Elon Musk, de pie junto al mandatario en su escritorio presidencial, intentó explicar, por primera vez en público desde la toma de posesión, qué es lo que hace en Washington.
Transcurridas tres semanas de este gobierno, parece que difícilmente pasa un día sin que se produzca un momento que rompa las normas en la Casa Blanca.
Pero la escena que tuvo lugar en el Despacho Oval el martes por la tarde fue una de las más disparatadas hasta la fecha.
El presidente Donald Trump estuvo sentado detrás del escritorio presidencial Resolute mientras Elon Musk, de pie a su lado, intentaba explicar, por primera vez en público desde el día de la toma de posesión, qué es lo que vino a hacer a Washington.
Durante semanas, Musk y sus secuaces cubiertos de migajas de Doritos, se han adentrado en las profundidades del gobierno federal, desbaratándolo desde dentro, despidiendo a trabajadores y cerrando programas y agencias enteras, y en el proceso poniendo a prueba, si no es que sobrepasando, los límites de la ley y la Constitución.
Hasta ahora, las únicas explicaciones sobre lo que están haciendo o hacia dónde se dirigen se han dado en forma de mensajes breves o a veces troleos en la plataforma de redes sociales que Musk posee o en declaraciones poco claras de funcionarios del gobierno.
Musk, vestido de negro, con una gorra MAGA oscura en la cabeza y su hijo pequeño jugueteando a su lado o sobre sus hombros, parecía muy contento de encontrarse en la cúspide del poder; el martes trató de justificar el despido de decenas de miles de empleados federales presentándolos como una colección de administradores no elegidos e irresponsables en una burocracia derrochadora y corrupta.
Afirmó que los trabajadores que supervisan los contratos se estaban enriqueciendo misteriosamente, sin aportar detalles ni pruebas.
La Seguridad Social pagaba prestaciones a personas de 150 años.
Se estaba estafando a los contribuyentes.
Trump se cruzó de brazos y escuchó mientras el magnate al que había dado rienda suelta contaba lo que había descubierto.
“Si la burocracia está al mando”, dijo Musk, “¿qué sentido tiene la democracia en realidad?”.
Narrativa
Contó historias de una “estafa” perpetrada por un ejército de burócratas, algunos “corruptos”, otros simplemente “incompetentes”.
Habló de pagos sospechosos que había encontrado y de “un gran número de cheques en blanco que salían volando del edificio”, y en general dio la impresión de haber levantado una piedra para encontrar todo tipo de cosas viejas y podridas retorciéndose debajo de ella.
“Los estafadores son los que más se quejan”, dijo sobre la indignación que ha provocado, mientras Trump asentía con la cabeza.
Musk afirmó que tenía derecho a intervenir porque “el pueblo votó a favor de una gran reforma del gobierno” y “eso es lo que se le va a dar al pueblo”.
Argumento
El hombre más rico del mundo rechazó cualquier insinuación de que vaya a beneficiarse del desmantelamiento de las agencias reguladoras que dirigen investigaciones y demandas contra sus empresas.
Sostuvo que, aunque tenga miles de millones de dólares en contratos militares, su orden de auditar los gastos del Pentágono no constituye un conflicto de intereses porque siempre brinda el mejor precio al gobierno y, de todos modos, esos contratos no son con él sino con sus empresas.
Se definió a sí mismo como “sumamente transparente”, a pesar de que era la primera vez que respondía a las preguntas de los medios de comunicación desde que comenzó su campaña de recortes y la Casa Blanca no va a publicar su declaración de situación financiera.
Pero también estaba en el ambiente este hecho:
Trump tiene unas cifras de aprobación por lo general saludables, lo que sugiere que, hasta ahora, muchos estadounidenses apoyan o al menos tienen la mente abierta respecto a las facultades que se le han otorgado a Musk.
Los contribuyentes siempre han tenido fuertes sospechas sobre cómo se utiliza su dinero, una realidad que Trump se aseguró de mencionar.
“El público lo entiende”, subrayó en un momento dado.
Ocasionalmente, el presidente intervenía para hacerse eco de las declaraciones de Musk sobre la corrupción de varios burócratas anónimos o para ofrecer pronunciamientos ambiguos a fin de apoyar su teoría al respecto.
Pero durante aproximadamente media hora, hizo algo muy poco habitual en Donald Trump:
en gran medida cedió la palabra.
Fue un momento interesante que el presidente convocara a su amigo al Despacho Oval ante las cámaras.
Apenas cuatro días antes, a Trump se le había preguntado si tenía alguna reacción ante una nueva portada de la revista Time en la que aparecía Musk sentado tras el escritorio Resolute.
“No”, había respondido Trump, antes de soltar:
“¿Sigue circulando la revista Time? Ni siquiera lo sabía”.
(Algo improbable, teniendo en cuenta que en diciembre la revista lo puso en la portada de su edición “Persona del Año”, cuyos ejemplares están expuestos en un estante colgado en la pared de la oficina de prensa, al final del pasillo).
Ahora surgía una versión actualizada de la portada, con Trump firmemente plantado en el sillón y Musk desempeñando el papel secundario a su lado.
Trump toleró la presencia del hijo pequeño de Musk (que en su mayor parte se portó bien) y se rió de las bromas de Musk.
Presentaron un frente unificado, como dos caballeros que se enfrentaban a toda una ciudad de empleados holgazanes.
Musk admitió que estaba adoptando el mismo enfoque con el gobierno que el que aplica con sus empresas:
cortar primero y preguntar después.
“Nos movemos rápido, así que vamos a cometer errores”, dijo, “pero también vamos a corregir los errores muy rápidamente”.
Errores
Por ejemplo, dijo que su equipo había reanudado la financiación para planes de prevención del VIH de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).
Y en un momento dado reconoció que algunas de las llamativas declaraciones sobre el gasto público no eran del todo correctas, como la afirmación de que el gobierno había gastado 50 millones de dólares en preservativos para los habitantes de Gaza.
“En primer lugar, algunas de las cosas que voy a decir serán incorrectas”, dijo, “y deberán corregirse”.
Y, al parecer, seguirán repitiéndose incluso si se modifican.
Trump escuchó atentamente mientras Musk sugería entonces que Estados Unidos no debería gastar tanto como gasta en planificación familiar en todo el mundo, diciendo:
“No estoy seguro de que debamos enviar 50 millones de dólares en condones a ninguna parte”.
Y añadió: “Eso es realmente una cantidad enorme de condones, si lo piensan”.
Shawn McCreesh es un reportero de la Casa Blanca que cubre al gobierno de Trump.
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