TORONTO.- La carrera de Justin Trudeau es el material de un drama político del siglo XXI, con un arco que lo ha llevado desde ser el glamuroso abanderado progresista al blanco de las bromas del presidente electo Donald Trump y sus acólitos.
Irrumpió en la escena internacional en 2015, como el joven dirigente recién elegido de Canadá, cuyo padre también había sido un popular primer ministro.
Y pasó la década siguiente construyendo una marca en torno a sus posturas como feminista, ecologista, defensor de los derechos de los refugiados y de los indígenas, que perseguía el mismo mensaje de cambio y esperanza que Barack Obama.
Aunque recibió críticas aduladoras en los medios de comunicación -incluso por su aspecto de chico de póster-, su luna de miel con los canadienses solo duró unos dos años; en 2017, una serie de polémicas ya habían empañado su imagen perfecta.
Su partido perdió el voto popular en dos elecciones, en 2019 y 2021, lo que lo obligó a formar gobiernos minoritarios apoyados por un partido de oposición de izquierda. Ese apoyo también se ha evaporado.
Justin Trudeau, al igual que otros líderes occidentales, enfrentaba un electorado cada vez más descontento y había perdido margen de maniobra. Finalmente, anunció hoy su renuncia como líder del Partido Liberal y como primer ministro, lo que abre la puerta a que otro referente encabece la candidatura progresista en los comicios, previstos para octubre de este año o antes si se convocan elecciones anticipadas.
En la biografía de Stephen Maher de 2024 sobre Trudeau, el autor recuerda distintas ocasiones en las que los miembros de la familia de Trudeau lo llamaron “príncipe”.
“Siempre he sabido durante toda mi vida que tendría esto a mi disposición si quisiera”, cita Maher a un joven Trudeau cuando hablaba de entrar en la política.
A la hora de decidir por dónde empezar a contar la historia política de Trudeau, los cronistas tienen varias opciones.
Está el combate de boxeo benéfico de 2012, que él, entonces joven diputado, ganó contra un duro conservador que era cinturón negro de karate; la gente sigue mencionando ese combate.
O el momento en 2015 en que, como primer ministro, dio a conocer el primer gabinete equilibrado en cuanto a género del país y, cuando le preguntaron por qué era importante, bromeó: “Porque estamos en 2015″. Los líderes masculinos de todo el mundo fueron puestos sobre aviso.
También se puede echar la vista atrás al panegírico que pronunció en 2000 por su padre, el ex primer ministro Pierre Elliot Trudeau, para echar un primer vistazo al político Justin Trudeau.
“Nos hemos reunido de costa a costa a costa. De un océano a otro, unidos en nuestro dolor para decir adiós”, dijo Trudeau, que entonces tenía 29 años, ante una catedral abarrotada de dolientes. “Pero este no es el final”.
Trudeau, que cumple 53 años el día de Navidad, nació cuando su padre estaba en el primero de sus cuatro mandatos.
El padre de los Trudeau había arrasado en Canadá a finales de la década de 1960, en lo que llegó a llamarse “Trudeau-manía”. Con el tiempo, los votantes también se cansaron de él, aunque permaneció en el poder 16 años, y su legado ayudó a lanzar la carrera de su hijo.
“Hubo una nostalgia asociada al nombre que realmente benefició a Justin”, dijo Darrell Bricker, un encuestador experto y director ejecutivo de Ipsos Public Affairs.
“Salíamos de la época de la tempestuosa política canadiense dirigida por un montón de viejos”, añadió, “e incluso de jóvenes que parecían viejos, así que Justin fue como un soplo de aire fresco”.
Icono progresista
El comentario de “porque estamos en 2015″ sobre la paridad de género en su gabinete catapultó a Trudeau a la fama política mundial.
Las revistas de moda se derritieron; Vogue lo clasificó como uno de los 10 “guapos que desafían las convenciones” de 2015, refiriéndose a él como un “político canadiense de ensueño”.
