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el Sputnik chino que le dio la vuelta al mundo


En 1957 desde el cosmódromo de Baikonur la Unión Soviética sorprendió al mundo al colocar el primer satélite de la humanidad alrededor del planeta. Se llamaba Sputnik y fue un evento en plena Guerra Fría que dejó shockeado a EE.UU. sin comprender inmediatamente qué había sucedido con su vanguardia científica. Este lunes, 68 años después, la potencia norteamericana vivió otro momento Sputnik con la aparición inesperada de la mínima start-up china DeepSeek, desbaratando en un instante la noción del dominio occidental del campo de Inteligencia Artificial.

La novedad causó una extraordinaria destrucción de capital en la Bolsa neoyorquina entre las naves insignias de las tecnológicas norteamericanas, Nvidia especialmente. Y es que este Sputnik chino golpeó a toda una cristalería de supuestos respecto no solo de la vanguardia norteamericana sino sobre la presunción de un abismo de desarrollo entre las dos mayores potencias de la época.

Desnudó, además, que el castigo arancelario contra Beijing, incluyendo la restricción para dotarse de impresoras de chips de nanotecnología, no logra sacarlo de la competencia y hasta produce el efecto opuesto. De ahí que lo que alumbró esta semana es no solo la altura de un desafío científico, ha sido una enorme dosis de geopolítica y realismo que anticipa el diseño del mundo que viene.

Hace unos años, el politólogo John Mearsheimier en un artículo en Foreign Affairs, reprochaba a EE.UU. por haber caído en la ingenuidad de permitir el desarrollo económico de China. Las dos potencias “están atrapadas en algo que solo puede llamarse una nueva Guerra Fría, con intensa competencia de seguridad en todas las dimensiones imaginables”, afirmaba Mearsheimer, catedrático distinguido de la Universidad de Chicago.

Una pantalla indica la caída de la bolsa de Tokio, Japón, el martes. Foto: BLOOMBERG

Por eso, remarcaba que EE.UU. debió haber atenuado el crecimiento chino y ampliado el espacio de poder entre Beijing y Washington. “Desde una perspectiva realista -decía- la noción de una China como un coloso económico es una pesadilla”.

Lo que no veía Mearsheimer, ceguera que se perpetúa hoy en otros ojos, es que China crece por su propia dinámica. Desde la Reforma y Apertura de Deng, el Imperio del Centro ha atravesado uno de los procesos de industrialización y urbanización más intensos y acelerados de la historia y consiguió en treinta años lo que a Gran Bretaña y a EE.UU. les tomó doscientos. Eso no sucedió por el patrocinio occidental más allá del pirateo que ha sido un clásico también en el desarrollo de todos los imperios.

El episodio de DeepSeek expone una subestimación exagerada del adversario y carencia de información clave sobre sus movimientos. La industria de riesgo de EE.UU. ha apostado en extremo a un salto de ganancias espectaculares con las start-ups de IA propias. Solo bastaba ver a los magnates de esa vereda en primera fila en el desembarco presidencial de Donald Trump. Entre 2023 y 2024 la inversión de riesgo redondeó más de 155 mil millones de dólares en estos emprendimientos, según datos de PitchBook, especializado en el rastreo de compañías nacientes.

Una montaña de dinero

OpenAI y Anthropic han recaudado una montaña de ese dinero con el objetivo de construir una IA «tan inteligente como los humanos». La valoración de OpenAI ha llegado a los 157.000 millones de dólares (más que Pfizer o Citigroup), mientras que la de Anthropic trepó a los 20.000 millones, consigna The New York Times. Y de pronto DeepSeek, con escasa inversión y discreta estructura se sube a las mismas ligas.

La idea de cuanto más grande mejor se acaba de esfumar. Y con ella el sentido de esta fiebre del oro tecnológico. “Si una empresa emergente china puede crear una aplicación tan potente como ChatGPT de OpenAI o el chatbot Claude de Anthropic con apenas un poco de dinero, ¿por qué esas empresas necesitaban recaudar tantos dólares?”, se pregunta ese medio. ¿Qué diría hoy Mearsheimer?

