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El epílogo de Biden: un final silencioso, alejado del fragor político y un último intento para sellar una tregua en Gaza


WASHINGTON.- Llegó a imaginarse como un Franklin Delano Roosevelt moderno. Pero en el epílogo de su presidencia –y de una carrera política de medio siglo–, Joe Biden transita sus últimos días en el poder recluido entre sus íntimos, en silencio, alejado de los titulares y del fragor político, desdibujado por la indiferencia y el repudio de un electorado que redefinió su legado eligiendo de nuevo a Donald Trump, a quien destronó hace cuatro años, y al que acusó de ser una amenaza existencial para Estados Unidos.

Biden arrancó su presidencia con una aprobación del 57% del país, según Gallup. Un año más tarde, y en medio del peor rebrote inflacionario de las últimas cuatro décadas, Biden ya se había ganado el rechazo de la mayoría de los norteamericanos, aun cuando la pandemia comenzaba a ceder y la economía se recuperaba con soltura. Nunca se recuperó. A punto de dejar la Casa Blanca, Biden tiene un apoyo del 39%, y apenas dos de cada diez norteamericanos dice estar satisfechos con el rumbo del país, según Gallup.

Tal como ha ocurrido con otros presidentes que están de salida, Biden ha quedado desdibujado y en el ostracismo en el período que en Estados Unidos llaman “pato rengo”, cuando los mandatarios gobiernan bajo la sombra del presidente electo. El país y el mundo han estado mucho más pendientes de los movimientos de Trump, que por momentos parece ya un jefe de estado en plenas funciones.

El presidente estadounidense Joe Biden en el aeropuerto Catumbela en Angola el 4 de diciembre del 2024. Ben Curtis – AP

Un histórico viaje de Biden a Angola, este mes, quedó eclipsado por la visita de Trump a Paris para la reinauguración de la Catedral Notre Dame, su regreso a la arena global. Y antes de la Navidad, una nueva pelea por el presupuesto en el Congreso –un drama recurrente en Washington, que siempre termina en un arreglo político– tuvo a Trump y a su nueva mano derecha, Elon Musk, como actores estelares: ambos fustigaron un acuerdo tejido en el Capitolio que al final salió a flote. Biden, que como senador, vicepresidente y presidente ayudó a resolver incontables crisis similares, se mantuvo esta vez ausente, en un segundo plano.

Fiel a una tradición de los presidentes “rengos”, las dos principales decisiones de Biden que lo colocaron en las páginas de los diarios fueron el indulto a su hijo, Hunter Biden, y la conmutación de la pena de muerte a 37 presos en el sistema penitenciario federal, que ahora cumplirán una condena a cadena perpetua, sin libertad condicional.

El presidente Joe Biden acompañado por su hijo Hunter Biden y su nieto Beau en Nantucket, MassachusettsJose Luis Magana – FR159526 AP

“He dedicado mi carrera a reducir el crimen violento y a asegurar un sistema de justicia efectivo y justo”, dijo Biden al anunciar su decisión, marcando el tono que han tenido el cierre de su capítulo final en Washington. Aunque Biden condenó los delitos cometidos por los reos, afirmó estar “más convencido que nunca que debemos frenar el uso de la pena de muerte en el nivel federal”, una declaración política para su legado.

El último gran objetivo que se han fijado Biden y su equipo antes de dejar la Casa Blanca es lograr un alto al fuego en la Franja de Gaza, un anhelo que, de momento, parece más una ilusión que una posibilidad, aunque la Casa Blanca mantiene latentes las expectativas y el optimismo. Biden intentará una última movida con un último viaje que tiene tanto de procesión espiritual como de misión diplomática: viajará a Roma, al Vaticano, para reunirse con el papa Francisco y “discutir esfuerzos para promover la paz en el mundo”, adelantó la vocera presidencia, Karine Jean-Pierre. Biden también verá a la primera Ministra, Giorgia Meloni, y al presidente italiano, Sergio Mattarella.

El equipo de seguridad nacional de Biden ha dicho una y otra vez que continúa adelante con las discusiones –que llevan varios meses y de las que también participan Egipto y Qatar– para intentar cerrar un acuerdo entre Israel y Hamas. El secretario de Estado, Antony Blinken, dijo antes de la Navidad que el último empujón de Washington sea probablemente “la última oportunidad” para rescatar a los rehenes, lograr un alto al fuego y colocar la región en un sendero hacia una paz y seguridad duraderas. La Casa Blanca dijo luego que esas conversaciones continuaban durante el cambio de año.

“Puedo decirles, con toda honestidad, y tuvimos una conversación sobre esto esta mañana, que estamos con la espalda en esto y que seguimos trabajando en esto tan duro como podemos para intentar lograr un acuerdo de alto el fuego antes de que dejemos la administración”, dijo esta semana el asesor en política exterior del Consejo de Seguridad Nacional, John Kirby, en una ronda con periodistas. “Y el equipo está trabajando activamente en esto”, insistió.

John Kirby, vocero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, insistió en que un alto el fuego en Gaza está «muy, muy cerca»Captura C-Span

Kirby insistió en que un eventual acuerdo estaba “muy, muy cerca”, y remarcó que no se rendirían hasta conseguirlo. Kirby acusó a Hamas de obstaculizar el acuerdo, mientras que Israel y Hamas se han acusado mutuamente de negociar de mala fe, rechazar entendimientos ya alcanzados o hacer demandas irrealistas.

Mientras, la crisis humanitaria en la Franja de Gaza empeora cada día en medio del invierno boreal. Un acuerdo le daría a Biden un último logro en un conflicto que le ha valido acusaciones y críticas desde todos los frentes: organizaciones civiles y defensoras de derechos humanos le han pedido que suspenda el envío de armas a Israel y sus críticos más duros lo han acusado de “genocida” ante el enorme saldo de víctimas civiles del conflicto en la Franja, mientras que la derecha y los republicanos lo han denostado y hasta llegaron a tildarlo de “amigo” de Hamas por intentar imponer condiciones a Israel.

Famoso por sus gaffes, y acostumbrado al contacto con la prensa, Biden mantuvo estos días un notorio bajo perfil. Algunos aliados, como el reverendo Al Sharpton, un líder en derechos civiles, expresaron su frustración, pidiéndole abiertamente que levante la voz para sellar su legado. Biden también se mostró esquivo con los periodistas. Y aun cuando intentó elevar su legado en palabras, sus esfuerzos pasaron un tanto desapercibidos. Un discurso a principios de diciembre en la Brookings Institution sobre los resultados de su programa económico, bautizado “Bidenomics”, y al que Biden siempre consideró un éxito rotundo pese a las críticas y al rechazo del electorado, cosechó más titulares por sus advertencias sobre el plan que Trump piensa implementar que por sus logros.

Lejos de las discusiones del día a día, del frío y el cielo gris de Washington, Biden recibirá el Año Nuevo junto a la primera Dama, Jill, y algunos miembros de su familia en el Caribe, en Santa Cruz, la mayor de las Islas Vírgenes estadounidenses. Una dosis de sol, playa y descanso antes de pasarle la posta a Trump, y de su retiro final.

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