WASHINGTON.- Por primera vez en la historia, un miembro de la comunidad de países del Caribe tomará el timón de la Organización de Estados Americanos (OEA). Surinam, uno de los países más chicos de América del Sur, con apenas 600.000 habitantes, logró que su ministro de Relaciones Exteriores, Albert Ramchand Ramdin, se convirtiera en el sucesor de Luis Almagro y fuera elegido para ser el nuevo Secretario General de la OEA. Ignoto en la región, Ramdin doblegó al canciller paraguayo, Rubén Ramírez Lezcano, quien cortejó sin éxito a Donald Trump, y en la recta final a la elección perdió el respaldo de Brasil, Chile, Colombia y Uruguay.
Ramdin fue elegido por aclamación este lunes en una sesión extraordinaria de la Asamblea General de la OEA que se realizó en la sede del organismo en Washington. Ramdin se impuso en la elección pese a que nunca tuvo el respaldo tácito de la Casa Blanca –o incluso vínculos profundos con la administración trumpista– y de provenir de un país sin amplia gravitación en la región o en la arquitectura global. El respaldo de la comunidad de países del Caribe fue crucial para sostener su ascenso, además de una aparente decisión de Estados Unidos de desistir de arrojar el peso de la Casa Blanca detrás de un candidato, aun cuando Ramdin enfrentó una dura resistencia de la derecha por los vínculos de Surinam con China.
“Son dos candidatos pro-estadounidenses que se postulan para secretario general de la OEA y quien gane entre ellos dos será un aliado de Estados Unidos”, dijo al Miami Herald el enviado Especial para América latina de Trump, Mauricio Claver-Carone. “No es una carrera entre un aliado de Estados Unidos y un aliado de China. Esa es una narrativa falsa”, afirmó.
Paraguay es uno de los aliados más firmes de Trump en la región, y Ramírez Lezcano llegó incluso a viajar a Mar-a-Lago para ver a Trump durante la transición en Estados Unidos en busca de un respaldo firme que jamás llegó. La estrategia fracasó. Ramdin, en cambio, abroqueló el apoyo sin fisuras de los 14 países que integran la Comunidad del Caribe (Caricom), un caudal lo suficientemente amplio como para despejar su camino: para resultar electo, un candidato debía reunir 18 votos en la sesión especial de la Asamblea General de la OEA. Ni la Casa Blanca ni ningún otro país de la región buscó o logró fracturar al bloque.
Al final, Ramírez Lezcano –y en última instancia, el gobierno del presidente Santiago Peña, que apostó a su candidatura– perdió la confianza de sus aliados sudamericanos, entre ellos, Brasil, Uruguay, Chile y Colombia. Uno de los motivos barajados fue su cortejo sin medias tintas a Trump y su gobierno, en la vereda de enfrente de Luiz Inácio Lula da Silva, Gabriel Boric y, sobre todo, Gustavo Petro. A diferencia de Ramdin, Ramírez Lezcano ofrecía un alineamiento con la Casa Blanca muy similar al de Almagro, un liderazgo que generó fuertes, múltiples y continuos dolores de cabeza y una pila de críticas de varios gobiernos a lo largo de sus dos mandatos. Peña lamentó el cambio de posición “abrupta e inexplicable” de “países amigos”.
“Gracias al trabajo que hicimos todos juntos, Surinam hoy, a diferencia de hace cinco años, es un país pro-estadounidense que va por el camino correcto en términos económicos, que está creciendo y que está atrayendo inversiones extranjeras que no son chinas”, agregó al Herald Claver-Carone, al presentar al país, que recibió fuerte financiamiento de China, como un “caso de éxito” en la región.
La llegada de Ramdin al timón de la OEA plantea ahora interrogantes sobre el futuro rol del organismo multilateral en la región. Con dificultades presupuestarias y una agenda devaluada –el organismo ha sido inocuo en la resolución de las dos principales crisis democráticas del continente, Venezuela y Nicaragua–, la OEA aparece en riesgo de caer en el ostracismo a pesar de ser el único órgano que reúne a todos los países del hemisferio, y donde todos tienen un voto.
Ramdin conoce muy bien Washington, su nuevo trabajo y los entretelones diplomáticos regionales. El canciller surinamés llegó a la capital norteamericana como embajador a finales del siglo pasado, en 1997. Después se incorporó a la OEA como asesor principal del entonces secretario general, el colombiano César Gaviria. Ramdin ascendió por la escalera del organismo hasta convertirse en secretario general adjunto de la OEA bajo el liderazgo del chileno José Miguel Insulza. Con ese historial y el respaldo del Caribe, Ramdin entró en la carrera para dirigir la OEA, y logró sumar apoyos con discreción. De los 34 países con derecho a voto, el surinamés cuenta con el apoyo de la Comunidad del Caribe (Caricom), Brasil, Bolivia, Chile, Colombia, Uruguay, Costa Rica, Ecuador y República Dominicana.
“La OEA tiene que desempeñar un papel significativo, relevante y útil”, declaró recientemente Randim en el think tank Atlantic Council, con sede en Washington, al hablar de las crisis que sacuden el continente en términos de elecciones, seguridad, migración o cambio climático, una preocupación singular para los países del Caribe.
Ramdin dijo que no quería que la OEA se enrede “en una situación geopolítica global” y que el continente debía permanecer ”pacífico, libre de guerras, libre de conflictos”.
“Un mediador honorable no puede tomar partido y no queremos estar en esa posición”, afirmó.