Ante el contexto más incierto en años, una Venezuela convulsionada enfrenta hoy su día decisivo, una fecha que se ansía en el país y en toda la región desde las cuestionadas elecciones presidenciales del pasado 28 de julio y que sin dudas tiene una única certeza: marcará la historia del país pase lo que pase. La toma de mando de este viernes, con la que Nicolás Maduro se aferra al poder seis años más, tuvo lugar un día después de que el régimen demostrara ayer de lo que es capaz al detener violentamente a la cabeza del movimiento opositor, María Corina Machado, a la salida de las protestas en Caracas, una maniobra que sólo profundizó su aislamiento internacional y evidenció las fragilidades del chavismo.
“El acto de ´juramentación´ no tendrá impacto en la legitimidad externa ni interna. No va a ganar poder con eso ni cohesionar su base. La detención de Machado y su posterior liberación demostró los quiebres y la descoordinación del régimen. Quedaron en evidencia, les salió mal”, indicó a LA NACION la politóloga Ana Milagros Parra.
Este 10 de enero por la mañana, Maduro dio inicio a un controvertido tercer mandato, a pesar de no haber mostrado aún los resultados oficiales de los comicios y ante denuncias de fraude de gobiernos extranjeros y organismos independientes. Aún así, el régimen ha decidido firmemente reemplazar la ausencia de aval constitucional por una operación represiva que tiene como objetivo infundir terror y silenciar a cualquiera que se le interponga. Desde principios de esta semana hay desplegados más de 1200 militares en la capital -en particular las inmediaciones del palacio de Miraflores- que trabajará junto al nuevo Órgano de Defensa Integral, un grupo de seguridad encomendado para “proteger al pueblo y garantizar la paz nacional”, según Maduro.
Por su parte, Edmundo González Urrutia, quien obtuvo una amplia mayoría de votos según las actas recopiladas por la oposición, también asegura que se investirá en el cargo cumpliendo con la misión que le otorgó la voluntad popular. Para eso anunció que intentará la odisea de volver a Caracas desde su exilio, acompañado por un grupo de expresidentes latinoamericanos -que han sido declarados personas non grata por el chavismo-, a pesar de que la capital está empapelada con volantes que ofrecen 100.000 dólares por su cabeza.
La investidura se dará en un clima de máxima tensión en el que la maquinaria represora alcanzó ayer a Machado, detenida durante una hora en un confuso suceso que, según analistas, le costará muy caro a un régimen aislado y monitoreado de cerca por la comunidad internacional.
A pesar del recrudecimiento de la violencia del chavismo en la recta final a la fecha clave, tal como sucedió el 28 de julio, en Venezuela el miedo aún convive con la esperanza. Quedó demostrado en las protestas que se extendieron ayer por todo el país, en donde la gente exigió una vez más la libertad. Un reciente estudio de la encuestadora Clear Path arrojó que el 48% de los venezolanos confía en que habrá una transición democrática. La gran pregunta es cuándo.
En una conferencia de prensa virtual con medios internacionales, de la que formó parte LA NACION el martes pasad, desde la clandestinidad Machado afirmó que “la tiranía va a salir y Venezuela va a ser libre”.
“No puedo garantizar el día o la hora. Puede ser antes, puede ser durante o puede ser después del 10 de enero, pero va a pasar”, dijo.
Después de dos décadas de chavismo en el poder, Venezuela acabó con un país sumido en una crisis económica en la que el venezolano promedio cobra un salario mínimo de 2 dólares, un sistema de salud colapsado al que muchos prefieren no tener que recurrir, y más de 8 millones de personas emigradas en busca de mejores condiciones de vida. Eso condujo a que los venezolanos decidieran patear el tablero y exigir un cambio en las urnas.
El camino de la oposición hasta llegar hasta este 10 de enero no fue fácil. A pesar de haber sido la ganadora de las primarias con el 90% de los votos, Machado, férrea opositora desde sus comienzos en la política, fue inhabilitada para ejercer cargos públicos por 15 años. Durante la campaña electoral, recorrió los rincones de Venezuela para convencer a los votantes de apoyar a su compañero González, bajo la promesa de que su victoria reunificaría la familia venezolana y recobraría la democracia. Finalmente, la titánica estrategia de recopilar las actas electorales, hoy bajo resguardo de Panamá, fue lo que llevó a confirmar la derrota del chavismo con un 67% contra 30% de los votos y una condena global masiva.
