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Eduardo Domínguez, el técnico que no tiene el celular de Dios (pero sí el de Bianchi) y parece seguir los pasos del Virrey

Le dicen Barba y se casó con Brenda, la hija de quien -aseguraban- tenía el celular de Dios. Las comparaciones pueden ser caprichosas, pero el presente de Eduardo Domínguez, el entrenador de Estudiantes y yerno de Carlos Bianchi, obliga a repasar su recorrido de éxitos, con Vélez como punto de partida.

El origen de ambos está anclado en Liniers, pero a diferencia del Virrey, el vínculo de Domínguez se cortó para siempre tras un conflicto interno con la dirigencia y una salida que lo obligó a construir su carrera con otras camisetas. Cuando colgó los botines y comenzó su periplo como entrenador, un día llegó a Estudiantes y encontró su estatura histórica.

Es uno de los pocos entrenadores de la Liga Profesional que puede jactarse de comandar un proyecto a largo plazo: está en el Pincha desde 2023 y antes de coronarse en Santiago del Estero por el Trofeo de Campeones, extendió su vínculo hasta finales del año próximo. Pero principalmente su cosecha de títulos lo puso en el bronce pincharrata: solo el fundador de la identidad del club, Osvaldo Zubeldía con seis títulos, ganó más que el Barba.

Jugó cuatro finales y ganó tres, suficientes para superar a Alejandro Sabella, que conquistó dos, y dejar atrás a Carlos Bilardo, con un título, la misma cantidad que Diego Simeone, Eduardo Luján Manera, Alberto Zozaya y Alberto Viola. De todos, es el único DT «adoptivo», sin lazos de sangre con el León.

El saludo de Eduardo Dominguez tras una nueva consagración con Estudiantes Foto: Marcelo Carroll

“Estoy feliz. Este nuevo título es el resultado de todo un año de trabajo y terminarlo así es gratificante. Gracias a la gente de Estudiantes, que siempre nos acompaña”, dijo el entrenador tras la final, casi como fuese un telegrama. De pocas palabras, Domínguez prefirió no concurrir a la conferencia de prensa y tampoco habló antes de dejar Santiago del Estero.

Es verdad que las comparaciones son caprichosas: entre Vélez y Boca, Bianchi ganó 15 títulos, seis en el Fortín y nueve en el Xeneize. Pero el derrotero de su yerno desde el comienzo de su carrera como entrenador es prometedor. A los tres títulos que lleva en el Pincha se les suman otros dos.

El primero, a cuatro años de su debut en Huracán como entrenador, fue la Supercopa Uruguaya 2019 con Nacional. La siguiente conquista fue en Colón, donde consiguió el primer título del Sabalero: la Copa de la Liga Profesional de 2021. Tras un paso irregular en Independiente y la derrota en el clásico, renunció. Y ahí entra en escena el Pincha.

Con cinco títulos entre 2019 y 2024, se acerca a los primeros seis de Bianchi entre 1993 y 1996. Claro que los de Domínguez tienen otra complejidad: en un lapso parecido, dirigió cinco clubes –al Sabalero en dos períodos- y no contó con la ventaja de su suegro, que armó cada uno de los planteles desde su llegada.

Pero el andar de Domínguez en Estudiantes tiene otra arista que lo mide con Vélez: las dos finales que le ganó -en mayo, la de la Copa, y en diciembre la del Trofeo de Campeones- equilibra otra discusión sobre el lugar que ocupan ambos clubes según sus logros deportivos: detrás de Boca (74), River (72), Independiente (45), Racing (40) y San Lorenzo (22), ahora los dos clubes ocupan el sexto lugar con 17 campeonatos, entre ligas y copas locales más copas internacionales.

En tiempos de copas express, hay una que puede definir quién ocupa ese sexto puesto porque por haber ganado el Trofeo de Campeones, Estudianes accedió a la Supercopa Internacional que lo medirá otra vez con Vélez, porque fue el mejor de la tabla anual 2024. Todavía no hay fecha para la disputa, ya que aún no se jugó la de la edición pasada, que deben River y Talleres.

El armado de Domínguez como DT

El abrazo con Federico Fernández, quien ya no estará en 2025 porque deja el fútbol. Foto: Marcelo CarrollEl abrazo con Federico Fernández, quien ya no estará en 2025 porque deja el fútbol. Foto: Marcelo Carroll

Estudiantes parece ser su lugar en el mundo. Al menos su punto de partida para conseguir aplomo. El sábado en Santiago del Estero alcanzó su 107° partido como entrenador del Pincha y sabe que 2025 será un desafío gigante: ya no contará con Enzo Pérez, Luciano Lollo, Pablo Piatti ni Federico Fernández. Se tendrá que reforzar y considerar juveniles.

En agosto, cuando enfrentó a Boca, no completó el banco de suplentes. Sentó a apenas nueve jugadores, porque bajó a seis juveniles a la Reserva. “No están a la altura”, dijo sin ser peyorativo y explicó una postura que lo pinta entero.

“Hay un cartel en el vestuario que todos ven cuando entran. Hay que merecer entrar ahí. Si somos 20, no hay problema. Si somos 18, somos 18 y no hay problema tampoco. Somos esto. La decisión de los juveniles es mía: no están a la altura todavía. Tienen que trabajar en Reserva y seguir sumando ganas de llegar a Primera. El famoso sentido de pertenencia está en el recambio”, explicó entonces, dando en la clave de un ADN que al parecer supo interpretar a la perfección.

Domínguez comenzó su carrera como DT abruptamente. Era el capitán de Huracán y los dirigentes le propusieron conducir al equipo. De la noche a la mañana dejó de ser compañero, para convertirse en entrenador. En el Globo dirigió 52 partidos entre el torneo local y la competencia internacional, que les abrieron las puertas de otros clubes.

Estuvo en Colón en dos oportunidades (2016-2019 y 2020-2021), donde se coronó campeón de la Copa de la Liga Profesional 2021 y en el medio dirigió a Nacional de Uruguay y consiguió su primer título como entrenador: la mencionada Supercopa Uruguaya. Pasó a Independiente y sostuvo una campaña irregular, hasta que llegó al Pincha para escribir la historia que todavía se festeja.

Una de las pocas veces que habló sobre su vínculo con Bianchi y los probables consejos que recibe, Dominguez reveló uno. “No te voy a dar consejos sino contarte lo que me pasó. No estoy todo el día con los jugadores. No sé qué pasa por tu cabeza: tenés que ser vos mismo”, repitió Domínguez los dichos del Virrey, que parece haber seguido al pie de la letra.

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