PEKÍN-. Mientras el presidente norteamericano, Donald Trump, estaba trabado en una guerra discursiva con el mandatario de Colombia por la deportación de migrantes en aviones militares, el embajador de China en Colombia destacaba que las relaciones entre Pekín y Bogotá atravesaban “su mejor momento” en muchas décadas.
El embajador Zhu Jingyang dijo más tarde que fue una coincidencia que hubiera posteado ese comentario en las redes sociales la semana pasada, un día después de que Trump dijera que podría asestarles aranceles a las importaciones colombianas. Pero ese acercamiento público sugiere que Pekín ya ha detectado la oportunidad de mejorar sus chances en la rivalidad de superpotencias que mantiene con Estados Unidos.
Dos semanas después de su asunción, Trump y su agresiva política exterior de “Estados Unidos primero” entraña riesgos pero también una promesa de oportunidades para el gobierno de Pekín.
Los riesgos siempre han sido claros: más aranceles y el peligro de una escalada y extensión de la guerra comercial. Este fin de semana, Trump impuso un 10% arancelario adicional a los bienes importados desde China -que comenzó a regir este martes-, argumentando que era en respuesta al fracaso de China para frenar la exportación de fentanilo. Y podría responder a cualquier represalia china con aranceles aún más altos.
El gigante asiático, por su parte, respondió este martes con gravámenes del 15% para el carbón y el gas natural licuado (GNL) estadounidenses y del 10% para el petróleo crudo, los equipos agrícolas y algunos automóviles enviados a China desde Estados Unidos. Además anunció una investigación antimonopolio para Google.
Si bien Pekín todavía debe estar calculando el impacto de los aranceles en la actualmente débil economía china, seguramente también está tomando nota de las oportunidades que se abren para China gracias a las medidas de Trump.
Con la súbita imposición de elevados aranceles a sus exportaciones, a pesar de que después entraron en pausa, Trump ha alejado de Estados Unidos a socios y aliados como México y Canadá. También ha debilitado la autoridad global de Estados Unidos con sus recortes a la ayuda internacional y el retiro de su país de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y del Pacto de París 2015, un acuerdo de Naciones Unidas sobre el cambio climático.
Los analistas dicen que si el segundo mandato de Trump marca el ocaso de la “Pax Americana”, China ciertamente aprovechará la oportunidad para intentar reconfigurar el mundo a su favor. Pekín viene acusando desde hace largo tiempo a Washington de usar su predominio mundial para sofocar el ascenso de China, y también ha tratado de meter cuña en la relación entre Estados Unidos y sus aliados, como la Unión Europea (UE), Australia y Japón.
“El gobierno chino es plenamente consciente de que Trump ha mellado y sigue mellando la credibilidad e influencia de Estados Unidos a nivel global”, dice Evan S. Medeiros, profesor de estudios asiáticos de la Universidad de Georgetown y exasesor de asuntos asiáticos del gobierno de Obama. “De hecho, ese deterioro está ocurriendo más rápido de lo que Pekín imaginaba”.
La amenaza de Trump de tomar el control del Canal de Panamá y Groenlandia, así como de anexar Canadá como el 51° estado de Estados Unidos podría naturalizar un orden mundial de la ley del más fuerte. Se trata de un enfoque que Pekín conoce muy bien, por más que los funcionarios chinos insistan con su discurso de que jamás aspirarán a la hegemonía o la expansión territorial.
Si Estados Unidos entra en una pulseada con Panamá por su crucial vía marítima o fuerza a Dinamarca a entregar un territorio rico en recursos como Groenlandia, será una señal para China de que en sus propios reclamos sobre la isla autogobernada de Taiwán o gran parte del Mar de la China Meridional, la coerción le gana a la cooperación.
“Por supuesto que Pekín nunca iba a darse por vencido con Taiwán o el Mar de la China Meridional, pero con lo que está haciendo Trump ahora, China está más decidida que nunca a salvaguardar sus intereses en esos lugares”, dice Henry Huiyao Wang, presidente del Centro para China y la Globalización, con sede en Pekín.
Wang dice que a pesar de los aranceles y el nombramiento de asesores de línea dura, las dos primeras semanas del nuevo gobierno norteamericano han sido en realidad alentadoras para China.
