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Por qué el fondo marino se ha convertido en un campo de batalla (y qué está en juego)


Es vasto, profundo, oscuro, frío, imponente, aparentemente silencioso.

Es el hábitat de la raya y la langosta, pero el fondo marino también alberga las arterias de la economía moderna.

Cables de telecomunicaciones transportan terabytes de datos, conexiones a la red eléctrica y cables conectan turbinas eólicas, oleoductos llevan petróleo y gas a tierra, o lo bombean entre países para mantener encendido el fuego en hogares.

Pronto habrá tuberías de hidrógeno y almacenamiento de carbono.

Debido a cuán valiosa y estratégicamente importante es para la vida moderna, el lecho marino se ha convertido en el campo de batalla de un nuevo tipo de guerra.

“El 99% de los datos del mundo viajan por esa red global”, afirma Katarzyna Zysk, del Instituto Noruego de Estudios de Defensa en Oslo.

Destaca, entre otros muchos, el riesgo de que se corten las telecomunicaciones transatlánticas.

“Se estima que US$10 billones en transacciones financieras pasan por esos cables cada día.

“No se trata solo de las redes sociales: ¡todo va allí! Podría causar estragos y potencialmente provocar caos”.

Ese tráfico global de datos circula por más de 500 cables submarinos de fibra óptica con una longitud total de aproximadamente 1,4 millones de kilómetros.

Los cables submarinos modernos son muy potentes y transportan datos varias veces más rápido que los satélites.

Sin embargo, son muy vulnerables.

Tienen el diámetro de una manguera de jardín y, en su mayoría, se encuentran desprotegidos en el fondo marino.

La infraestructura crítica submarina también es crucial para las necesidades de energíaGetty Images

El mar también alberga diversas infraestructuras críticas para el suministro energético.

Reino Unido y el resto de Europa dependen de tuberías submarinas que transportan casi un tercio de su suministro de gas desde Noruega.

Los parques eólicos marinos, que son una parte cada vez más importante de la matriz energética, están conectados a la red eléctrica mediante cables submarinos.

Están también los “interconectores”, cables submarinos que conectan países permitiendo mercados más flexibles y eficientes, así como el acceso transfronterizo a las energías renovables.

Y no hay ningún otro lugar en el mundo con más concentración de infraestructura submarina que el Mar Báltico y el Mar del Norte.

“Es una red vasta y muy densa por lo que es extremadamente difícil de proteger”, como explica Zysk.

“Además, por la profundidad a la que se encuentra la infraestructura es muy difícil proporcionar una seguridad total para esta red vulnerable”.

¿Cuál es la amenaza?

Los expertos en defensa y los gobiernos de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) apuntan a Rusia, asegurando que desde años se ha interesado mucho en esta vulnerabilidad marítima.

El Kremlin, con su vasta masa de tierra y menos activos submarinos, tiene menos que temer de las represalias en especie.

“Tienen un buque de investigación Yantar”, dice Mark Galeotti, experto en Rusia en el University College de Londres y en el grupo de expertos en defensa y seguridad RUSI.

“Es teóricamente civil, pero esencialmente trabaja para la Dirección General de Investigación de Aguas Profundas (GUGI) de la Armada rusa. Es básicamente una nave espía”.

“Tiene una variedad de submarinos que pueden lanzar pequeños mini submarinos o drones submarinos para, por ejemplo, cortar los cables si es necesario.

“Está claro que los rusos durante algunas décadas han estado trabajando en la construcción de esta capacidad para, si es necesario, luchar en una guerra en el lecho marino contra la infraestructura crítica occidental.

“Y eso es algo que francamente nos pilló despistados, pues realmente no tenemos las capacidades adecuadas para hacerle frente”.

Respecto al sabotaje contra infraestructuras críticas en aguas europeas, Rusia es el principal sospechoso. (En la foto, el presidente ruso, Vladimir Putin, cuando exploró un barco hundido en el Golfo de Finlandia en 2013)Getty Images

En Bruselas, en el cuartel general de la OTAN, el diplomático canadiense James Appathurai es un alto funcionario encargado de abordar las innovaciones en la guerra.

“Desde la época soviética, tenían lo que llamaban un programa de investigación submarina.

“No era más que una tapadera para trazar un mapa de nuestra estructura submarina crítica y desarrollar la capacidad de explotarla o sabotearla.

