Hassan Nasrallah (64) llevaba 32 años al frente de Hezbollah, la milicia respaldada por Irán que se transformó en una fuerza influyente en el Líbano y un potente adversario de Israel, quien lo tenía como objetivo principal en los bombardeos que lanzó esta semana contra Beirut.
Y fue este sábado, en la madrugada argentina, cuando el Ejército israelí anunció que lo había abatido durante un ataque aéreo nocturno de precisión contra la sede central del grupo shiita libanés en los suburbios del sur de Beirut. Allí estaba Nasrallah junto a otros referentes del movimiento, muchos de los cuales también murieron en los bombardeos.
El Ejército israelí «eliminó a … Hassan Nasrallah, líder de la organización terrorista Hezbollah», dijo en un mensaje en la red social X Avichay Adraee, portavoz militar.
«El mensaje es claro: llegaremos a todos los que amenacen a los ciudadanos de Israel en el norte, en el sur y en frentes más distantes«, agregó el portavoz.
Más tarde, en un comunicado, Hezbollah confirmó la muerte de su líder. Dijo que «se ha unido a sus compañeros mártires» y prometió que seguirá adelante con «la guerra santa contra el enemigo y en apoyo de Palestina».
Desde que asumió el liderazgo de Hezbolla en 1992, Nasrallah lideró a la organización a través de décadas de conflicto con Israel, supervisando su transformación en una fuerza militar con influencia regional y convirtiéndose en una de las figuras árabes más prominentes en generaciones, con el respaldo de Irán.
Formado como clérigo shiita, Nasrallah fue ganando popularidad por haber desempeñado un papel fundamental en el giro histórico que dio el grupo para entrar en la política, ganar poder en la estructura del gobierno libanés, y conformar sus propias fuerzas armadas, aliadas del ejército de la nación árabe.
Nasrallah será recordado entre sus partidarios por enfrentarse a Israel y desafiar a Estados Unidos. Para sus enemigos, ha sido el jefe de una organización terrorista y un representante de la teocracia islamista shiita de Irán en su lucha por la influencia en Oriente Medio.
Su influencia regional quedó de manifiesto en el último año, cuando después de la incursión de Hamas en territorio israelí el 7 de octubre Hezbollah entró en la contienda disparando contra Israel desde el sur del Líbano en apoyo de su aliado palestino, y grupos yemeníes e iraquíes siguieron su ejemplo, operando bajo el paraguas del «Eje de la Resistencia».
«Nos enfrentamos a una gran batalla», dijo Nasrallah en un discurso pronunciado el 1 de agosto en el funeral de quien era el máximo comandante militar de Hezbollah, Fuad Shukr, que murió en un ataque israelí contra los suburbios del sur de Beirut.
Sin embargo, cuando miles de miembros de Hezbollah resultaron heridos y decenas murieron al explotar sus dispositivos de comunicación en un aparente ataque israelí la semana pasada, esa batalla comenzó a volverse contra su grupo.
En respuesta a los ataques a la red de comunicaciones de Hezbollah en un discurso pronunciado el 19 de septiembre, Nasrallah prometió castigar a Israel.
«Este es un ajuste de cuentas que llegará. ¿Cuál será su naturaleza, su tamaño, cómo y dónde? Esto es ciertamente lo que guardaremos para nosotros y en el círculo más estrecho, incluso dentro de nosotros mismos», dijo en esa ocasión.
Una vida marcada por la influencia iraní
Nasrallah nació en agosto de 1960 en uno de los barrios pobres del este de Beirut. Era el mayor de nueve hermanos y tenía 5 años cuando comenzó la guerra civil libanesa, un conflicto devastador que azotó a este pequeño país durante 15 años.
La guerra empujó al padre de Nasrallah -dueño de una pequeña tienda de comida- a abandonar Beirut y regresar a su natal Bazourieh, un pueblo en el sur de Líbano con una población mayoritariamente shiita. Allí, durante sus años de escuela, vivió rodeado por shiitas que recordaban la discriminación y desigualdad que ellos sintieron durante los períodos coloniales del Imperio Otomano y de Francia.
Nasrallah fue parte de una generación de jóvenes libaneses shiitas cuyo perfil político se formó al calor de la Revolución Islámica de 1979 en Irán. Con apenas 15 años se convirtió en miembro de la organización político-militar shiita libanesa más importante de aquel momento: el Movimiento Amal, un influyente grupo fundado por un clérigo iraní llamado Musa al Sadr.
Al año siguiente emigró a Irak. Pero estuvo sólo dos años, donde conoció y aprendió de otro clérigo llamado Abbas al-Musawi. Después de regresar a Líbano, ambos se unieron a la lucha en la guerra civil.
En 1981, Nasrallah se reunió con el entonces líder de la República Islámica de Irán en Teherán, quien lo nombró su representante en Líbano para «cuidar de los asuntos de la Hisbah (encargada de la defensa de la ‘moral comunitaria’) y obtener fondos islámicos». Eso hizo que empiece a viajar seguido a Irán y así entabló relaciones con los más altos cargos del gobierno iraní.
Cuando Nasrallah se unió a Hezbollah -un grupo que vivía en las sombras, fundado por la Guardia Revolucionaria de Irán en 1982 para luchar contra las fuerzas de ocupación israelíes- tenía solo 22 años y se lo consideraba un novato.
En 1991, Subhi al Tufayli fue destituido del cargo de secretario general del grupo debido a su oposición a la afiliación del grupo con Irán, y en su lugar se nombró a Abbas al-Musawi, viejo conocido de Nasrallah.
Cuando Israel mató a al-Musawi en 1992 en un ataque con helicóptero. Nasrallah se convirtió en secretario general de la organización con 35 años, y la lideró cuando sus guerrilleros finalmente expulsaron a las fuerzas israelíes del sur del Líbano en 2000, poniendo fin a una ocupación de 18 años.
Antes de liderar el grupo, solía pasar las noches con guerrilleros en la primera línea de combate que luchaban contra el ejército de ocupación israelí. Su hijo adolescente, Hadi, murió en combate en 1997, una pérdida que le dio legitimidad entre su principal electorado shiita en el Líbano.
El conflicto con Israel ha definido en gran medida su liderazgo. Declaró la «Victoria Divina» en 2006 después de que Hezbollah librara 34 días de guerra con Israel, ganándose el respeto de muchos árabes comunes que habían crecido viendo a Israel derrotar a sus ejércitos.
Pero se convirtió en una figura cada vez más divisiva, en Líbano en particular y en el mundo árabe en general, a medida que el área de operaciones de Hezbollah se ampliaba a Siria y más allá, lo que refleja un conflicto cada vez más intenso entre el Irán shiita y las monarquías árabes sunitas aliadas de Estados Unidos en el Golfo.