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El San Lorenzo de la austeridad puso en aprietos al River de los millones: hubo emociones, pero no hubo goles bajo un calor abrasador

El River de Marcelo Gallardo, el River de los campeones del mundo, todavía es más un nombre rutilante, un ideal espectacular en los papeles, pero está lejos de ser una realidad sobre un campo de juego. El Millonario de los millones no arranca, no aparece, no vibra a la altura de las expectativas. Tiene individualidades de gran nivel y jerarquía, aunque no encontró por ahora un corazón de equipo. Y este San Lorenzo utilitario, sin Iker Muniain, con apenas tres refuerzos en un mercado austero, lo pecheó con ganas colectivas y máxima energía en un Nuevo Gasómetro colmado e hirviendo por casi 40° de térmica. Un palo y un par de atajadas por lado sentenciaron un empate sin goles en el primer clásico del 2025.

Más que un Ciclón fue un tornado en fase cinco lo de San Lorenzo en el arranque. Como nunca antes en el ciclo de Miguel Ángel Russo, el Ciclón salió decidido a llevarse puesto al rival, con presión bien alta, y mucha gente ocupando campo visitante. Con Matías Reali sobre Enzo Pérez por el medio y con Ezequiel Cerutti y Malcom Braida ocupando los huecos a espaldas de los carrileros que puso Gallardo, Marcos Acuña y Gonzalo Montiel, los de Miguelo sorprendieron con su quinta a fondo desde el vamos.

River su encontró superado, algo aturdido y desordenado. Eso se vio en algunas imprecisiones en salida. Un par de veces la pelota terminó en un lateral o en pies ajenos tras un pase de algún millonario. El atosigamiento azulgrana surtía efecto. Y hasta llegó al gol el dueño de casa. Un remate de desde afuera obligó a esforzarse a Franco Armani a estirarse como si fuera el hombre elástico de los 4 Fantásticos. Fantástica fue su atajada. Sin embargo, el rebote hacia el costado, como indica el manual de los arqueros, encontró la corrida de un atento Braida, que tiró el centro y encontró el gol en contra de Enzo Pérez al intentar rechazar. Todo el estadio fue un puño apretado. No obstante, el grito se atragantó con la decisión del VAR: anulado por un existente offside de Braida.

Igual era un aviso para este River desbordado que no se sentía seguro con una línea de tres centrales que quedaba muy expuesta y se notaba algo lenta. San Lorenzo no supo aprovechar ese momento de gasto de energía. En una tarde sin refugio de un sol implacable, la dosificación del combustible se vuelve esencial. El local se fue agotando con el correr del primero tiempo y mermó su intensidad, de la mano fue el ordenamiento de River, que se empezó a sentir cómodo sobre el terreno y a manejar más la pelota en el medio, que antes era de paso.

Manuel Lanzini arrancaba como extremo izquierdo, aunque bajaba para aparecer por el medio y generar juego. Importante también se volvió Driussi y su movilidad. Tuvo la suya clara la visita. Un cabezazo que se estrelló en el travesaño, un rebote que encontró el cierre salvador de Alexis Cuello y las manos seguras de Orlando Gill para contener el oportuno tiro de Lucas Martínez Quarta, que le pegó a quemarropa.

Armani no iba a dejar que el paraguayo fuera el único que se luciera. Un contragolpe de Ezequiel Cerutti, que pareció ir al galope de un caballo de carrera por el carril derecho, terminó en un centro preciso para la frente de Cuello. El arquero campeón del mundo sacó a relucir su chapa con un atajadón fundamental.

Russo, zorro viejo del fútbol, olfateó a la defensa titubeante de Núñez y cambió: metió a Andrés Vombergar y sacó a Cerutti (amonestado) para rearmar su dibujo en un 4-4-2. La idea fue jugar con dos delanteros mano a mano con los dos stoppers de River. Fue como que en el entretiempo el conjunto de Russo hubiera recargado la batería y salió de nuevo con la barrita de energía a tope. Otra vez lo puso contra el arco de Armani, que vio temblar el travesaño por un violento tiro de Braida, de los mejores del Ciclón.

El Muñeco buscó generar reacción en su equipo adormecido. Metió tres variantes de un golpe con los ingresos de Rodrigo Aliendro, Facundo Colidio y Nacho Fernández. Equilibró el medio, pero no pudo doblegar a un Ciclón ordenado y bien plantado, con un Miguel Borja absorbido por Jhohan Romana.

En el movimiento casi de ajedrecistas de los técnicos, Russo sacó a Cuello para incluir a Emanuel Cecchini, un volante central y virar a cinco medios y Vombergar como único punta. ¿Conforme con el empate? San Lorenzo se olvidó de atacar y se ocupó de que River tampoco lo hiciera. El cero le quedó bien a un clásico con más intenciones que concreciones.

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