“Cuando la URSS colapsó, se quedaron sin dinero para casi todo. Sin embargo, ese programa continuó siendo y sigue siendo bien financiado.

“Eso fue una señal para nosotros de que también era una prioridad muy alta también para el actual gobierno ruso”.

¿Qué querrá lograr el Kremlin con esto?

Según Galeotti, Rusia está en pie de guerra pues enfrenta sanciones económicas y el apoyo militar de Europa a Ucrania.

Para él, este conflicto híbrido, aquel en el que un Estado hostil realiza ataques anónimos que se pueden desconocer o negar, sirve para explotar las debilidades percibidas en su adversario: la OTAN.

“El objetivo ruso en Europa es precisamente tratar de paralizarnos y dividirnos”. Desde su punto de vista, lo que enfrentan en Ucrania es una guerra de poder contra Occidente. Ven a los ucranianos, de forma errónea, simplemente como instrumentos de Occidente.

“Entonces, lo que están tratando de hacer es crear tanto caos, tanta incertidumbre política y tanta división dentro de Occidente como puedan. Y parte de eso es lo que yo llamo la militarización de la inconveniencia”.

“Sienten que en Occidente no se está sintiendo mucho dolor por apoyar a Ucrania y, por lo tanto, están tratando de causarlo de muchas maneras diferentes. Hemos visto ataques incendiarios, por ejemplo, contra centros comerciales, rupturas deliberadas de cables y tuberías submarinas, y ataques cibernéticos”.

Para Zisk, la amenaza sirve a varios de los objetivos del Kremlin.

«No estamos en guerra. Pero ciertamente tampoco estamos en paz», dijo el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, en un discurso en Bruselas en diciembre de 2024Getty Images

“Los ataques a los gasoductos y oleoductos podrían estar relacionados con el interés de Rusia de reanudar las ventas de energía a Europa. Por lo tanto, puede haber diferentes intereses e intenciones detrás de los diversos ataques”.

“Pero creo que enviar una señal, tratar de infundir miedo tanto entre los políticos como entre las sociedades en Europa, es un aspecto muy importante de las operaciones rusas”.

Al estar fuera de la vista y, hasta hace poco, en gran medida fuera de la mente, el sabotaje o la amenaza al lecho marino funciona bien porque gran parte se puede negar de manera más o menos plausible.

Así, Rusia puede negarle a su adversario occidental la justificación para una respuesta militar.

“Lo que se enfrenta a menudo es una disyuntiva entre el impacto y la negación, y eso se ve de manera más obvia cuando se trata de cosas como las redes de cable en el Atlántico”, apunta Sidharth Kaushal, analista del grupo de expertos en defensa RUSI, en Londres.

“Para causar daños críticos, hay que sabotear tantos cables casi simultáneamente, y con una capacidad que tan pocas naciones poseen, que no se podría negar la culpabilidad”.

“Sería inconcebible que el Estado que es blanco no tratara el ataque como un acto inequívoco de agresión por parte de un agresor muy bien identificado”.

“Pero si lleva a cabo el daño sobre una base más negable, el impacto del sabotaje suele ser limitado y fácilmente mitigable”.

“Así que, ¿hace algo negable pero un poco irrelevante o bien algo potencialmente muy impactante pero no negable?”, explica Kaushal.

La mayoría de los cables submarinos transportan informaciónBBC

Pero, ¿son realmente plausibles las negaciones o es que todo el mundo sabe que Rusia está involucrada pero no puede probarlo?

“Esa es la cuestión”, responde Galeotti.

“En cierto modo, la estrategia rusa tiene más que ver con una negación inverosímil. Quiere ser capaz de afirmar que no hay pruebas de su papel, o que ‘el barco que arrastró un ancla a través de un oleoducto por accidente’. Pero quiere hacerlo con un guiño travieso que dice: No puedes probarlo, pero sabes que fuimos nosotros“.

Algo así como lo que ocurrió con el caso del envenenamiento del exagente doble ruso Sergei Skripal, ilustra Galeotti. “No se puede probar que estuvieran detrás de él, según los estándares de un tribunal de justicia. Pero, en la práctica, todo el mundo sabe que fueron ellos”.

En los últimos meses ha habido un aumento en el número de incidentes sospechosos de cables rotos, principalmente en el Mar Báltico, donde las aguas poco profundas hacen más plausible que una Armada sofisticada no haya estado involucrada.

