ROMA.- En una noche muy fría, ingentes medidas de seguridad y con más de 20.000 fieles siguiendo la ceremonia por pantallas gigantes desde la Plaza San Pedro, el papa Francisco inauguró este martes el Jubileo ordinario de 2025 tras abrir la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro y presidió luego la misa de Nochebuena.
En su sermón, explicó el significado de este Año Santo, cuyo tema central es la esperanza, que, según destacó, pide a los cristianos “levantar la voz contra el mal y contra las injusticias que se cometen sobre la piel de los más pobres” y “que nos indignemos por las cosas que no están bien y que tengamos la valentía de cambiarlas”. Todo esto, en vista del “sueño de un mundo nuevo donde reinan la paz y la justicia”.
En un clima solemne, todo comenzó poco antes de las 19 locales (las 14 de la Argentina). Entonces, después de un momento de oración, el Pontífice se mantuvo en silencio frente a la Puerta Santa, la más importante de las cinco que hay en el atrio de acceso a la Basílica. Y luego la empujó, abriéndola de par en par, inaugurando oficialmente el Año Santo, un tiempo especial de perdón y reconciliación para los cristianos.
Durante el antiguo rito, celebrado por primera vez en San Pedro por el papa Alejando VI en la Navidad de 1499, antes de abrir el gran portón de bronce fue proclamado el Evangelio de Juan: “Yo soy la puerta, dice el Señor: si uno entra a través de mí, será salvado”.
Acto seguido Francisco, de 88 años, se convirtió en el primer “peregrino de la esperanza”, al atravesar el umbral de la puerta, símbolo de renacimiento y que por la que se espera que pasen más de 32 millones de peregrinos de todo el mundo que llegarán a la ciudad eterna. Como se adelantó, el tema de este Jubileo, mega evento eclesial que se da cada 25 años, es la esperanza, “en un tiempo en el que a menudo hay personas descorazonadas que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles la felicidad”.
Pero, además, como indicó en la bula en la que convocó el Jubileo, para este año Francisco les pidió a los gobernantes que condonen o al menos reduzcan notablemente la deuda de los países más pobres y eliminen la pena de muerte, un pedido que reiteró durante su sermón de la misa de Nochebuena: “Hermanos y hermanas, este es el Jubileo, este es el tiempo de la esperanza. Este nos invita a redescubrir la alegría del encuentro con el Señor, nos llama a la renovación espiritual y nos compromete en la transformación del mundo, para que este llegue a ser realmente un tiempo jubilar. Que llegue a serlo para nuestra madre tierra, desfigurada por la lógica del beneficio; que llegue a serlo para los países más pobres, abrumados por deudas injustas; que llegue a serlo para todos aquellos que son prisioneros de viejas y nuevas esclavitudes”, imploró.
Hace años el rito indicaba que el Papa debía golpear tres veces contra el muro que cerraba la Puerta Santa. En el siglo XV se usaba el martillo de los albañiles y los golpes que daba el Papa eran reales para intentar romper la pared… Pero después el martillo pasó a convertirse en un objeto simbólico, artístico y de gran valor, por lo que se cambió la costumbre y los pontífices tan sólo empuja la puerta con las dos manos para que se abra.
Para el Papa fue la segunda vez, ya que ya había protagonizado una ceremonia de apertura de la Puerta Santa similar para el Jubileo extraordinario de la misericordia, que convocó en 2015. Detrás de él atravesaron el antiguo portón, haciendo ingreso a la Basílica donde se encuentra la tumba del apóstol Pedro, en procesión, cardenales, obispos y sacerdotes y representantes de otras iglesias cristianas de los cinco continentes.
Entre bellísimos cantos del coro de la Capilla Sixtina y el repicar de las campanas, comenzó luego la misa de Nochebuena. La Basílica, el templo más grande de la cristiandad, se veía más resplandeciente que nunca luego de los trabajos de limpieza y restauración de los últimos meses en vista del Jubileo. Y estaba decorada con flores rojas y amarillas. Durante su homilía, el Papa vinculó el nacimiento del niño Jesús con la esperanza: “El infinitamente grande se hizo pequeño; la luz divina brilló entre las tinieblas del mundo; en la pequeñez de un Niño, la gloria del cielo se asomó a la tierra. Y si Dios viene, aun cuando nuestro corazón se asemeja a un pobre pesebre, entonces podemos decir: la esperanza no ha muerto, la esperanza está viva, y envuelve nuestra vida para siempre”, dijo.
“Hermanos y hermanas, con la apertura de la Puerta Santa damos inicio a un nuevo Jubileo. Cada uno de nosotros puede entrar en el misterio de este anuncio de gracia. En esta noche, la puerta de la esperanza se ha abierto de par en par al mundo; en esta noche, Dios dice a cada uno: ¡también hay esperanza para ti! Para acoger este regalo, estamos llamados a ponernos en camino con el asombro de los pastores de Belén”, añadió.
Destacó entonces que “la esperanza cristiana no es un final feliz que hay que esperar pasivamente”, sino que “nos pide que no nos demoremos, que no nos dejemos llevar por la rutina, que no nos detengamos en la mediocridad y en la pereza”.
“Nos pide, diría san Agustín, que nos indignemos por las cosas que no están bien y que tengamos la valentía de cambiarlas; nos pide que nos hagamos peregrinos en busca de la verdad, soñadores incansables, mujeres y hombres que se dejan inquietar por el sueño de Dios; el sueño de un mundo nuevo, donde reinan la paz y la justicia”, siguió.
“La esperanza que nace en esta noche no tolera la indolencia del sedentario ni la pereza de quien se acomoda en su propio bienestar; no admite la falsa prudencia de quien no se arriesga por miedo a comprometerse, ni el cálculo de quien sólo piensa en sí mismo; es incompatible con la vida tranquila de quien no levanta la voz contra el mal ni contra las injusticias que se cometen sobre la piel de los más pobres. Al contrario, la esperanza cristiana, mientras nos invita a la paciente espera del Reino que germina y crece, exige de nosotros la audacia de anticipar hoy esta promesa, a través de nuestra responsabilidad y nuestra compasión”, explicó.
“Todos nosotros tenemos el don y la tarea de llevar esperanza allí donde se ha perdido; allí donde la vida está herida, en las expectativas traicionadas, en los sueños rotos, en los fracasos que destrozan el corazón; en el cansancio de quien no puede más, en la soledad amarga de quien se siente derrotado, en el sufrimiento que devasta el alma; en los días largos y vacíos de los presos, en las habitaciones estrechas y frías de los pobres, en los lugares profanados por la guerra y la violencia”, subrayó también. “El Jubileo se abre para que a todos les sea dada la esperanza del Evangelio, la esperanza del amor, la esperanza del perdón”, resaltó.
Mañana, como es tradición, el Papa impartirá al mediodía local (las 8 de la Argentina) la tradicional bendición Urbi et Orbi y el saludo navideño desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, decorada con un inmenso y luminoso árbol de Navidad y un pesebre, este año realizado por artesanos de la localidad de Grado, en el noreste de Italia.