En lugar de salir agresivamente a confrontar con China, Trump se ha presentado como alguien dispuesto a negociar y a llegar a un posible acuerdo con el mandatario chino, Xi Jinping. Trump ha dejado traslucir la idea de vincular los aranceles al destino de TikTok, que según él debería ser en un 50% propiedad de una empresa norteamericana.
Otro tema potencial para un acuerdo es Ucrania. Trump ha dicho que China debería ayudar a poner fin a la guerra de Rusia en ese país de Europa del Este. Al ser el mayor proveedor de apoyo económico y material de Rusia, Pekín podría presionar al presidente Vladimir Putin para que se siente a la mesa a negociar.
“Trump quiere la ayuda de China para poner fin a la guerra en Ucrania”, apunta Wang. “Y China está en inmejorable posición para hacerlo”.
Pero con tantos intereses encontrados y en disputa, sería una cooperación difícil. China, por ejemplo, ha evitado criticar abiertamente la invasión rusa a Ucrania, y su postura ha sido que Rusia tiene derecho a proteger su seguridad nacional. Por un lado, Ucrania no aceptará a China como mediadora de la paz debido a la posición prorrusa de Pekín, señala Shi Yinhong, profesor de relaciones internacionales de la Universidad Renmin, Pekín. Por su parte, Putin no querrá parecer subordinado a China, mientras que Trump “no tiene estómago” para soportar que China se lleve el crédito de haber desempeñado un rol tan importante, agrega Shi.
En cuanto a la cuestión de los aranceles, Pekín tiene que decidir si puede darse el lujo de intensificar su guerra comercial con Estados Unidos. El domingo, prometió responder a los aranceles de Trump denunciado el caso ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) y con contramedidas que comenzaron con los primeros anuncios de este martes.
Más allá de estas medidas, un enfoque más drástico sería que se lanzara a una “guerra de la cadena de suministro”, frenando los envíos a Estados Unidos de materiales y equipamiento críticos para la industria estadounidense. A principios de diciembre, China detuvo la exportación a Estados Unidos de minerales como el antimonio y el galio, necesarios para fabricar algunos semiconductores.
El riesgo para China es que una guerra comercial la perjudique más que a Estados Unidos. Las exportaciones, y la construcción de fábricas para producir eso bienes exportables, son uno de los pocos puntos fuertes que tiene actualmente la economía china. Como resultado, el año pasado China tuvo un superávit de su balanza comercial de casi un billón de dólares.
China tampoco ha dicho todavía cómo responderá a una medida potencialmente de mayor alcance contenida en la “letra chica” del decreto de Trump del sábado: la eliminación de la exención de impuestos aduaneros para paquetes con un valor de hasta 800 dólares por día para cada norteamericano. En los últimos años, y a través de comercio electrónico, las fábricas de toda China empezaron a realizar envíos directamente a los hogares norteamericanos, a fin de eludir los numerosos aranceles que se aplican a la ropa y otros bienes que se importan y venden en los locales y comercios de Estados Unidos. En esa carrera por el predominio global, algunos sostienen que la decisión del gobierno de Trump de congelar la mayor parte de la ayuda enviada al extranjero ya ha beneficiado a China.
En regiones como el sudeste asiático, donde el sentimiento hacia Estados Unidos ya se había endurecido por el apoyo de Washington a Israel en la guerra de Gaza, la suspensión de esa ayuda refuerza las dudas sobre la fiabilidad de Estados Unidos.
“Mientras tanto, China no necesita hacer nada, y sin hacer nada, de alguna manera queda como el bueno de la película”, señala Jeremy Chan, analista sobre China en el Grupo Eurasia.
El senador republicano Lindsey Graham destacó la importancia que tiene el poder blando para el estatus internacional de Estados Unidos.
“Si no nos involucramos en los problemas del mundo y no tenemos programas de ayuda en África, donde China va camino a comprarse el continente entero, estamos cometiendo un error”, afirmó el mes pasado el senador.
Por David Pierson, Keith Bradsher y Sui-Lee Wee
Traducción de Jaime Arrambide