La llamada “flota en la sombra” o “fantasma” de petroleros que transportan exportaciones de petróleo ruso a través del Báltico a pesar de las sanciones occidentales, supuestamente ha llevado a cabo un sabotaje rudimentario, arrastrando anclas a lo largo del lecho marino por hasta 100 kilómetros.

Eso llevó a la detención de barcos a la espera de una investigación.

La flota tiene derecho a navegar por los mares Báltico y del Norte bajo la Ley del Mar.

“Sin embargo, esas leyes tienen excepciones, entre ellas el derecho de un Estado costero a restringir el movimiento de un buque si representa una amenaza para la seguridad y el buen orden del Estado en cuestión”, resalta Kaushal.

Para el experto, “esto podría argumentarse si los buques de la flota fantasma han estado implicados en el sabotaje”.

Un buque de la flota fantasma transitando frente a la pequeña isla danesa de Agerso, donde pescadores y bañistas ven a diario cómo viejos petroleros transportan petróleo ruso a través del estrecho danésGetty Images

En aguas internacionales, donde los cables son profundos, el derecho internacional del siglo XIX otorga derechos excepcionales para interceptar a los saboteadores de las telecomunicaciones.

Se ha utilizado una vez, pero poco más se puede hacer legalmente en alta mar.

“Cuando se trata de casi cualquier otro tipo de infraestructura, hay muchas menos protecciones legales”, afirma Kaushal.

“Los derechos que sustentan la libertad de navegación tienden a reemplazar otras consideraciones y limitan significativamente lo que las armadas realmente pueden hacer, incluso si sospechan que se está llevando a cabo un acto de sabotaje”.

La OTAN ha intensificado su coordinación entre los países miembros.

Y un integrante de la alianza que impulsa este enfoque coordinado ha estado monitoreando las actividades de Rusia en el lecho marino durante más tiempo que otros: Noruega.

Ese país pacífico y próspero tiene vecinos hostiles.

La Real Armada Noruega previó desde hace tiempo este riesgo y se asoció con la industria del petróleo y el gas para crear un concepto de “defensa total” que se extiende a gran profundidad bajo las olas.

Ese concepto de defensa total, en el que los sectores civil y militar trabajan juntos, ha sido una faceta de larga data de los sistemas de defensa de los países bálticos.

“Se remonta a la Guerra Fría”, apunta Anders Müller, subjefe de operaciones de la Real Armada Noruega. “En los últimos años, ha vuelto de nuevo a la agenda”.

Finlandia también lo adoptó; la información y los avances tecnológicos se comparten entre sectores por el bien del país en su conjunto.

Y Reino Unido es ahora la sede de una fuerza especial conjunta de sectores civiles y militares de múltiples naciones que comparten inteligencia y contribuyen a los esfuerzos de defensa de la OTAN.

El buque patrullero HMS Carlskrona cerca de Karlskrona, Suecia, en su misión de patrullaje de la OTAN en el Mar Báltico, Baltic Sentry, cuyo objetivo es proteger infraestructuras submarinas críticasGetty Images

Una parte clave de este trabajo es negar la negación; en otras palabras, hacer que sea mucho más difícil, si no imposible, que los saboteadores actúen de una manera negable.

Haciendo eco de la estrategia noruega, se está aplicando en Baltic Sentry una operación naval multinacional destinada a vigilar y espantar a posibles saboteadores.

El sabotaje del fondo marino es una preocupación inmediata para los países costeros del noroeste de Europa, pero también es una amenaza para todo el mundo.

La próxima frontera para un choque de intereses militares y económicos, sin embargo, apunta hacia el norte y podría combatirse principalmente en el lecho marino.

Hay una carrera para explotar las oportunidades del retroceso del hielo en el Ártico, para perforar y extraer sus minerales y para controlar las rutas marítimas recién abiertas.

Es un escenario en el que varios miembros de la OTAN y Rusia se encuentran.

Pero los países de la alianza presentan un frente menos unido.

Bajo la segunda presidencia de Donald Trump, Estados Unidos ha cambiado radicalmente el enfoque hacia Rusia.

Eso ha dejado a los gobiernos de Europa enfrentando un desafío sin precedentes y un futuro sin el paraguas de defensa de EE.UU.

La guerra submarina tiene más de un siglo de antigüedad y ahora se está sumergiendo a nuevas profundidades de riesgo y amenaza.

BBC Mundo

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