«La Gran Fiesta del Deporte Argentino». Así, con mayúsculas, durante mucho tiempo esa noche se convirtió en la gran jornada para celebrar un año intenso, de éxitos, de celebración. Para los entrenadores y dirigentes. Para los periodistas en su rol de organizadores a través del Círculo de Periodistas Deportivos. Y para los deportistas, claro. Que soñaban durante largos doce meses -y a veces, durante toda una carrera- ser nombrados, subir al escenario y recibir esa estatuilla que significaba, muchas veces, hasta más que una medalla o una copa.
Desde 1954, cuando Juan Manuel Fangio ganó el primer Olimpia de Oro en una ceremonia que se realizó en el Luna Park después de obtener su segundo título mundial de Fórmula 1, miles de atletas argentinos quisieron estar en el lugar del mejor piloto argentino de todos los tiempos y uno de los más grandes deportistas de nuestra historia. Pocos tuvieron el privilegio de emularlo. Algunos lo ganaron hasta cuatro veces, como Lionel Messi; otros lo tuvieron en sus manos tres veces consecutivas, como Santos Laciar. Muchos se quedaron con las ganas y fueron testigos con el tiempo de las distintas circunstancias por las cuales el Olimpia de Oro cayó en las manos equivocadas. Sobran los nombres de ganadores que hicieron mucho menos que otros olvidados. Es cierto que para el prestigio del premio y para los requerimientos de la TV, es muy importante que el ganador esté en el escenario para recibir la estatuilla. Pero también es verdad que se cometieron errores groseros a lo largo de los 70 años de historia de los Olimpia.
En la Usina del Arte se entregaron los Olimpia 2024. Todo empezó con una buena cantidad de gente sentada en las butacas. Todo terminó cerca de la medianoche con un puñado de estoicos testigos esperando el gran momento. Hay otra verdad: los deportistas, los verdaderos protagonistas, ya no asisten a este tipo de eventos si no les aseguran ganarlo.Y aun así les cuesta a los organizadores convencerlos para que asistan a la ceremonia. El jueves a la noche hubo excepciones. Incluso de deportes importantes. Pero no alcanzó. Después de nombradas las ternas, a veces subió una sóla persona. Y no siempre lo hizo el ganador. Muchos Olimpia fueron recibidos por familiares y hasta por algún dirigente que tuvo su segundo de fama con la tele en directo.
Los grandes ganadores fueron Emiliano Dibu Martínez y Franco Colapinto, quienes lograron el máximo premio sin la histórica votación de las máximas autoridades del CPD (siempre se tiraron sobre la mesa un puñado de nombres y se fueron descartando uno a uno hasta llegar al ganador). Pero extrañó, en realidad, que en un año olímpico el atleta más destacado de París 2024 haya quedado afuera de la «conversación» sólo por no estar presente.
En definitiva, Martínez tampoco estuvo en la Usina del Arte aunque su premio no se discute al ser el mejor arquero del mundo y haber sido símbolo en 2024 de la Selección bicampeona de América. ¿Y Colapinto? Más allá de sus condiciones de muy buen piloto que quedaron demostradas en ese suspiro que fue su paso por la Fórmula 1, por ahora el carisma del pilarense es bastante más que su capacidad para acelerar a máxima velocidad.
La actuación argentina en la cita de la capital francesa estuvo lejos de ser importante pero Torres fue el primer oro en ocho años en una prueba rara y exótica aunque está a años luz de ser el breakdance, por ejemplo. Entonces la sensación es que hubo algo de desvalorización hacia un deporte amateur. Si ese oro lo hubieran metido Del Potro o Ginóbili, por ejemplo, ¿alguien podría dudar de quién hubiera ganado el máximo galardón? En definitiva, el premio fue un desprecio al deporte olímpico aunque está claro que no sea el del presente un gran momento del deporte argentino salvo por lo que ofrece la Selección de fútbol.
Cuando llegaron a la Boca dos de los máximos responsables del deporte argentino -Diógenes de Urquiza, subsecretario de Deportes; y Mario Moccia, presidente del Comité Olímpico Argentino- y se enteraron de los nombres de los dos ganadores, pidieron hablar con las autoridades del CPD para reclamar por Torres. Fueron escuchados pero, por supuesto, nada cambió la decisión ya tomada por la tarde y que había trascendido a la prensa antes del inicio de la ceremonia.
Moccia se fue apenas 15 minutos después de haber llegado y lo mismo hizo Daniel Scioli, la máxima autoridad política del deporte nacional quien desde la aparición mediática de Colapinto se puso a su lado queriendo instalar la insólita posibilidad de la vuelta de la Fórmula 1 a nuestro país.
Cuesta entender entonces cómo el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo que aportó un dinero -que no le sobra- para la realización de la ceremonia no haya dicho nada oficialmente (¿por temor a alguna represalia del Estado en tiempos de «no hay plata»?) y que tampoco lo hiciera el propio COA. En el deporte argentino se perdieron los horizontes hace un buen tiempo, vale mucho más el cholulaje y una organización sin bases técnico-deportivas ninguneó su propia «Gran Fiesta del Deporte Argentino». Otra vez, la Biblia y el calefón.