Un ex dirigente europeo del Grupo de las 7 democracias industrializadas dijo que en las primeras reuniones con Trudeau la gente hacía cola para hacerse selfis con él y lo trataba como a una especie de estrella del rock. El ex dirigente pidió no ser identificado al hablar de pasadas reuniones diplomáticas.
Cuando Estados Unidos pasó de la presidencia de Obama a la de Trump en 2016, Trudeau parecía ofrecer una continuidad con la política de Obama. Pocos momentos lo ejemplificaron mejor que la decisión de Trudeau de ofrecer a los refugiados una bienvenida abierta en 2017, mientras Trump reprimía a los inmigrantes.
“A quienes huyen de la persecución, el terror y la guerra, los canadienses los acogerán, independientemente de su fe”, publicó Trudeau en X, entonces conocido como Twitter. “La diversidad es nuestra fuerza”.
En aquel momento, Trump había promulgado su llamada prohibición musulmana, que restringía los viajes a Estados Unidos de personas procedentes de algunas naciones de mayoría musulmana. Trudeau incluso acudió al aeropuerto para dar personalmente la bienvenida a los refugiados sirios que llegaban a Canadá.
Trudeau también estuvo a la vanguardia del enfrentamiento de las naciones poscoloniales con el legado del trato que dieron a las poblaciones indígenas. Aunque se ha criticado a Trudeau por no ir lo suficientemente lejos, ha sido durante su mandato cuando comenzó en serio la reconciliación con las poblaciones indígenas de Canadá.
Pero a partir de 2017, su fortuna política en casa ya había empezado a desvanecerse.
Cuando se dirigía a las urnas en 2019, Trudeau se vio sacudido por escándalos, como unas lujosas vacaciones gratuitas que no declaró y unos videos de la década de 1990 y del año 2001 que salieron a la luz en los que aparecía disfrazado y maquillado de persona negra.
Eso le pasó factura: solo pudo conseguir un gobierno en minoría, lo que hizo que su partido dependiera de aliados para aprobar leyes.
Y entonces llegó la pandemia. Los críticos describen el esfuerzo de Trudeau hacia las medidas restrictivas como una razón clave de la animadversión contra él.
Al cabo de dos años, en plena pandemia, Trudeau convocó elecciones anticipadas creyendo que le devolverían la mayoría del gobierno; se equivocó. Acabó comandando de nuevo solo una minoría de representantes en la Cámara de los Comunes.
Para entonces, el centro de gravedad político del mundo occidental ya se estaba desplazando hacia la derecha en relación con las vacunas y los mandatos restrictivos. En Canadá eso desencadenó protestas en diversas partes del país que llegaron a conocerse como el convoy de la libertad, incluidas semanas de manifestaciones en Ottawa, la capital, que paralizaron el centro de la ciudad.
Los canadienses se vieron golpeados por una inflación persistente, que desencadenó una crisis de asequibilidad, mientras que una política de inmigración abierta para traer trabajadores se volvió en contra, poniendo a una de las sociedades más favorables a los inmigrantes del mundo en contra de los recién llegados.
Trudeau también se enfrentó a turbulencias en el frente familiar, y el año pasado se separó de su esposa, con quien estuvo casado 18 años y con la que tiene tres hijos.
La victoria electoral de Trump en noviembre había puesto de relieve la debilitada posición de Trudeau. Trump ha amenazado con imponer aranceles generales del 25 por ciento a los productos canadienses, lo que devastaría económicamente a Canadá. Trump también se ha burlado de Trudeau en internet, refiriéndose a él como un gobernador y a Canadá como el quincuagésimo primer Estado.
Esta vez, una marca política que parece antitética a la de Trump no está funcionando para Trudeau. “Ha agarrado una ola en su camino, y cuando agarras una ola, puede levantarte”, dijo Bricker. “Pero en el otro lado, si no te bajas, te encallará”.
Por Matina Stevis-Gridneff