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El fenómeno Colapinto: ladran, Franco, señal de que ya te hiciste un lugar en la Fórmula 1

“Ladran, Sancho, señal que cabalgamos”. No hay registro alguno que valide que esta frase mundialmente citada la haya dicho el ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. A Miguel de Cervantes Saavedra no se le ocurrió a comienzos del siglo XVII, pero hasta hoy le dan crédito cual fake news de esta era. Como al escudero Sancho Panza jamás le hablaron así, ¿por qué no parafrasear este invento lingüístico y extrapolarlo al deporte? Ladran, Franco, señal de que ya te hiciste un lugar en la Fórmula 1.

“Lo que no se nombra no existe”. Otra frase sin autor certero. Se le atribuyó al filósofo francés George Steiner, teórico de la literatura, pero sus exégetas insisten en que no se encuentra en su prolífica obra. Es más, el debate entre lingüistas apunta a que el lenguaje más bien permite el reconocimiento. Ladran, Franco, señal de que te reconocen como un par.

Entre tantos advenedizos al mundo de la Fórmula 1 gracias a la llegada del argentino Franco Colapinto, tantos replicadores de frases hechas, tantos buscadores seriales de likes con contenido berreta y tantos carroñeros en pos de alguna polémica sin sentido, los fanáticos históricos del Gran Circo del automovilismo mundial entienden de qué se trata este juego dialéctico alrededor del pibe de 21 años al que no le pesa el volante del Williams.

Solamente hay veinte pilotos en la Fórmula 1. Veinte. Dos decenas. Nada. Un puñado. Todos manejan a fondo desde pibes, pero no todos son los mejores del mundo. La historia está llena de muchos que llegaron por el dinero de sus sponsors o de sus padres y así se sentaron en una butaca de la Máxima.

Pues bien, Franco Colapinto se ganó su lugar por mérito deportivo -pasos previos en las Fórmulas 3 y 2, y una práctica libre oficial en Silverstone- y por estar en el lugar indicado (Academia Williams), en el tiempo y espacio justos: el punto final para Logan Sargeant tras destrozar el FW46 en Zandvoort en un choque que le costó 1.700.000 dólares a la escudería británica.

Franco Colapinto controló los embate de Sergio Pérez y su Red Bull hasta que entró en boxes. Foto: REUTERS/Caroline Chia

Y entonces comenzó la “Francomanía”, el primer piloto argentino en la F1 después de 23 años, Bizarrap, Latinoamérica en llamas, las pibas y los pibes derretidos por el carilindo, simpatía plena en los Fan Zones, carisma espontáneo, redes sociales bien manejadas y, sobre todo, talento conductivo en las pistas.

Todo muy lindo en su debut en Monza, donde ya había ganado. Todo extraordinario en Bakú, con históricos cuatro puntos en sus bolsillos. Pero en Singapur se acabó la bienvenida amistosa y Franco cruzó la línea Maginot. Sabe que este año correrá nueve Grandes Premios en la Fórmula 1, pero no pretende que sean los últimos ni pasar inadvertido. Y sus colegas tomaron nota y comenzaron a ladrarle. Ladran, Franco…

“No salí mal por el lado sucio y en la curva 1 tenía que tener cuidado con Charles delante. Llegó un Williams por el interior, frenando tardísimo. Creo que era Franco, que casi se nos lleva dos o tres puestos. Riesgos que tomas cuando eres rookie (novato) y no sabes dónde frenar en la curva 1. No ha pasado nada ni ha habido accidente, pero cuando te estás jugando el campeonato de Constructores tienes que tener cuidado con coches que tienen menos que perder, que les va la vida en la salida”, le apuntó Carlos Sainz a Colapinto, quien ocupa la butaca que el español tendrá en 2025 en Williams.

“Franco se lanzó como un misil. ¿Qué está haciendo?”, bramó Alexander Albon poco antes de abandonar con el otro Williams.

¿Qué había pasado? Que Franco vio luz en la parte interna de la primera curva y avanzó tres puestos. En la Fórmula 1, cuando hay un hueco, hay que aprovecharlo. Es una máxima no escrita. El argentino se mandó sin bloquear ni poner en peligro a nadie y pasó del duodécimo al noveno lugar. Si se repasan las redes, los comentaristas de las transmisiones elogiaron a Colapinto en todos los idiomas.

Por eso Albon tras la carrera tuvo que recular al ver la repetición en video: “De los que fuimos por afuera, nadie pudo girar bien. Y yo fui uno de los que pagué ese precio. No hay nada que criticar”.

¿Qué decir de las palabras de Sergio Pérez, que no pudo superar a Franco en la pista sino recién por el error de estrategia de Williams en la tardía parada en boxes? “Es muy bueno. Difícil de pasar… Colapinto”, dijo el mexicano en pleno manejo en la noche del callejero de Marina Bay. “Copiado”, le respondió el ingeniero de Red Bull.

Ni hablar del caballero Lewis Hamilton, quien tras Bakú había elogiado a Oliver Bearman y a Franco: “Recuerdo cómo era ser tan joven y haber tenido esa experiencia, y qué tan difícil… Los veo hacer un sorprendente trabajo. Están manejando tan bien, sin cometer errores. Son muy talentosos y tienen un futuro brillante por delante. Quiero asegurarme ser positivo hacia ellos y alentarlos, en lugar de hablar negativamente, lo que mucha gente hace por ninguna razón”.

Lewis Hamilton se acercó a saludar a Colapinto en Bakú.Lewis Hamilton se acercó a saludar a Colapinto en Bakú.

Y en un mensaje no sólo contra los haters anónimos sino contra colegas, cerró: “Recuerdo claramente la primera vez que fui a un Gran Premio y conocí pilotos de Fórmula 1. Luego, cuando entré a la F1, no recuerdo haber tenido una cálida bienvenida, a excepción de Niki Lauda”.

Un deportista de alto rendimiento, sobre todo los que están en la elite de su disciplina, suele ser autoexigente porque entiende que la excelencia lo llevará a su objetivo. Se nota en Franco Colapinto, quien sigue encontrándole el pelo al huevo de su exitoso debut en la Fórmula 1 porque resalta los mínimos detalles que le impiden terminar mejor. Ahora bien, cuando un atleta -en este caso, un piloto- encuentra siempre excusas externas a un mal día o una mala campaña, ya el problema es suyo. Interno. Mental. Y ahí la batalla se pone seria.

El principal rival de un piloto es su compañero de equipo. Hermosa la confraternidad, divinos los jueguitos en Instagram, cómplices los videos para sumar fans, pero todo se acaba cuando en las pistas se advierte la competencia. Albon lo sabe. Atenti. Si Sainz habló de la maniobra de Colapinto en la primera curva, es porque nota un rasgo corajudo imprescindible para estar en la máxima categoría. Si Pérez se resigna a 200 kilómetros por hora, arriba de su Red Bull, por algo será. Si Hamilton lanza cumplidos, ídem.

Compañeros y rivales. Alexander Albon y Franco Colapinto. Foto: REUTERS/Maxim ShemetovCompañeros y rivales. Alexander Albon y Franco Colapinto. Foto: REUTERS/Maxim Shemetov

Lo que no se nombra no tiene reconocimiento. Y los experimentados dejan en claro con sus palabras que ya reconocen a Colapinto como un par. Eso es respeto. No lo habrá dicho Don Quijote de la Mancha, pero el escenario es éste luego de apenas tres Grandes Premios.

Ladran, Franco, señal de que ya te hiciste un lugar en la Fórmula 1.

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