“El 28 de julio fue una gesta histórica ciudadana en la que la estrategia opositora logró coordinar a las personas. Todo ese trabajo ciudadano quedó demostrado en la recolección de las actas que mostró la victoria y moralizó tanto a las personas que es muy difícil, a pesar de la represión, que convenzas a la gente que se puede conformar con esto. Perdió sus bases, las ganas de cambio llegó a un punto en el que las bases chavistas votaron por Urrutia”, explicó a LA NACION Parra.
Con ello llegó la furia del régimen. Los allanamientos, las detenciones arbitrarias y las desapariciones forzadas se convirtieron en moneda corriente. Más de 2000 personas -entre ellos, menores de edad- terminaron en prisión en el contexto postelectoral. Un reporte de la organización de derechos humanos Provea recopiló testimonios de familiares de detenidos que aseguran que sus seres queridos sufrieron torturas como descargas eléctricas en prisión.
González fue forzado al exilio a España y Machado terminó en la clandestinidad dentro del país. Piezas claves del equipo opositor fueron detenidas u hostigadas, inclusive sus familias, como el yerno de Urrutia, apresado el martes. Pero las movilizaciones de ayer demostraron que nada de aquello apagó la esperanza de cambio.
“La oposición democrática logró con el liderazgo de Machado capitalizar la confianza que le dieron las personas en una estrategia coherente. La gente siguió confiando en ella porque se quedó en el país y porque siempre fue coherente con su discurso de resistencia”, sumó Parra.
De cara a este viernes, el chavismo chicanea con que esta etapa de Venezuela será un “Guaidó 2.0″, en referencia a la presidencia interina y reconocida internacionalmente por el opositor Juan Guaidó, que fracasó en lograr una transición democrática.
“La diferencia fundamental con Guaidó es que Urrutia tiene la legitimidad que le otorga la ventaja de casi 4 millones de votos sobre Maduro. El caso Guaidó siempre fue una presidencia interina producto de la asunción temporal como presidente del parlamento tras el vació que generó el no reconocimiento de la elección del 2018″, explicó a LA NACION la consultora política venezolana Carmen Beatriz Fernández, quien destacó la resiliencia que hoy tiene la sociedad venezolana con el rescate de la democracia.
Para el politólogo Piero Trepiccione, la oposición ya aprendió los errores de la experiencia de Guaidó y por eso “está totalmente descartado en sus planes un gobierno paralelo o en el exilio”.
Pase lo que pase hoy, no hay dudas entre los académicos en que esta no es la fecha del fin de la oposición ya que el día de los comicios se produjo en Venezuela un acontecimiento social y político que, como afirma Machado, “no tiene vuelta atrás”.
“La fecha emblemática ha sido el 28 de julio, tanto para los meses que han transcurrido como para los que van a transcurrir. El 10 de enero es una fecha constitucional para la asunción de un nuevo gobierno. De ser constitucional a ser una fecha emblemática para el cambio es relativo. Pero lo cierto es que el 28 de julio abrió un período de cambio que va a tener su impronta en la historia”, aseveró Trepiccione.
“Hay muchas variables que van a estar en juego: la movilización popular, la pérdida de legitimidad de Maduro ante sus bases, la respuesta regional, la entrada de Trump como presidente. Son variables que pueden influir de alguna forma como para definir algo tan taxativo como el fin”, indicó el politólogo Luis Peche.
Para el analista de Crisis Group Phil Gunson, “lo más probable es que Maduro se juramente y que la oposición se vea obligada a construir nuevamente una estrategia a mediano y largo plazo”. A corto plazo, dice el experto, el principal objetivo de la oposición será evitar que el régimen se convierta en una dictadura robusta al estilo Cuba o Nicaragua, protegiendo el espacio cívico que ayer demostró que aún domina: la movilización popular en la calle.