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Diego Schwartzman venció a Jarry en un partido lleno de emociones y tendrá otra función en Buenos Aires: “Todavía no me jubilé”

“El Peque no se va, el Peque no se va. No se vaaaa. El Peque no se va”. Las voces de unas cuatro mil personas presentes en el estadio principal del Buenos Aires Lawn Tennis se unieron en un coro que hizo vibrar el aire y abrazaron a la distancia a un Diego Schwartzman emocionado, que con una sonrisa imborrable en el rostro, paseaba la mirada por las tribunas como queriendo guardarse en la memoria las imágenes de una tarde cargada de emociones. Una tarde en la cual, según marcaba la lógica, él debía brindar su última función como tenista. Pero como se dijo una y mil veces, en el deporte, la lógica no siempre manda. Y el porteño de 32 años, que eligió el Argentina Open para despedirse del tenis, se llevó una inesperada victoria por 7-6 (10-12), 4-6 y 6-3 en el debut ante el chileno Nicolás Jarry; le dio a su carrera, al menos, un capítulo más; y transformó una jornada que estaba preparada para despedirlo en una fiesta feliz e inolvidable.

“Ahora con la adrenalina me siento bien. En un ratito no voy a poder levantarme de la silla”, afirmó entre risas minutos después del partido, quien este jueves se medirá en el segundo turno (cerca de las 15:00) con el español Pedro Martínez, que derrotó al bosnio Dzumhur en primera ronda.

“La verdad no me esperaba ganar. El partido fue una lucha mental constante. Por momentos decía ‘Ya está, soltalo y listo. Disfrutá el último ratito, tirá un par de drops, a ver si te sale algún saque y red. Después llorá un ratito y ya está’. Pero después, erraba y decía ‘No, la puta madre, quiero ganar’. Cuando se estiró a tres sets, no sabía qué iba a pasar porque me estaba cansando. Pero la gente realmente me ayudó y lo pude cerrar. Y la verdad, es lo más feliz que me siento en mucho tiempo por ganar un partido ATP acá en Buenos Aires. Es espectacular”, resumió el ex número ocho del mundo esas casi tres horas de batalla en cancha.

Hay que darle crédito extra al Peque, porque el día no arrancó bien para él. “Me traicionó el inconsciente. El estómago es el único órgano capaz de decirle que no a la cabeza. Hace tres días que estoy a arroz y agua por los nervios. Y hoy me levanté con dolor de panza y tuve que tomarme como 30 pastillas para jugar”, reveló.

Su malestar y su ansiedad no se notaron en cancha. El actual 386° del ranking y campeón del torneo porteño en 2021 no jugó como el ex jugador que, como aseguró el fin de semana, ya siente ser. Corrió, pegó y luchó. Se equivocó por momentos, sí, pero nunca se desconcentró. Jarry, con el público en contra, fue errando cada vez más. Y en ese escenario, pasó lo que los argentinos querían que pasara.

Si lo que deseaba Schwartzman era disfrutar y hacerle pasar un lindo momento a la gente, lo logró. Vestido de amarillo y con gorra y zapatillas blancas, vivió cada punto como si el triunfo aún le preocupara para el futuro. Cuando tiraba afuera una pelota, fruncía el seño o inflaba los cachetes y resoplaba, con los ojos cerrados. Gestos que sus seguidores llegaron a conocer muy bien a lo largo de sus 15 años en el circuito. Cuando ganaba un punto o lograba mostrar algo de su talento, apretaba el puño y sacudía la mano, pidiendo más energía para alimentarse.

Liderada por su mamá Silvana, la más activa de un box familiar en el que no faltó nadie (padres, novia, hermanos, sobrinos…), la gente se prendió como nunca. Lo aplaudió, lo alentó le regaló varias canciones y lo empujó en todo momento. Y esa comunión entre el Peque y sus fanáticos, fue determinante en lo que pasó en la cancha.

Solo había completo silencio cuando Schwartzman se disponía a sacar (a Jarry lo molestaron bastante con silbidos perdidos en la multitud). Y cada acierto del Peque era celebrado con un griterío ensordecedor. Así ocurrió en el cierre del primer set, cuando el argentino se llevó tres puntos seguidos y pasó del 3-5 abajo al 6-5 a su favor en el tie break. Y cuando se adueñó del desempate, todos se pusieron de pie, con los puños en alto, y acompañaron un grito gutural del porteño.

«El cariño de la gente y de tus pared es lo mejor que hay. La verdad que es increíble. Siendo honesto, no sé en qué momento generé todo esto. Es tan simple como la frase trillada de ‘no me alcanzan las palabras para agradecer’, es increíble lo que se siente.Hoy lo aproveché al máximo», comentó el porteño.

Jarry hizo valer la lógica en el segundo parcial, que se adueñó por 6-4. Pero se derrumbó luego ante la presión de todo el estadio. Y el Peque, aunque había avisado en la previa que el objetivo ya no es ganar partidos, cuando quebró en el tercer set, quedó luego 5-2 y vio la victoria al alcance de la mano, no perdonó. Jugó los últimos puntos con buen tenis y mucho corazón.

La derecha larga del chileno, que le regaló el partido, desató el festejo. Schwartzman levantó los brazos y su rostro se transformó con una sonrisa enorme. Y un ensordecedor “Olé, olé, olé, olé… Diego, Diego…” bajó de las tribunas, mientras él agitaba los puños en alto.

“Todavía no me jubilé”, avisó en cancha con los ojos húmedos y la emoción reflejada en la voz. Y aunque llegó al ATP porteño sin expectativas deportivas, tras la enorme victoria ante Jarry -la primera para él a nivel ATP desde octubre de 2023- no pudo ocultar su felicidad de saber que su carrera tendrá al menos una función más. Y que este jueves será el gran protagonista de otra fiesta emocionante e inolvidable en la Catedral del tenis argentino.

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