Obsesionadas por acabar o al menos reducir la población de ratas de la ciudad, las autoridades de Nueva York celebran a partir de este miércoles una cumbre nacional con investigadores, académicos y funcionarios para dar una solución integrada a este problema de salud pública.
En una ciudad donde los roedores están presentes en parques, el metro (a veces, incluso en los vagones con los pasajeros), terrazas de restaurantes y sobre todo en las aceras donde se acumulan las famosas bolsas negras de desechos orgánicos, su combate se ha convertido en una prioridad para la municipalidad.
«Las ratas impiden una calidad de vida mayor de lo que creemos», dijo el alcalde Eric Adams en la inauguración de este encuentro de dos días, organizado junto con el Programa de gestión integrada de plagas del estado de Nueva York en la Universidad Cornell, en el que se sientan decenas de especialistas de todo el país que lidian con esta población indeseada.
El alcalde no esconde que los Rattus norvegicus son sus «más notorios enemigos». «Me dan asco», confesó, haciendo sonreír a la audiencia.
Además de nombrar hace año y medio a una encargada para luchar contra la invasión de roedores que se hizo más visible durante y después de la pandemia de covid, su equipo libra una «revolución de la basura» para instalar contenedores y retirar los desechos de las aceras.
Desde principios de marzo, más de 200.000 negocios de comida están obligados a depositar en contenedores las más de 3.000 millones de toneladas de desechos que producen anualmente.
Los residentes tienen hasta 2026 para depositar los suyos también en contenedores, como se hace en la mayoría de las ciudades del mundo. No obstante, para finales de este otoño se espera que en torno al 70% de toda la basura de la ciudad se almacene en recipientes cerrados inaccesibles a los roedores.
«Bufet libre»
La mejor manera de acabar con las ratas es acabar «con el bufet libre» de la basura en las aceras, recuerda la Comisaria del Departamento de Saneamiento, Jessica Tisch, que lidera dicha revolución.
La ciudad de 8,5 millones de personas y los miles de turistas que la visitan, produce unos 20 millones de toneladas de basura al día, según datos de la municipalidad.
Puestos en línea recta, los desechos se extenderían a lo largo de 43 kilómetros.
Aunque el comisario de Salud e Higiene Mental de la ciudad, Ashwin Vasan, advierte que no se podrán exterminar completamente los roedores en una ciudad con una infraestructura tan envejecida y densamente poblada como Nueva York, «podemos mantenerlos fuera de nuestras vidas cotidianas».
Se trata de «liberarse del estrés, del miedo y de la sensación de que el lugar en el que vives está en un estado de deterioro o descuido», lo que no solo beneficia a la salud de la población, sino que disipa la «sensación de malestar» con las autoridades electas para solucionarlo.
Sobre todo en un mundo donde el 70% de la población ya vive en ciudades y que podría llegar al 90%.
Además de retirar la comida, parte de la estrategia para luchar con las ratas en la capital financiera y meca del turismo nacional y mundial, la ciudad ha creado mapas de rastreo de sus movimientos, una manera de implicar a la participación ciudadana en el combate.
Más de 6.000 personas han participado en sesiones de formación para luchar contra los roedores y un equipo de 45 exterminadores opera en los espacios públicos, junto con equipos especializados que introducen pesticidas directamente en las madrigueras, así como la destrucción de las mismas.
A ello se suman métodos sin pesticidas, como tanques de dióxido de carbono, máquinas Burrow Rx a base de monóxido de carbono y trampas.
Según cifras del Departamento de Vivienda, las medidas adoptadas parecen estar funcionando, aunque no tan rápidamente como muchos desearían.
Además de verse menos roedores en las aceras, el censo de ratas, que se mide por las llamadas de los ciudadanos a un teléfono de servicio público para señalar su presencia, ha caído en el último año un 6,3% y un 14% en las zonas designadas para mitigar esta población.