Donald Trump firmó una batería de decretos tras su regreso a la Casa Blanca. Foto: REUTERS  Donald Trump firmó una batería de decretos tras su regreso a la Casa Blanca. Foto: REUTERS

Conviene observar lo siguiente para licuar exageraciones. China demuestra que está en posición de competir mano a mano con EE.UU., aunque no superarlo. Las diferencias aún son amplias, pero menores de lo que se suponía. Especialistas citados por The Wall Street Journal señalaron que “la tecnología de DeepSeek todavía está por detrás de la de OpenAI y Google. Pero es un rival cercano que utiliza menos chips y de los menos avanzados, y en algunos casos se salta pasos que los desarrolladores estadounidenses consideraban esenciales”.

Este despertar abre también dudas sobre la estrategia del nuevo líder norteamericano. Trump llegó con un expediente de ideas añejas, el abrazo a las energías fósiles, repudio a todo lo verde y a los avances culturales de la humanidad. Una propuesta de crecimiento que busca restaurar un ayer distante del país. Es posible, sin embargo, preguntarse si Trump es menos causa que la consecuencia de esas inconsistencias en la mayor potencia planetaria.

En este sentido, y por ahora, la llegada del magnate puede ser una buena noticia para Beijing, como advirtió la ex ministra de Comercio norteamericana, Jennifer Granholm. Esta ex funcionaria y ex gobernadora demócrata, alerta sobre el costo de eventuales retrocesos. Sostiene que en el país renació la industria manufacturera en plantas que habían quebrado desde comienzos de siglo, reconvertidas en emprendimientos de energía limpia en base a créditos fiscales, subvenciones y préstamos que están en la mira de la nueva gestión.

“Si Trump fuerza la pérdida de empleos en energía solar, eólica (“los molinos los fabrica China, contaminan el paisaje y matan ballenas”, sentencia el mandatario) y otras energías limpias, perderemos el acceso a las tecnologías que ayudan a conformar nuestra matriz energética. Se engaña además, si cree que ‘perforar, perforar, perforar’ creará un auge de empleos. EE.UU. ya es el mayor productor de petróleo y exportador de gas del mundo”, sostiene.

Noticias sobre DeepSeek en la pantalla gigante sobre la Bolsa de Nueva York, este lunes. Foto: BLOOMBERG Noticias sobre DeepSeek en la pantalla gigante sobre la Bolsa de Nueva York, este lunes. Foto: BLOOMBERG

Granholm es el establishment hablando. Se entiende la preocupación. China, además de los molinos de viento representa más de la mitad de la producción mundial de vehículos eléctricos, monopoliza en paneles solares y en drones civiles. En pocos años recuperó el liderazgo de Huawei, su empresa insignia de telecomunicaciones, que EE.UU. había barrido del mercado con políticas proteccionistas. Y ahora golpea la puerta capitalista con este Sputnik.

Distracciones populistas

La realidad es que Beijing ya es dominante en territorios que Occidente desacraliza abrazado a este capricho de la época que llama wokismo. Este concepto se ha vuelto clave en la extendida visión populista cuyo insumo mayor es la confrontación. La ausencia del rival tradicional, la izquierda disuelta en gran parte del mundo, ha convertido al pensamiento liberal en el adversario a batir.

Son woke los anti reaccionarios, los institucionalistas, aquellos que defienden la inclusión, la igualdad y los DD.HH., pero también quienes respaldan las tecnologías verdes y el medio ambiente. Mientras en Occidente se pierde el tiempo con estas peligrosas tonterías, el otro lado del mundo avanza políticamente en el sur global y con ingenios como DeepSeek que, gravemente, son censuradoras –China todavía esta aferrada a esos vicios medievales–, pero más baratos y accesibles.

Thomas Friedman lo puso en tono divertido en The New York Times. Después de señalar que China no es tan tonta para tratar una forma de generación de electricidad como más conservadora, liberal o maoísta que otra, sostuvo que cuando Trump declaró en su discurso inaugural que planeaba propulsar a los estadounidenses a Marte “la primera visión que me vino a la cabeza fue la de un astronauta estadounidense aterrizando en el planeta rojo, recibido allí por un astronauta chino que le pregunta: ¿por qué tardaste tanto?”

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