácticas más favorables a todas las discriminaciones, pero también el cuestionamiento de los derechos fundamentales, no solo son posibles, sino alentados. La corrupción institucionalizada es aceptada. Y, sobre todo, poco a poco, avanza el renunciamiento a la idea de libertad política”, dice Giuliani.

El líder opositor Peter Magyar ondea la bandera húngara durante una manifestación en Budapest PETER KOHALMI – AFP

La bandera de la familia sirve para hacer olvidar muchas realidades. Sin embargo, a pesar de las ayudas que benefician a los más ricos y olvidan a los gitanos, no hay resultados. Tras 15 años de “orbanismo”, el país prevé la continuación del decrecimiento demográfico: menos 10 % en 20 años. Desde 2021, la administración tomó el control de la procreación asistida, sin efecto notable.

Este fracaso interno también explica la necesidad de jugar con las relaciones internacionales. Para Orban, además de Trump, la referencia es Vladimir Putin. Más allá de la solidaridad ideológica, incluso “religiosa”, y del gusto compartido por una represión que permite que los procesos electorales no den sorpresas, es el desprestigio de Ucrania lo que une a los dirigentes ruso y húngaro. Queda que la política “trumpista” pone en aprietos la inclinación pro-china del premier húngaro, por razones económicas, y que su neoproteccionismo podría disuadir a los industriales alemanes de que inviertan en Hungría.

Pero la decisión de aumentar la represión no está ligada solo a las opciones ideológicas u otros temores demográficos y económicos. Peter Magyar, el hombre que lanzó una campaña de denuncia del uso de chivos expiatorios por parte de Orban a comienzos de 2024 para ocultar el fracaso moral del “sistema”, ha creado un partido político: Tisza (Respeto y libertad), que hoy lleva más de 7 puntos de ventaja al Fidez.

Tras 15 años de poder, el apoyo popular a Orban se desmorona. Contra la pared, incapacitado para proponer una perspectiva atractiva a los húngaros, intenta impresionarlos. La reciente invitación para que una eventual —e improbable— reunión entre Donald Trump y Vladimir Putin se realice en Hungría fue la última prueba de ello.


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