Por primera vez en meses, la noticia de un alto al fuego entre Hamas e Israel trajo algo más que nubes de polvo y explosiones al horizonte de Gaza. Sin embargo, entre los campamentos improvisados y las ruinas de la ciudad, las emociones de los palestinos fluctúan entre la esperanza y la duda.
La noticia del acuerdo preliminar llegó no a través de negociaciones públicas, sino por rumores que corrieron de boca en boca.
“Todos hablaban hoy sobre el alto el fuego y que Hamas lo firmó porque necesita apoyo. Acá nadie quiere ni confía en Hamas, dijo a LA NACION Zaid Halimy, un palestino de 16 años que vive en una carpa en el enclave hace ya un año. “Siempre pasa lo mismo. Nos desilusionamos una y otra vez. Las negociaciones comienzan bien, pero luego todo se derrumba”.
Hamas e Israel firmaron este martes un borrador preliminar para un acuerdo de alto al fuego, tras semanas de mediación liderada por Qatar, Egipto y Estados Unidos. Según las declaraciones oficiales, el objetivo central del acuerdo es detener las hostilidades y facilitar la liberación de rehenes y prisioneros.
Este avance llegó como un nuevo capítulo en el conflicto, en medio de una Franja de Gaza devastada por los ataques masivos que dejaron más de 46.000 palestinos muertos y profundizaron la desesperación de las familias de los 100 rehenes israelíes que permanecen en manos del grupo terrorista.
“No creemos en la noticia; estamos desilusionados. Intentamos ser optimistas, pero en el fondo sabemos que el acuerdo se romperá”, agregó Zaid.
Según el acuerdo, en la primera fase, Hamas liberará gradualmente a 33 rehenes, incluidas mujeres, niños y personas mayores, en un plazo de seis semanas. A cambio, Israel liberará a cientos de prisioneros palestinos, principalmente mujeres y menores. Durante las primeras semanas, Israel reducirá sus operaciones militares en las zonas más pobladas del norte de Gaza, lo que permitiría a los desplazados regresar gradualmente a sus hogares.
Pero la sensación de los palestinos sobre el acuerdo es de desilusión. “La gente intenta mantener la esperanza, ser optimista. Nuestra vida está destruida y queremos reconstruirla”, agregó Zaid, que sueña con ganar una beca que le permita retomar sus estudios, interrumpidos hace un año, y encontrar afuera la estabilidad y las oportunidades que Gaza ya no puede ofrecerle.
“Aquí nadie tiene un futuro. El futuro está destruido y fuera de Gaza”, dice y piensa en su hermano Medo, que habló con LA NACION el año pasado, cuando un primer acuerdo entre ambas partes estaba en etapa de negociación. Medo murió una semana después de hablar con este medio cuando un ataque israelí golpeó su carpa.
Zaid cuenta que antes, con su hermano, llevaban una vida normal: iban a clubes, estudiaban, comían todas las noches. Pero ahora la vida se redujo a esto: despertar, comer y dormir.
“Ahora estamos sin hogar, vivimos en una carpa, hacemos filas eternas para buscar agua o comida. Estamos en modo supervivencia. Todo cambió”, contó.
Otro punto clave del acuerdo firmado hoy establece la creación de un comité internacional encargado de supervisar y coordinar los esfuerzos de reconstrucción en Gaza durante los próximos cinco años, considerando que el el conflicto ha generado 39 millones de toneladas de escombros, según la ONU.
Los detalles de la segunda y tercer fase aún deben negociarse durante la primera. Esos detalles siguen siendo difíciles de resolver, y el acuerdo no incluye garantías escritas de que el alto el fuego continuará hasta que se alcance un acuerdo. Esto deja la posibilidad de que Israel reanude su campaña militar después de que termine la primera fase.
La necesidad de mantener activo el plan para Gaza, incluso sin un alto al fuego, se intensificó tras la elección de Donald Trump en noviembre. En el último mes, los funcionarios norteamericanos han incluido a asesores del presidente electo en las discusiones para asegurar su respaldo al plan, que dependerá de una participación significativa de Estados Unidos durante la presidencia de Trump.
“No sé si las cosas van a mejorar. Trump no nos da ninguna esperanza”, dijo Zaid.
Muchos palestinos ven con incertidumbre su futuro después de que Trump asuma la presidencia. “La toma de posesión de Trump el 20 de enero desempeña un papel importante a la hora de dar esperanza a los gazatíes”, dice a LA NACION Sara Swerki, una joven palestina amiga de Zaid. “Definitivamente no porque seamos fans suyos, sino porque creemos que actuará según sus propios intereses. Y, sin duda, un alto al fuego podría beneficiarlo esta vez. A pesar del escepticismo y el temor a esperar demasiado, muchos tienen la sensación de que, esta vez, las negociaciones podrían avanzar”.
Actualmente, Gaza enfrenta una crisis humanitaria sin precedentes. Más del 90% de la población fue desplazada, y cientos de miles viven en campamentos improvisados, dependiendo de raciones limitadas de alimentos y agua. Las infraestructuras básicas, como hospitales y colegios, fueron destruidas o funcionan al borde del colapso.
Entre las ruinas, algunos caminan por las calles llenas de escombros, mientras otros hacen filas eternas para conseguir alimentos o medicinas. Por ahora, un futuro claro está lejos y la incertidumbre marca los días.