BERLÍN.-En el inicio de su segundo mandato, el presidente Donald Trump se colocado a sí mismo en la cresta de la ola global de populismo conservador de línea dura, inspirando y fogoneando el surgimiento de partidos nacionalistas en la Unión Europea (UE) y más allá.
En general, lo que une a esos partidos son su postura dura contra los inmigrantes, su apoyo a lo que llaman valores “tradicionales” en oposición a los derechos LGBT, su rechazo a las regulaciones para frenar el cambio climático y su crítica feroz a los políticos y partidos del establishment.
En mayor o menor grado, algunos, aunque no todos, también han buscado debilitar o socavar las instituciones de sus países, como la Justicia o los medios de comunicación independientes, en un intento, según sus críticos, de erosionar la democracia y mantener un control autoritario del poder.