Claudio Chiqui Tapia, administrador de una Selección de elite y artífice de un torneo que reescribe sus reglas en medio de la competencia

Quienes lo conocen mucho enumeran entre las virtudes de Claudio Tapia la capacidad de saber escuchar. Cuando era vicepresidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y uno de los dirigentes que comenzó a acompañar a la Selección, supo oír el reclamo de los jugadores que se sentían desamparados. Un tiempo después, cuando fue presidente, convirtió el predio de Ezeiza en un complejo deportivo que nada tiene que envidiarles a los que tienen los futbolistas en sus clubes en Europa.

Con esa misma virtud, supo construir y sostener un espacio político que lo tiene encumbrado en la AFA. Escucha a los dirigentes y, como si fuese un intérprete de voluntades, es quien moldea un torneo doméstico que, en comparación, tiene todo para envidiarles a las ligas en las que juegan los futbolistas de elite. Es que, por ejemplo, a mitad de la competencia pueden reducirse -o desaparecer- los descensos, o ampliarse la cantidad de ascensos en las categorías por debajo de la Liga Profesional.

En ese sentido, la deconstrucción es total: en el último boletín del Comité Ejecutivo oficializaron cambios en los descensos del máximo torneo femenino, que tuvo como campeón invicto a San Lorenzo. Se quitaron dos de los cuatro previstos por el reglamento 2024.

«A solicitud de la Comisión de Fútbol Femenino, por considerarlo apropiado para la consolidación y desarrollo de la disciplina, el Comité Ejecutivo aprobó reducir de cuatro (4) a dos (2) los descensos de la temporada 2024 desde la Primera ‘A’ de Fútbol Femenino», argumentó el escrito en el Boletín 6604. Otra muestra del buen oído de Tapia.

El poder de escucha de Tapia le transfiere dos caras: la misma persona que elige a un director técnico ignoto –e inexperto como lo era Lionel Scaloni- para volver multicampeona a una Selección, también puede moldear una liga local con la seriedad que le impregna el hecho que un club fiche a un streamer y lo ponga a jugar; cambiar las reglas de juego a mitad de camino o pensar en un ranking que le garantice a los mejores un lugar en las copas.

El fútbol doméstico tuvo varios cambios en la era de Chiqui Tapia, como la implementación del VAR… también en la mitad de una competencia. La introducción tecnológica se aplica en Primera División y aunque no erradicó las polémicas, su irrupción en marzo de 2022 cambió el modo de ver el fútbol.

Otro de los cambios con el sello de Tapia fueron los promedios: perdieron su vigencia en todas las categorías del Ascenso y (cuando los hay) en Primera solo determinan el descenso de un equipo, el otro se va por tabla general.

Pero no son esos los cambios que atentan contra “el producto”, como suelen definir los propios dirigentes a la competencia de Primera División (que a veces es Torneo, otras Copa, o ambas). Si existe una diferencia entre Tapia y Grondona –quien mejor cultivó el oficio de escuchar- es que Don Julio tenía un respeto irrestricto a los torneos en curso: las modificaciones eran de una temporada a la otra, jamás en medio de una.

Todo lo contrario a Tapia, que concede modificaciones in itinere. Antes de la reestructuración del Ascenso –se eliminó la Primera D y se instaló el Torneo Promocional Amateur-, en 2019 la Primera B consiguió cinco ascensos a la entonces B Nacional en lugar de los tres por los que los clubes comenzaron compitiendo. Como consecuencia, dos meses más tarde, Primera C logró en medio del torneo tres ascensos a Primera B, en lugar de los dos iniciales.

La Segunda División fue desde entonces un embudo que acumula competidores y pocas plazas para la elite. El afluente de equipos a la antesala de la Primera División no es solamente metropolitano: también llegan equipos del Federal A, un campeonato administrado por el Consejo Federal, aún más superpoblado y al que se llega de una competencia regional más fluctuante en sus cambios reglamentarios que los de la AFA.

Tapia escucha a todos, incluso cuando cambian de opinión. Cuando los dirigentes quisieron independencia de la AFA y fundaron la Superliga, Chiqui no se opuso. Estableció el porcentaje que entraría por Tesorería cada mes y se quedó con los arbitrajes. Cuando los mismos directivos de los clubes prefirieron desactivar el «doble comando”, el presidente tampoco esquivó el deseo y la Liga Profesional de Fútbol (LPF) se administra con el largo de la correa que llega desde Viamonte 1366 a las oficinas de Puerto Madero.

Con AFA a secas, Superliga o LPF, el campeonato con 30 equipos es un legado de Julio Grondona que se cristalizó post mortem y una realidad que se sostiene casi una década después, principalmente por las idas y vueltas en la cantidad de descensos.

En junio de 2022, la AFA firmó un acuerdo de cuatro años con el Consejo de Deportes de Abu Dhabi para llevar a ese lugar la Supercopa Argentina, el trofeo a partido único que enfrenta a los campeones de la Liga Profesional y la Copa Argentina. Ese año, Patronato se alzó con el torneo del que participan equipos de todas las categorías y problemas de cartel para el organizador, que no esperaba un equipo como el de Paraná.

«Ningún problema», dijeron en AFA y el 28 de diciembre de 2022 modificaron el reglamento para que la disputa fuera entre el ganador del Trofeo de campeones, que en ese momento fue Racing, y el equipo que más puntos lograba en la tabla anual, que fue Boca. A menos de un mes de la enmienda, se disputó la Supercopa Internacional.

Antes de que al fútbol (y al mundo) lo paralizara el Covid 19, los descensos en Primera serían tres. En apenas un puñado de reuniones, pasaron a dos y una promoción, la reedición del partido entre un equipo de Primera –el que se había salvado del descenso directo- y uno de la B Nacional, que no había alcanzado para ascender de manera directa. Después de ese consenso, también se eliminó el tercer potencial descenso. La pandemia suspendió la competencia y cuando se reanudó no hubo tres, dos, ni ningún descenso.

Ya sin barbijos ni Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO), el año pasado los descensos también debían ser tres, pero en la Asamblea de junio se recortaron a dos con la temporada a medio cocinar. Fue el año que perdieron la categoría Arsenal y Colón.

Este año, directamente no hubo descensos. No porque lo haya resuelto Tapia: por unanimidad de los 44 asambleístas presentes en el Coliseo de futsal del predio Lionel Andrés Messi de Ezeiza volvieron a modificar el reglamento de la competencia en curso.

¿Pero quién es Tapia sin los dirigentes y quiénes son ellos sin un presidente que los sepa oír? En esa construcción, la Selección marcha por segundo año consecutivo primera en el Ranking FIFA, con dos copas América consecutivas, un Mundial y la Finalissima. Del mismo modo, la competencia local puede empezar de una manera y terminar de otra. Todo pasa del mismo modo, con dirigentes que votan a quien mejor los escucha.

Pero la historia no es nueva y parece ser tan vieja como el fútbol: el cambio de reglamento en medio de un torneo del que se tenga registro, sucedió hace 127 años. Fue el mismo año que la AFA se afilió a la FIFA y fechó su existencia desde el 21 de febrero de 1893 como el The Argentine Association Football League. Antes del comienzo de aquel torneo, se había estipulado jugarlo a tres rondas pero se jugaron solamente dos.

Si los cambios a mitad de temporada son escandalosos, en otra época la AFA no tenía problemas por el qué dirán: en 1966 se suspendieron los descensos faltando una fecha. Al parecer, el fútbol argentino se mantiene fiel a sus orígenes.