ROMA.- El cauto optimismo de la víspera, cuando por primera vez el Vaticano hizo saber que el papa Francisco, de 88 años, había salido de un estado “critico”, cambió dramáticamente este viernes con el último parte médico, que informó de un “repentino empeoramiento del cuadro respiratorio”. Los médicos hicieron saber que harán falta 24-48 horas para saber cómo incide este empeoramiento en el cuadro clínico general del Papa, ya muy frágil e internado desde hace dos semanas por una bronquitis que degeneró luego en una neumonía bilateral.
“A primera hora de la tarde de hoy, después de una mañana alternando fisioterapia respiratoria a oraciones en la capilla, el Santo Padre presentó una crisis aislada de broncoespasmo que, sin embargo, desembocó en un episodio de vómitos con inhalación y un repentino empeoramiento del cuadro respiratorio”, informó el parte médico de este viernes, poco después de las 19 locales.
“El Santo Padre fue prontamente broncoaspirado y comenzó una ventilación mecánica no invasiva, con una buena respuesta al intercambio gaseoso”, siguió. “El Santo Padre se ha mantenido siempre vigilante y orientado, colaborando con las maniobras terapéuticas. Por tanto, el pronóstico sigue siendo aun reservado”, añadió, al concluir que “por la mañana recibió la Eucaristía”.
Fuentes del Vaticano admitieron que con esta recaída el Papa -que se encuentra ahora con una máscara que cubre nariz y boca que lo ayuda a respirar, pero no intubado, según aclararon-, volvió a agravarse e ingresar en un “estado crítico”. Según el equipo médico que lo atiende, harán falta 24-48 horas para evaluar cómo este empeoramiento incide en su estado clínico. Las mismas fuentes precisaron que la crisis comenzó a las 14 locales y terminó “durante la tarde”. Explicaron, además, que se trató de una situación distinta a la del sábado pasado, cuando el Papa tuvo una crisis respiratoria asmática prolongada -luego superada- que se generó porque no podía respirar. En este caso, la crisis tuvo que ver con un ataque de tos que provocó luego el vómito, que fue inhalado y terminó en los bronquios, que debieron ser aspirados.
Este episodio también logró ser superado, destacaron las fuentes, a partir de una ventilación mecánica no invasiva -maquinaria que implica una máscara que cubre nariz y boca, distinta y más potente de la mascarilla tipo Ventimask mencionada en el parte de ayer-, que determinó una “buena respuesta al intercambio gaseoso”. Esto último significa la capacidad de los pulmones de inspirar oxígeno y restituirlo al cuerpo, que “volvió a los valores precedentes a la crisis”, subrayaron. Cuando hay crisis similares puede haber consecuencias mucho peores, comentaron, pero no fue el caso del Papa ya que la oxigenación volvió a los niveles anteriores a la crisis. De todos modos, sigue en pronóstico reservado y aún no se encuentra fuera de peligro, resaltaron.
El parte, diametralmente distinto a los de los últimos días, en los que había aparecido varias veces la palabra “mejora” y desaparecido el adjetivo “crítico”, volvió a disparar la alarma mundial por el estado del máximo líder de la Iglesia católica, cuya salud ya había parecido precipitar el sábado pasado, cuando tuvo la ya antes mencionada crisis respiratoria asmática prolongada y dos transfusiones que hicieron temer lo peor.
“Mi lectura es que ha habido un empeoramiento, aunque no por las condiciones clínicas, sino por un accidente imprevisto que es el broncoespasmo y la inhalación del vómito”, dijo a LA NACION Annalisa Bilotta, médica del hospital internacional Salvator Mundi de esta capital, consultada sobre el último parte. Bilotta explicó que un broncoespasmo es una contracción de los bronquios que causa una reducción de la capacidad respiratoria porque no se expanden bien los pulmones. “Esta crisis, que quizás tuvo mientras hacia fisioterapia, le provocó un episodio de vómito, que inhaló y que probablemente llegó a los bronquios, y por eso debió ser aspirado porque no respiraba”, comentó.
“Como en los días pasados, el Papa pasó una noche tranquila y ahora está descansando”, había dicho esta mañana su vocero, Matteo Bruni, en medio de un clima totalmente distinto, en el que se hizo saber que el Papa había leído algunos diarios y comenzado a hacer fisioterapia respiratoria. Se confirmó, por otro lado, tal como ya todos descontaban, que el ex arzobispo de Buenos Aires el miércoles próximo será reemplazado por el cardenal Angelo De Donatis, penitenciero mayor, en la tradicional procesión de inicio de Cuaresma en el Aventino, según el boletín cotidiano de la Sala de Prensa de la Santa Sede.
En medio de renovada alarma por el papa del fin del mundo, le tocó justo al cardenal argentino Víctor Manuel “Tucho” Fernández, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, una de las personas más cercanas al papa Francisco, guiar en la Plaza San Pedro la maratón de rezos del rosario por la salud del Santo Padre que se inauguró el lunes pasado y que desde entonces nunca se detuvo, conducido todos los días por un purpurado distinto. Ante unas tresmil personas -muchos religiosos, monjas, jóvenes, familias con chiquitos, seminaristas- y en medio de un clima de tristeza, la oración comenzó como siempre a las 21 locales.
Las caras de los altos prelados presentes, envueltos en tapados, camperas y bufandas y que en primera fila desgranaban sus rosarios, se veían evidentemente intranquilas por las noticias llegadas desde el hospital Gemelli. En italiano, pero con acento argentino y voz sentida, el cardenal Fernández antes de arrancar con el rosario dijo unas breves palabras que confirmaron que es uno de los que más conocen al Papa. “Bajo la mirada materna de María, rezamos por la salud del Santo Padre Francisco. Seguramente al Santo Padre le gustaría que nuestra oración no sea sólo por él, sino también por todos aquellos que en este especial momento, dramático y doloroso, del mundo, llevan el duro peso de la guerra, de la pobreza, de la enfermedad”, dijo. Y siguió: “a ellos, él mismo se une en su oración. Lo hacemos también nosotros invocando la intercesión de la beata Virgen María”.
Terminado el rosario, unos 45 minutos más tarde, en medio de la oscuridad y con la Basílica de San Pedro iluminada, la gente, triste, no se quería ir de la Plaza.